Ejercicio de agudeza visual. ¿Quién calificaría entre aplausos ante un grupo de seguidores enfervorecido que su partido es una "escoba para barrer la sociedad"? ¿Y qué joven partido cargaría contra políticos y periodistas advirtiéndoles de que "agitar el miedo es una mala estrategia"? ¿Y a quién le pega más recomendarle a sus militantes que "cuando os insulten, cuando mientan, cuando difamen, sonreíd porque vamos a ganar"?
Lo de ponerse los insultos como medallas puede recordar a los discursos de Santi Abascal, el líder de Vox, en la campaña de las elecciones andaluzas que le valió a la formación para estrenarse en las instituciones con 12 escaños. Pero estas frases se oían ya en el escenario del Teatro Nuevo Apolo en noviembre de 2014. Y todas ellas las decía Pablo Iglesias en su primer discurso como secretario general en la puesta en escena del Podemos recién nacido.
Prometía entonces el líder de la formación morada acabar con el "régimen" de la Transición porque "el miedo", decía, había "cambiado de bando". Y debe de haber vuelto a cambiar otra vez porque ahora ese es el tipo de discurso contra el sistema que le está funcionando a Vox para captar a los votantes enfadados que reniegan de los partidos tradicionales, aunque sea desde el espectro ideológico antagónico.
Ahora Abascal acusa de "derechita cobarde" a PP y Ciudadanos, a los que recrimina no plantarse con suficiente dureza en la defensa de la unidad de España, igual que Iglesias se sirvió hace cuatro años para entrar en las instituciones de acusar a la "izquierda tradicional" de ser demasiado "conservadora" por no atreverse a hacerle frente a la austeridad.
Son muchos los paralelismos que comparten estos dos partidos a menudo acusados de populistas por las demás formaciones. Aunque lo que compararemos con Vox en este análisis, es necesario aclararlo, no sea el Podemos actual. El partido con el que tiene más en común la formación de Santi Abascal, fenómeno revelación de la temporada política otoño-invierno, es con aquel Podemos que llegó como un huracán en la temporada 2014-2015. Todavía presumía Iglesias entonces de que la Venezuela de Hugo Chávez era "una de las democracias más consolidadas del mundo" y de que jamás entraría "en un gobierno presidido por el partido socialista".
Es pronto para saber si el Vox del futuro se seguirá enorgulleciendo de la buena relación que mantiene con líderes populistas europeos como la francesa Marine Le Pen, con quien se ha reunido en alguna ocasión, o el húngaro Víctor Orban, cuya deriva autoritaria preocupa mucho en la Unión Europea, pero de quien Abascal ha asegurado "que acierta en todo". Tal vez en unos años veamos al líder de Vox distanciarse de Orban y Le Pen como Iglesias reniega ya de Venezuela. De suceder así, habría entonces que acordarse de sumar esa hipotética domesticación a esta lista de semejanzas entre ambos partidos.
1.- El voto que nace de la indignación
"Vox y Podemos son dos fenómenos muy paralelos", afirma Pepe Fernández Albertos, investigador del CSIC y autor del libro Antistemas (Ed. Catarata, 2018). "Los dos surgen con una aspiración de representar a una parte de la población que se siente desatendida del espectro ideológico".
Podemos atraía inicialmente a un votante que se sentía huérfano o decepcionado con los partidos de izquierdas. "Pero también se nutría del votante cabreado y desideologizado que solía ser abstencionista o simplemente enfadado", añade Albertos, que en 2015 publicó un libro titulado Los votantes de Podemos analizando este fenómeno. "Y es en captar al votante enfadado al que nunca le ha interesado la política pero le llama la atención porque le parece diferente donde se repite ese fenómeno en Vox".
Entre las razones esgrimidas por los andaluces para votar a la formación de Santi Abascal se percibe el gancho de la indignación. Aunque por causas diferentes a las que conectaban con Podemos en una España desgastada por las medidas de austeridad y la crisis económica. Vox se ha nutrido de otra crisis: la identitaria.
"La cuestión catalana y la inmigración han producido una sensación de amenaza en los ciudadanos que ha animado a votar a Vox en Andalucía", explica la socióloga Belen Barreiro, que dirige la empresa de sondeos 40dB. Según sus datos, Vox en Andalucía atrajo sobre todo el discurso anti-inmigración (un 46% de andaluces alegó esta razón para votarles); seguido de un 34,2% "para echar al PSOE del poder"; un 33,7% "porque defiende la unidad de España"; y "para frenar a los independentistas" y "acabar con el Estado e las Autonomías" (un 28% y un 24,9%, respectivamente).
