La convocatoria de elecciones para el 28 de abril ha pillado a Ciudadanos con el pie cambiado y no acaba de encontrar su espacio. El partido de Albert Rivera cae en las encuestas, aún no se ha repuesto del escándalo de las primarias de Castilla y León e internamente le crece el malestar en un sector del partido por haber dejado crecer la percepción de que los naranjas están más cómodos pactando con Vox que con el PSOE.
Para remontar el bache, Ciudadanos lo está apostando todo a su política de fichajes, con la que aspira recuperar la imagen de centro perdida. Al captar para sus filas a personalidades de la sociedad civil, alejados de la política, quiere el partido de Rivera recuperar la imagen centrista y liberal de partido regenerador con la que apenas hace un año era favorito en las encuestas.
En esa línea se enmarcan tanto el fichaje de Marcos de Quinto, exvicepresidente de Coca-Cola, como número dos por Madrid de la lista de la formación naranja al Congreso de los Diputados por Madrid; así como la elección como número tres por Madrid de Sara Giménez, una prestigiosa abogada y activista gitana, representante de España ante el Comité Europeo contra el Racismo y la Intolerancia, un organismo del Consejo de Europa; el último en incorporarse a la lista, como número cuatro, ha sido la incorporación del abogado del Estado purgado por el Gobierno de Sánchez, Edmundo Bal.
Fichajes estrella vs. fichajes fallidos
Sin embargo, la política de fichajes también está dividiendo al partido y creando malestar interno por la llegada de paracaidistas a las listas, en detrimento de la militancia de base.
El más dañino ha sido el fichaje fallido de Silvia Clemente, presidenta del Parlamento de Castilla y León hasta cinco días antes de anunciar su incorporación al de Albert Rivera. Más que efecto regenerador, el impacto ha sido demoledor. Primero, porque un amplio sector del partido y la militancia no entendió que el partido (aunque no Rivera explícitamente) apostara por una candidata del PP, el mismo que lleva tres décadas gobernando en la comunidad que prometen regenerar. El fiasco culminó con la accidentada victoria, revelación de pucherazo incluido, del diputado Francisco Igea que había desafiado los designios de Rivera.
Desde el partido reconocen que el escándalo de las primarias de Castilla y León, en el que Igea resultó vencedor tras demostrar que había más votos que afiliados, "hacen daño en el ADN regenerador del partido". Reconocen el error, pero internamente hay cierta decepción ante la falta de contundencia a la hora de depurar responsabilidades por la mala praxis en el proceso, ni la intención de investigar hasta el fondo quién alteró las votaciones.
Lo único bueno que sacan de este fiasco del proceso de primarias es el aumento de popularidad de Igea en Castilla y León, cuya accidentada victoria le ha convertido en un símbolo interno.
Lo peor para el partido naranja es que el escándalo puede no haber acabad ahí. Tras el episodio de Castilla y León, militantes de otras provincias han denunciado públicamente las primarias telemáticas de Ciudadanos en Murcia, Madrid y Cantabria. Piden cotejar sus datos de emisión de votos con los que les dé la comisión de garantías del partido, para descartar irregularidades.
El riesgo oculto de la foto de Colón
Pero el gran reto al que se enfrenta Ciudadanos, fichajes aparte, es encontrarse cómodo en su espacio. Desde la manifestación de Colón por la unidad de España en la que Albert Rivera se dejó fotografiar, pese a que no estaba previsto, junto a los líderes del PP y Vox, la percepción de su giro a la derecha se ha ido agravando sin que se traduzca en una mejora en las encuestas. A eso hay que sumarle el veto explícito a gobernar con Pedro Sánchez, lo que deja como única alternativa posible, al menos en la teoría, el llamado "tripartito de derechas" con PP y Vox. Una nomenclatura que por cierto incomoda a gran parte de los diputados de origen socialdemócrata. Alejarse del centro en la percepción de los votantes, según revelan las propias encuestas internas que maneja Ciudadanos, ha empezado a percibirse internamente como un problema.
La manifestación de Colón marca el antes y el después. La convocatoria se produjo a raíz del escándalo del relator por parte del Gobierno de Pedro Sánchez. Ciudadanos reaccionó anteponiendo la unidad de España a todo lo demás y convocó una marcha que terminó uniendo a Albert Rivera con Pablo Casado y Santiago Abascal bajo la bandera de España de Colón.
