Apenas nueve meses después de ser elegido presidente del PP, Pablo Casado deberá abordar sus primeras elecciones generales, a celebrar el 28 de abril. Visto con distancia, peor fue lo de José María Aznar, al que sacaron deprisa y corriendo de la presidencia de Castilla y León para ir a unas generales, las de 1989, condenadas al fracaso. Pero, curiosamente, treinta años después hay una clara concomitancia entre ambos escenarios: los sondeos de entonces y los de ahora no les daban a los populares más de 100 diputados.
Casado intenta exorcizar los sondeos asegurando que su partido está el primero del ranking "por unas décimas" frente a un PSOE que continua alimentándose de la debacle de Pablo Iglesias. Porque es, en este punto, donde los populares discrepan. Podemos, aseguran, "no caerá tanto porque en las elecciones se crece" y aunque su división es profunda "Íñigo Errejón ya ha dicho que va a apoyar a Iglesias", lo que puede ayudar a recomponer el voto de izquierdas. En definitiva, si Podemos no se hunde, Pedro Sánchez no sube tanto como le auguran las encuestas y el PP estaría en disposición de disputar la primera plaza electoral, eso sí, con permiso también de un emergente Vox que les puede arrebatar escaños en las circunscripciones más pequeñas sin sacar los de Abascal representación.
Ni Franco ni aborto
El líder del PP no se ha cansado de decir estos días en público y privado que su partido está preparado para afrontar unas elecciones generales que quería "cuanto antes", aunque por economía prefería, como sus barones territoriales, que Pedro Sánchez las hubiera hecho coincidir con las locales, autonómicas y europeas del 26 de mayo.
Será el primer test electoral para Pablo Casado, la primera vez que someterá a escrutinio de los votantes el éxito de su liderazgo, sustentado en una especie de "refundación" popular que busca por una parte parar la sangría de votos hacia Ciudadanos y Vox y, por otro, erigirse en el líder hegemónico del centro-derecha con el que intentar un reagrupamiento de ese espectro ideológico como el que protagonizó Manuel Fraga en 1989.
Con una campaña muy presidencialista, en la que Casado quiere pasar de puntillas sobre debates como la exhumación de Franco o el aborto, desde el cuartel general de los populares recuerdan que tanto José María Aznar como Mariano Rajoy necesitaron de tres intentos para llegar a la presidencia del Gobierno. Aznar fracasó en 1989 y 1993. Rajoy en 2004 y 2008. Sin embargo, en privado admiten no plantearse un escenario tan a largo plazo. Si Casado no consigue llegar al Palacio de la Moncloa en esta intentona sus posibilidades de aguantar otros cuatro años para aspirar de nuevo al inquilinato de la Moncloa disminuyen.
Aunque el PP nunca ha sido un partido de asonadas, donde los críticos raras veces se agrupan para presentar batalla al líder nacional pues no forma parte de su cultura política, la elección de Casado en unas primarias abiertas le recuerda que no es un líder votado a la búlgara, como sus antecesores.
De hecho, quedó segundo en la primera vuelta, la del voto directo de los militantes, que ganó Soraya Sáenz de Santamaría. Si bien le dota de toda la legitimidad el 57 por ciento de respaldo que consiguió en el congreso extraordinario de julio del año pasado, el del voto delegado, hay un nada desdeñable 43 por ciento que se inclinó por la otra candidata. De hecho, la ex vicepresidenta señaló que si Casado ganaba en la segunda vuelta habría "una doble legitimidad", puesto que ella triunfó en la consulta a las bases.
Si Casado fracasa, muchos cuestionarán si se optó por el mejor candidato posible en las primarias
Eso no significa que Santamaría se esté reservando para asaltar Génova ante un fracaso de Casado, sino que podrá llevar a muchos a cuestionar si se optó por el mejor candidato posible. En ese escenario vuelve a ser recurrente el nombre del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. Para muchos perdió su tren tras la "espantada" de julio, cuando decidió no presentarse a unas primarias que tenía prácticamente aseguradas. Otros, en cambio, defienden que, ante situaciones desesperadas, soluciones igual de desesperadas. Pero Feijóo no tendrá escaño en el Congreso de los Diputados y eso le inhabilita para dirigir la oposición.
Si una cosa estaba clara es que con Mariano Rajoy "íbamos al desastre", según fuentes populares. Casado ha logrado, según los suyos, frenar la caída para iniciar una remontada, con permiso de ese CIS de autor firmado por José Félix Tezanos. La dirección nacional del PP asegura que les salen las cuentas, que Casado quedará por encima de Ciudadanos y, con Vox, sumarán para gobernar España. Da lo mismo que, como en Andalucía, se deje veinte o treinta escaños por el camino o que no quede por encima de Pedro Sánchez. Si algo arrumbó la moción de censura es ese principio de que no se podía gobernar España sin haber ganado las elecciones. Sánchez abrió la veda y, hasta que no haya un cambio de la ley electoral, las reglas del juego son las mismas para todos.
Guante blanco con Cs y Vox
El PP centrará su mensaje de campaña en evidenciar el riesgo de un acuerdo de Ciudadanos con el PSOE, como lo fue aquel "pacto del abrazo" que Sánchez y Albert Rivera solemnizaron en febrero de 2016 en la sala Constitucional del Congreso bajo la mirada de los retratos de los padres de la Carta Magna. No sirvió de nada, pues España se vio abocada a una inédita repetición electoral.
El PP pretende sacar rédito preelectoral de la sospecha de que Rivera acabe apuntalando a Sánchez, -a pesar de sus reiteradas negativas en este sentido- y, en un escenario postelectoral, imposibilitar cualquier guiño entre socialistas y "naranjas", aunque no es probable que sumen sin el concurso de Podemos. Sin embargo, personalmente, Casado no atacará a ninguna formación política que se nutra de ex votantes del PP porque su intención es atraerlos de nuevo a la "casa madre". Para ello tiene algo menos de dos meses y medio.
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