El agua sigue siendo uno de los grandes problemas del siglo XXI para la humanidad. La gestión de los recursos hídricos a nivel mundial requiere nuevas soluciones para contrarrestar los crecientes desafíos derivados del aumento de población y el cambio climático. El panorama, lejos de ser halagüeño, se calificar como preocupante. Más de 2.000 millones de personas carecen de acceso al agua potable y más del doble no cuenta con acceso a servicios de saneamiento seguro. Como consecuencia del rápido crecimiento de la población mundial, se prevé que la demanda de agua aumente en casi un tercio para el año 2050. Ante un patrón de consumo acelerado y del el mencionado deterioro ambiental creciente, es evidente que son necesarias nuevas formas de gestión.
Desde Naciones Unidas se vienen lanzando campañas de concienciación a nivel mundial en las que se aconseja trabajar con la naturaleza y no contra ella. La demanda de agua aumentará y el desafío es satisfacer esta demanda de una manera que reduzca el impacto negativo en los ecosistemas. La naturaleza ha enviado ya muchas señales al ser humano. Alrededor de dos tercios de bosques y humedales se han perdido o degradado desde el inicio del siglo XX y el suelo se está erosionando. La contaminación del agua ha empeorado desde la década de 1990 en la mayoría de los ríos de África, Asia y América Latina. Con este panorama, ha aumentado el riesgo de inundaciones y sequías, lo que a su vez tiene un impacto en el cambio climático: es un círculo vicioso. Se sabe también que la escasez de agua puede conducir a disturbios civiles, migraciones masivas e incluso conflictos dentro y entre los países.
Hace ya tiempo se estableció la necesidad de garantizar un volumen adecuado de agua de calidad apropiada, para apoyar y mantener los ecosistemas saludables. Sin embargo, la naturaleza también juega un papel único y fundamental a la hora de regular las diferentes funciones del ciclo del agua, en el que puede actuar como regulador, limpiador y proveedor. Las soluciones basadas en la naturaleza abarcan desde la escala micro o personal (por ejemplo, un inodoro seco) hasta las aplicaciones a nivel de paisaje, que incluyen la agricultura de conservación. Hay soluciones apropiadas para entornos urbanos, como los muros verdes, los jardines en azoteas e infiltraciones con vegetación o cuencas de drenaje, así como para entornos rurales.
Un derecho sin reflejo en la vida real
En el año 2010, la Asamblea General de las Naciones Unidas, reconoció el derecho humano al agua y el saneamiento, señalando que la población mundial debe tener acceso a este recurso para uso personal y doméstico. Sin embargo, ese derecho plasmado en un papel no se ejecuta en la vida real. Se estima que cada año mueren casi un millón de personas a causa de la diarrea, como resultado del agua potable insalubre, el saneamiento y la higiene de las manos, mientras que 2.100 millones de personas carecen de agua potable en el hogar.
Para abordar este problema se requiere una inversión adecuada en la infraestructura e impulsar iniciativas para crear conciencia en la sociedad sobre la importancia de cuidar y gestionar adecuadamente este recurso. Es fundamental proteger y recuperar los ecosistemas relacionados con este recurso, como los bosques, montañas, humedales y ríos.
El cambio climático y sus efectos aceleran el aumento de la escasez de agua. Esto conducirá a mayores fluctuaciones en el agua de lluvia recolectada. Por otra parte, el crecimiento de la población, los cambios demográficos y la urbanización ya plantean desafíos para los sistemas de suministro de agua.
En el año 2015, sólo más de 5 millones de personas utilizaron los servicios de agua potable administrados de forma segura. Sin embargo, los desafíos todavía son muchos para asegurar que la población mundial tenga acceso a este recurso para 2050. Se calcula que para el año 2025, la mitad de la población vivirá en áreas con estrés hídrico. Esto se puede solucionar si se comienza a integrar sistemas que permitan aprovechar y reutilizar las aguas residuales.
Para mejorar la gestión hay que aprovechar todos los recursos hídricos. La Organización Mundial de la Salud y Unicef también han compartido una serie de pautas de calidad del agua que incluyen agua potable, uso seguro de aguas residuales y entornos de agua recreativa seguros. Se impulsó el proyecto Wash Fit, una herramienta de mejora de instalaciones de agua y saneamiento para la salud, una adaptación del enfoque del plan de seguridad del agua.
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