Según el análisis de Barreiro, el voto de Vox se nutre la mitad del PP, una cuarta parte de Ciudadanos y el cuarto que falta llega de la abstención. "Sobre todo son votantes del PP que han roto ataduras emocionales con el partido y otros de Ciudadanos que no llegaron a consolidarlos", añade la socióloga. "Las ataduras se rompen por algo, entran en juego factores de decepción, cansancio, hartazgo".
"Podemos tuvo éxito en atraer votantes más vulnerables económicamente y más desafectos de la política cuando el partido ya se hace famoso", afirma Albertos. "Para Podemos fue un regalo envenenado porque en su día se confiaron y no vieron que era un voto prestado de un cabreo que no era fidelizable. El recorrido que tendrá Vox y las magnitudes seguramente vayan a ser diferentes, pero explota un polo de atracción parecido. Seguramente penetre en votantes que hace un año no se imaginaban votando por Santi Abascal o no sabían ni quién era y ahora les atrae como provocación".
2.- Un enemigo claro
Podemos recurría a la casta. Vox culpa a todo lo antiespañol. Ya sean inmigrantes, independentistas o progres que amenacen las tradiciones de la gente de bien. La elección de un enemigo sencillo simplifica mucho popularizar un discurso. Podemos siempre hablaba de los enemigos de "la gente corriente". Abascal de "los enemigos de España".
La crisis económica y el hartazgo ante las medidas de austeridad fue el caldo de cultivo que impulsó el auge de Podemos. Y contra "el otro" que es el malo, existe el nosotros. Para Podemos ese nosotros equivalía a "la gente" y el orgullo de clase. Para Vox el nosotros es, claro, lo español. Encarnado en los ejes tradicionales: Dios, patria, familia (tradicional) y rey.
"Igual que Podemos, Vox también ha logrado más notoriedad por ser anti-algo que por lo que defiende. Aunque en Vox, más que componentes anti-sistema como en Podemos, lo que hay son tintes rupturistas y reaccionarios, pero en el sentido literal de reaccionar”, afirma Barreiro. “Reaccionar al feminismo, al gasto social a las autonomías...".
Aunque según los expertos la parte de los indignados que se puede ir de Podemos a Vox es menor, "no por pequeño que sea es irrelevante", dice Albertos. Y añade: "Gran parte del voto indignado que se adjudicó Podemos no está fidelizado porque mucho venía del cabreo, del estar contra algo más que a favor de Podemos. Y el electorado apático o apolítico en el que pescó Podemos ahora está pescando Vox. Hay más flujo en este tipo de votantes del que nos podemos imaginar dada la distancia ideológica de ambas formaciones".
No siempre el caldo de cultivo del voto anti-todo fue tan favorable. "Las instituciones en España no están tan deterioradas con la visión dramática que demuestran los españoles en el Eurobarómetro", apunta Víctor Lapuente, doctor por la Universidad de Oxford y profesor de Ciencia Política en la Universidad de Gotemburgo. "Antes de la crisis los españoles valoraban las instituciones bastante bien y ahora es el país de la UE que peor las valora".
3.- Las redes sociales y el boom mediático
También hay paralelismos entre la manera en la que han logrado estar en la picota mediática. Ambos partidos han sido hábiles en fomentar una potente presencia en las redes y utilizar la provocación para tener cobertura mediática. Convertirse durante unos meses en el político de moda en los medios que más clics genera fue algo que ayudó mucho a Iglesias en sus inicios. Ahí contaba con la ventaja frente al líder de Vox de tener desplegado por las televisiones un gran número de portavoces que fueron tertulianos antes que diputados.
La atracción de Vox en los medios se empezó a notar sobre todo a raíz del mitin que en octubre llenó la plaza de toros de Vistalegre. Pero el efecto sorpresa definitivo han sido las elecciones andaluzas, a las que inicialmente no pensaban ni presentarse. Lograr 12 escaños cuando las encuestas más optimistas apenas le daban uno ha sido el golpe definitivo que ha logrado su presencia permanente en los medios.
Además, en las redes sociales ambos partidos cuentan con comunidades de seguidores muy activos. En diciembre, Vox se ha convertido en el partido más seguido en Instagram (121.000 seguidores) seguido de Podemos (87.000), que duplica con creces a PP y PSOE.