Salir en una misma foto con Vox, algo que ni siquiera se produjo con la llegada al Gobierno de Andalucía en enero con el apoyo de los 12 escaños de la formación de Abascal, puede haber tenido un efecto más dañino de lo que Rivera previó. Por una parte, porque está espantando a los votantes de centro izquierda (600.000 votos que antes iban a Cs ahora podrían volver al PSOE según las últimas encuestas). Pero también está acentuando la fuga de Cs a Vox.
Hay más de un millón de votantes del PP que nunca habían votado a Cs, pero que desde 2016 decían que podrían votar a Rivera. Por eso él llegó a ser el favorito en las encuestas de hace un año cuando todavía estaba Rajoy en el poder. Una parte de ese millón de votantes decepcionados con el PP que Ciudadanos estaba esperando seducir en las próximas elecciones generales, están pensando votar a Vox el 28-A.
Paradójicamente, la foto de Colón les anima indirectamente a ello porque normaliza un partido que pasa de ser un tabú de extrema derecha a percibirse como constitucionalista a medida que se acercan a él Pablo Casado y Albert Rivera. Si los líderes de estos dos partidos se fotografían con Abascal, a los votantes decepcionados con aquéllos les deja de resultar extraño votar por la extrema derecha. Tan extrema no será, pensarán esos electores, si el centro se fotografía con ella. Y ahí está el gran error de cálculo.
“Había un voto descontento del PP que se iba a Ciudadanos aunque a una parte de los conservadores católicos no le gustara el partido de Rivera en lo social”, explica Carlos Barrera, catedrático de la UNAV. “Estaban dispuestos a votar a Ciudadanos porque compartían su interés en la unidad de España y querían castigar al PP, aunque no comulgaran con sus valores conservadores, pero ahora se identifican más con Vox”.
Convertirse en símbolo de la defensa de la unidad de España le había funcionado bien en Cataluña, donde Inés Arrimadas llevó al partido liberal a ganar las elecciones aunque no obtuviera mayoría para gobernar. También en Andalucía, donde Ciudadanos logró entrar en el gobierno con un PP mermado mientras duplicaban sus votos. Pero la fuerza con la que Vox ha emergido en Andalucía, donde logró 12 escaños, ha cambiado el tablero.
En Andalucía ha habido otro error de calculo que explica parte del descoloque que sufre ahora Ciudadanos. La precipitación de las elecciones generales el 28 de abril no ha dejado tiempo a que el Gobierno de la Junta presente resultados de su gestión. El partido de Rivera contaba con que antes de las Generales, pasara suficiente tiempo para mostrar un balance regenerador y dejar claro que Vox no pinta nada en el Gobierno andaluz, más allá del apoyo en la investidura que este partido firmó con el PP. El adelanto electoral arrebata ese balance.
"Paradójicamente Ciudadanos niega estar más cerca de Vox, pero la inercia es percibir a Cs más a la derecha desde el pacto que permitió el cambio de Gobierno", afirma Juan Montabes, Catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Granada. "Es cierto que Cs no firmó ningún acuerdo tripartito, pero eso posiblemente no se pueda mantener permanentemente".
Ciudadanos no lo tiene fácil. Por una parte, el índice de animadversión hacia Sánchez entre sus votantes es mayor que la que tienen los votantes del PP. Así que marcar distancias con el PSOE es fundamental. Sin embargo, acercare a Vox le puede salir caro. ¿Hay espacio en el centro?
Mucha campaña
Falta más de un mes para la cita en las urnas y todavía pueden cambiar muchas cosas. Lo que ocurra hasta el 28-A va a ser determinante para todos los partidos, pero especialmente para Ciudadanos, que tendrá que elegir entre frenar la fuga de votantes por la izquierda o por ala derecha.
Las campañas electorales solían mover entre un 5 y un 8% de los comportamientos, pero en las últimas citas electorales los expertos insisten en que las últimas semanas antes de unas elecciones tienen una incidencia en el voto final mucho mayor. Según el CIS, en las elecciones andaluzas una tercera parte de los electores modificó su voto en la campaña y el 15% en la última semana.
Ciudadanos va a tener que redefinir su estrategia a marchas forzadas para recuperar el electorado que se le está desvaneciendo en las encuestas. Seguirá anunciando fichajes como el de Marcos de Quinto mientras ultima las listas con el objetivo de cimentar un perfil propio que lance un mensaje moderado, centrista y liberal. Pero esto ya no va de nombres, lo que está en juego es la credibilidad de su discurso.
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