En sus dos mil años de historia la Iglesia Católica de Roma ha tenido un papel incomparable en el desarrollo de la humanidad. El papa de Roma se ha enfrentado a cismas, organizado guerras santas, creado organizaciones caritativas y fomentado la cultura. Ha pasado de tener la última palabra sobre la coronación de reyes y emperadores a no tener ningún papel institucional en la toma de decisiones de los estados europeos, que se declaran aconfesionales. Sus aciertos, como una de las instituciones más longevas de la historia, son indiscutibles. Igual de dramáticos han sido sus momentos más controvertidos.
La cruzada en contra de la ciencia
El 31 octubre 1992, Juan Pablo II, admitía públicamente que la Iglesia se había equivocado al condenar a Galileo Galilei en el proceso de 1633. El científico italiano había escrito dos libros en los que sostenía que la Tierra no era el centro del Universo, como sostenía la Biblia, sino que se movía alrededor del Sol. Pasaron casi 360 años entre la condena y la posterior rehabilitación. Casi tres siglos en los que la Iglesia hizo todo lo posible para frenar el progreso científico. Considerados herejes, muchos pensadores acabaron en las hogueras de la Inquisición, como el filósofo Giordano Bruno. Bruno fue condenado a muerte por sostener, simplemente a través del razonamiento, que tenían que existir otros mundos habitados más allá de nuestro planeta.
Durante tres siglos la Iglesia hizo todo lo posible para frenar el progreso científico
El historiador George Minois en su volumen La Iglesia y la Ciencia (Akal), traza el recorrido de la mala relación entre fe y ciencia desde el mundo greco-romano, pasando por la edad media, cuando a la ciencia se le atribuye un rango inferior con respecto a la teología.
La pérdida de todo poder temporal convirtió la cruzada en contra de la ciencia en una guerrilla de baja intensidad. La teoría de la evolución de Darwin nunca fue condenada oficialmente por el Vaticano, sin embargo Pío IX prohibió a los católicos defender las teorías científicas que se posicionaran en contra de la doctrina de la fe. Será sólo en 1950, con la encíclica Humani Generis, cuando el papa Pío XII limitó el magisterio de la Iglesia a las implicaciones morales de la ciencia y no a la investigación científica en sí misma.
El Holocausto y la relación con los nazis
El silencio del Vaticano sobre el genocidio del pueblo judío ha sido uno de los puntos más controvertidos de la historia reciente. El papa Pío XII fue nuncio apostólico (es decir embajador de la Santa Sede) en Alemania antes de acceder al solio pontificio. A pesar de la actitud anticristiana del régimen nazi, Pío XII nunca quiso romper del todo con el Tercer Reich.
En su ensayo Pío XII y el Tercer Reich, publicado en 1964 y recientemente reeditado por Península, el historiador Saul Friedländer, considera que la razón de este comportamiento estaría en el deseo del Vaticano de mantener una supuesta neutralidad en la guerra. También por miedo de que los católicos alemanes pudieran ser considerados "enemigos de la patria".
Pío XII deseaba que los Aliados y los alemanes dejaran de combatir entre ellos para enfrentarse a la Unión Soviética
El precio más alto de esta política de apaciguamiento lo pagaron cientos de curas católicos que se enfrentaron a la barbarie nazi en absoluta soledad. Es cierto que la Iglesia a nivel local ayudó a muchos judíos a escapar de los campos de exterminio, sin embargo, el pontífice siempre rechazó denunciar en público el Holocausto, como le pidieron los aliados.
En su mensaje de Navidad de 1942, Pío XII condenó el racismo pero los esfuerzos para hacer "más humana" la guerra siempre se quedaron en un nivel de contactos diplomáticos. "La gran esperanza del Papa" - escribe Firedländer - "era que los aliados y los alemanes dejaran de combatir entre ellos para derrotar al comunismo y a la Unión Soviética".
Corrupción y los escándalos financieros
El Instituto para las Obras de Religión, IOR por sus siglas, el banco vaticano, ha estado en el centro de casos de corrupción desde los años ochenta. A pesar de los esfuerzos para ir hacia una mayor transparencia, el banco todavía no ha conseguido limpiar su imagen: en 2018 el ex director Paolo Cipriani y su vicedirector fueron condenados a pagar 50 millones de euros por la mala gestión del ente.
El IOR ha sido acusado de ser un paraíso fiscal, impermeable a las normas de control para impedir el lavado de dinero negro y hasta de tener relaciones con la mafia. La época más negra está asociada a la gestión del Cardenal Marcinkus. En 1982 el banco se vio inmiscuido en un escándalo de sociedades ficticias y bancarrotas financieras para encubrir una red criminal cercana a ambientes de la extrema derecha.
El banco del Vaticano ha sido acusado de actuar como un paraíso fiscal y escapar a todo control sobre lavado de dinero
De hecho la reforma del IOR fue una de las primeras iniciativas del recién elegido papa Francisco. Sin embargo, después de muchos intentos fallidos, sonadas dimisiones e infinitas resistencias de la Curia romana, el pontífice ha conseguido una reforma de mínimos para evitar nuevas fracturas entre cardenales conservadores, celosos de las finanzas vaticanas, y progresistas, dispuestos incluso a cerrar el instituto de los escándalos.
La mayor transparencia ha tenido un coste enorme para el patrimonio del banco vaticano, que ha pasado de 6,3 millones de euros de 2012 a los 5,3 de 2017. Las últimas investigaciones sobre las finanzas de la Santa Sede están recopilados en el libro Avaricia de Emiliano Fittipaldi.
Los abusos
El 23 abril de 2002, en una carta a los cardenales de Estados Unidos, Juan Pablo II afronta por primera vez el escándalo de los abusos a los menores expresando “su aflicción por los curas y religiosos que han causado tan gran sufrimiento entre los jóvenes”.
Un año antes un reportaje del Boston Globe había descubierto que el cardenal Bernard Law había encubierto durante 20 años a los curas responsables de haber acosado a 130 menores.
Desde entonces no han cesado de aparecer nuevos escándalos, provocando una crisis de credibilidad que la Iglesia todavía no ha superado. Hasta ahora la única decisión en firme ha sido cambiar los requisitos para acceder al seminario, con la polémica decisión de excluir a los homosexuales del sacerdocio. Una decisión muy criticada por confundir homosexualidad y pederastia.
Después de casi veinte años, todos los esfuerzos de la Iglesia no han encontrado la manera de enfrentarse al problema de la pedofilia
El papa Francisco se ha reunido en varias ocasiones con las víctimas de abusos sexuales. Ha sido el más firme en condenar esta conducta. Sin embargo las resistencias de la Curia de Roma han impedido ir más allá de unos mea culpa, devolviendo a las diócesis la gestión de los casos.
La Comisión pontificia para la tutela de los menores, creada por el papa Francisco en 2014, propuso la creación de un tribunal eclesiástico para juzgar a los obispos que han encubierto a los curas pederastas. Sin embargo la decisión nunca ha sido implementada.
Para el sociólogo Frédéric Martel, que acaba de publicar, Sodoma: Poder y escándalo en el Vaticano (Roca), la actual crisis que vive la Iglesia es imputable a una “cultura del secreto” que permea la vida eclesiástica. Una cultura que ha permitido los abusos a menores y que es responsable de la doble vida de muchos prelados.
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