Tanto a Vox como a Podemos les ha ayudado al éxito en redes que cuanto más polarizado sea el entorno más moviliza. "Si están organizadas para responder a un periodista o un politólogo con el que discrepan seguramente también lo están para mover mensajes por Whatsapp o meter temas en la agenda mediática", opina Albertos. "Cuando ves los mensajes que más virales se hacen y cómo eso influye en la agenda política resulta inquietante. Pero no sé cuánto de esto es sostenible en el largo plazo".
Como Podemos en sus inicios, Vox también logra más atención entre los que le critican y se escandalizan con sus propuestas. "Vox se está beneficiando del fenómeno mediático como le pasó a Podemos cuando surgió", afirma Víctor Lapuente. "Ese tipo de mensajes funciona porque hay una demanda de esa política espectáculo de mensajes alarmistas y exagerados".
"En España es uno de los países europeos donde más nos informamos por redes sociales”, añade Lapuente, que en 2015, el año en que Podemos entró en el Congreso de los Diputados, publicó el libro El retorno de los chamanes: Los charlatanes que amenazan el bien común y los profesionales que pueden salvarnos. “Y es muy peligroso informarse así, porque lo que más circula en estas redes además de la desinformación es la población más polarizada ideológicamente, que como es más activa parece más relevante de lo que en realidad es".
4.- Medidas de brocha gorda
Es más fácil llevar en tu programa que quieres "recentralizar" competencias y "acabar con las comunidades autónomas" que explicar al detalle cuánto se ahorrarían realmente las arcas públicas al gestionar la salud gallega y la educación en Murcia desde Madrid. Igual que Vox promete la derogación de la Ley de Violencia de Género, alegando un supuesto aluvión de denuncias falsas que no refrendan las cifras oficiales, aunque por supuesto se declara contra la violencia pero sin proponer un plan alternativo para evitar que cada año mueran de media medio centenar de mujeres en España por esta causa.
La falta de políticas públicas concretas con un plan de viabilidad en un programa de brocha gorda es otro elemento que comparten las 100 medidas urgentes de Vox para España, que más que un programa político parece un manifiesto, con las 215 medidas para un proyecto de país que presentó Podemos a las autonómicas de 2015.
Tratar de desentenderse de las etiquetas, para centrarse en etiquetar aquello a lo que se oponen, es algo que también han intentado cultivar los dos líderes para lograr atraer a cuanto más indecisos mejor al llegar a su luna de miel de atención mediática. Entrevistado por Ana Rosa Quintana, Santiago Abascal decía en Telecinco que no se considera "ni fascista ni antifascista, somos antipodemitas y anticomunistas".
Pero esa indefinición suele durar poco. Hasta que el partido se asienta en las instituciones, como le pasó a Podemos cuando defendía que no era ni de derechas ni de izquierdas sino de la gente. "Aunque en España es particularmente alta la desafección de la política, el peso de la división tradicional de izquierda y derecha sigue siendo fuerte", explica Albertos. "Cuando aparece un partido nuevo puede eludir un tiempo ubicarse en la escala ideológica del mapa mental de los votantes, que tarde o temprano se preguntan de qué pie cojea cada uno".
Al principio Podemos esquivaba los temas que le incomodaban y centraba el debate en lo que más votos le daba, que era la crisis económica, pero a medida que se fue convirtiendo en el centro de la atención mediática fue teniendo que retratarse en el resto de cuestiones. "Y la gente te va colocando en la escala ideológica que tiene", añade Albertos. "El atractivo de los nuevos partidos entre el votante desafecto es que lo vean como rupturista, un outsider frente a las fuerzas del Estado. Pero gran parte de esa novedad se termina diluyendo cuando los votantes ven que en el fondo eres más parecido a los anteriores".
La falta de concreción, sin embargo, no es exclusiva de estos dos partidos, por supuesto. "Cuando se monta un partido nuevo esa parte que tiene la inexperiencia y no conocer las políticas públicas y la maquinaria del Estado también es común entre Podemos y Vox, pero casi a cualquier nuevo partido", dice Barreiro.
Tal vez ninguno de estos dos partidos necesite confrontar con la realidad muchas de sus medidas si no llega a gobernar. Pero eso no quita para que su influencia resulte fundamental y las consecuencias profundas.
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