“Es sólo un espejismo de democracia interna”. Quien me dijo esto, María del Carmen Prieto, ex diputada andaluza, hace tiempo que se fue de Ciudadanos. Cs se diría que es un partido de flechazo, de calentón, de enamoramiento por ojazos o por labia, pero que decepciona a mucha gente en la política diaria igual que decepciona el cuarto de baño matrimonial, los pelos caracoleros de los que está hecho el amor. Me he acordado de ella, de cuando me hablaba de que el partido que conoció era una “estructura piramidal” y estaba lleno de camarillas, meritorios, favoritos, validos y paracaidistas. A ella le tocó Andalucía, además, donde Cs se tuvo que inventar a partir de realquileres, rebotados y chusqueros municipales, encumbrando a un Juan Marín que luego se dedicaría a abanicar a Susana Díaz en el Parlamento regional con tono y horas de flauta de pastor. Incluso ahora, dirige un “cambio” que mantiene a altos cargos del PSOE andaluz en sus puestos de la Junta porque no tienen gente, capacidad o ganas para cubrirlos. Me he acordado de esta ex diputada, sí, con las primarias de Cs en Castilla y León, primarias de aritmética líquida, desmayos en los recuentos y rectificación final con carraspera.
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