El adelanto electoral anunciado por Pedro Sánchez pilla a Podemos en una situación especialmente delicada. La caída en las encuestas comenzó en abril de 2017, y desde entonces no han mejorado las expectativas de Pablo Iglesias, que según todos los sondeos podría perder un tercio de su electorado. En las filas moradas repiten como un mantra que están "preparados para ganar" y su principal baza en campaña serán las medidas recogidas en los Presupuestos Generales del Estado que fracasaron el martes en el Congreso.
Uno de los retos de Podemos hasta los comicios será el de afrontar su primera campaña electoral sin Íñigo Errejón tras su destierro del partido. El ex número dos, hoy candidato madrileño por Más Madrid, fue el encargado de dirigir las dos campañas electorales más importantes a nivel estatal: las europeas de 2014, donde dieron la campanada con cinco eurodiputados, y la del 20D, donde Podemos obtuvo cinco millones de votos.
La ruptura ideológica entre Iglesias y Errejón se produjo en el ínterin entre los comicios de 2015 y los de 2016. Errejón apostaba por darle el Gobierno a Pedro Sánchez para desalojar a Mariano Rajoy de la Moncloa. Pero las perspectivas electorales de Podemos llevaron a Iglesias a rechazar un ejecutivo socialista y a llevar al país a unos nuevos comicios. Errejón ya quedó en segunda línea en aquella campaña, ante su manifiesto desacuerdo con la alianza electoral de Podemos e IU. El 'pacto de los botellines' hizo perder a la coalición un millón de votos.
En esta ocasión, la ruptura total con Errejón podría pasarle factura a Podemos. Y no sólo por el desgaste que ha supuesto el enfrentamiento interno desde hace dos años y las acusaciones vertidas sobre él en las últimas semanas. También por el electorado perdido que ve en Errejón una opción posibilista para llegar al Gobierno. En el partido morado defienden estos días que sólo contemplan un pacto con el PSOE y con los independentistas; una opción que no ha dado resultado en el mandato de Sánchez y que pasaría por el pacto de un referéndum de autodeterminación.
"Ni contigo ni sin ti". Así podría resumirse la relación de Iglesias con el socialismo en esta campaña. Podemos baila ahora entre dos aguas: por una parte, está su lucha por la hegemonía de la izquierda con el PSOE y por otra, su intento por capitalizar los presupuestos pactados con el Gobierno. Cuando Sánchez llegó a la Secretaría General del PSOE en mayo de 2017, Podemos le declaró la guerra a través de distintos argumentarios internos y amenazó con no darle "ni un minuto de descanso". Esta postura rupturista con los llamados "partidos del 78" era la que había ganado en Vistalegre 2, pero la moción de censura abrió una ventana de oportunidad para Iglesias, dispuesto a renacer junto al nuevo presidente de Gobierno a través de acuerdos parlamentarios.
El partido morado quería con el pacto mostrar su utilidad por primera vez después de tres años baldíos en el Congreso, donde no había conseguido aprobar ninguna de sus medidas estrella. La alianza supuso un balón de oxígeno para un Podemos hundido en las encuestas, pero el drástico cambio discursivo experimentado en poco más de un año podría hacerle caer en las urnas: el electorado más antisistema que apostó por Iglesias está hoy desengañado y no confía ya en su capacidad de abrir un "proceso constituyente" para impugnar el "régimen del 78". La impresión es que los líderes del partido se han convertido ya en parte del imaginario político, más aún después de la polémica compra del chalet de Iglesias e Irene Montero en Galapagar por 640.000 euros. En esta posición se encuentran los votantes de Anticapitalistas, que en los últimos meses han mostrado sus diferencias con la postura oficial del partido.
El pacto presupuestario es para Podemos el problema y la solución. Es la única alianza que han sabido construir en la legislatura y la única muestra de utilidad que han dado en la escena política. Pero es también la evidencia de que Iglesias ha cedido en muchas de sus exigencias renunciando a su política de máximos. Es una oportunidad para arrogarse la autoría de las propuestas más sociales, en un intento de Podemos para emprender lo que podría tildarse como 'el abrazo del oso': conseguir que el pacto con el PSOE arrastre al votante socialista a las siglas moradas.
Sin embargo, y pese a los intentos de Podemos por capitalizar estos acuerdos, el PSOE ha conseguido con estas cuentas arrogarse medidas que hasta ahora se atribuían al extremo izquierdo del tablero y que ahora podrá convertir sin problemas en promesas de campaña electoral. Y, a diferencia de Podemos, serán los socialistas quienes pondrían llevarlas a cabo, como ha ocurrido ya en decretos como el del salario mínimo. El voto útil juega en contra de Iglesias, que comenzará a partir de ahora una estrategia para aumentar distancias con el Gobierno y marcar distancia de cara a los comicios.
El viraje de Sánchez a la izquierda invade de lleno el electorado de Podemos, que podría perder votantes en favor de Sánchez. Sin embargo, Iglesias se enfrenta a un problema aún mayor: el de su postura ante la crisis catalana. La defensa férrea de Iglesias por un referéndum de autodeterminación no tiene aceptación por la mayoría social, y ni siquiera dentro de su partido se muestran conformes ante el fracaso del partido en "articular un modelo territorial" distinto. "No conectamos con España", criticaron algunos dirigentes en la última reunión de dirección, reproduciendo así las críticas que le valieron a Carolina Bescansa ser apartada de la primera fila política. Estas críticas, unidas a su derrumbe en las encuestas, no han sido tenidas en cuenta por Iglesias, que el pasado noviembre se reunió con Oriol Junqueras en la prisión de Lledoners. En campaña electoral Podemos tratará de convertir este bache en una oportunidad, y mantendrá que cualquier solución para Cataluña pasará por el "diálogo" y por las urnas.
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