Cientos de cajas empaquetadas por Pfizer viajaron en secreto a Normandía el 6 de junio de 1944. Eran un pequeño eslabón de la apabullante cadena logística que sostenía la Operación Overload: más de 150.000 soldados, un millar de aviones y 5.000 embarcaciones de distinto pelaje y tamaño. La empresa farmacéutica se coló en ese capítulo de la historia con sus envases de penicilina, desarrollados con pioneros métodos industriales en su factoría de Nueva York. Conscientes de la carnicería que se avecinaba tras el Desembarco, los gobiernos aliados contra Hitler tiraron de Pfizer. Y la compañía se anotó su primer gran éxito de ventas. La hazaña comercial es poco conocida para quien no esté familiarizado con la industria, como lo son el resto de medicamentos que el grupo siguió lanzando tras guerra. Salvo uno, la Viagra. La píldora contra la disfunción eréctil que ocupa un lugar privilegiado en el podio de las grandes marcas farmacéuticas, como Aspirina o Prozac.
Para comprobar lo que la famosa pastilla azul aportó a Pfizer basta con repasar la cotización histórica de sus acciones. Patentada en 1996 y autorizada para su venta dos años más tarde, Viagra empezó a aportar dólares a la multinacional desde el minuto uno. Para entonces, Pfizer arrastraba 149 años de historia, a contar desde que dos inmigrantes alemanes, Charles Pfizer y Charles Erhart, instalaron el primer laboratorio en un viejo almacén de Brooklyn. Se estrenaron con productos parasitarios y acabaron con el tiempo desarrollando potentes antibióticos. Así hasta que dieron con la fórmula de la Viagra. La empresa no necesitó invertir demasiado en publicidad, porque televisiones, radios y periódicos se hicieron eco a lo grande del descubrimiento médico.
Viagra plantaba cara al tabú de la impotencia con un remedio efectivo, un compuesto de citrato de sildenafilo comprimido en una píldora. Tres años después de registrar la patente, el valor de las acciones de Pfizer se había triplicado en Wall Street. La empresa mantuvo a raya el júbilo y continuó haciendo lo que realmente sabía: investigar, innovar y generar nuevos productos para diversificar riesgos. Porque sus directivos eran conscientes de que, más pronto que tarde, a Viagra le saldría un competidor.
El temor cobró forma el mismo año en que la pastilla azul se puso a la venta en las farmacias y lo materializó uno de sus grandes rivales. En 1998, Lilly descubrió propiedades semejantes en el tadalafil. La compañía americana -creadora de otro bombazo farmacéutico, el Prozac- bautizó el fármaco como Cialis. Cuatro años más tarde, Lilly logró el permiso para comercializarlo. Desde entonces, es el principal competidor de Viagra.
El problema de la disfunción eréctil había encontrado un doble remedio a base de muchos millones invertidos en investigación. Un éxito que compensaba los otros muchos millones que las farmacéuticas suelen ver evaporados en proyectos fallidos. Que se lo digan a empresas tan prometedoras como la española Pharmamar, filial de Zeltia, que estuvo a punto de dar un salto estratosférico en la pasada década con un anti tumoral (Yondelis). O las muchas compañías que han gastado esfuerzo y dinero en atajar –sin éxito- la alopecia androgénica. Que es la nomenclatura científica para nombrar la calvicie más común entre los hombres: la sufre, en mayor o menor medida, un 50% de los mayores de 50 años.
La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) avisa de que no existen soluciones milagrosas contra la alopecia. Salvo el trasplante, que se escapa al ámbito farmacéutico y sólo está al alcance de bolsillos más pudientes. "Son dos los preparados que han demostrado efectividad, el minoxidil tópico y el finasteride oral", asegura la Academia Española de Dermatología y Venerología. Ambos los fabrican distintas compañías y se venden en farmacias, algunos con receta médica.
Sin embargo, los productos anti caída copan lineales de supermercados, estantes de herbolarios y repisas acristaladas de peluquerías. "Champús, lociones y ampollas son, por número y variedad, los reyes el mercado anti caída. Pero lo cierto es que ninguno ha conseguido demostrar efectos suficientemente contrastados contra la alopecia androgénica", avisa el último informe de la OCU.
Tampoco los inverosímiles remedios caseros que inundan Youtube y que ofrecen –muchos con patrocinios publicitarios- pócimas a base de cerveza negra o jengibre. Soluciones tan imaginativas como inútiles, para atajar las calvas que ni los gigantes como Pfizer han sido capaz de solventar. De momento.
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