Desde que la MTV estrenó el videoclip de Smells like teen spirit hasta que Kurt Cobain se quitó la vida pasaron 30 meses. Desde septiembre de 1991 hasta abril de 1994. Suficiente para cambiar el curso de la música popular de nuestro tiempo de manera tan inesperada como tajante, en un sorpasso que se materializaba en enero de 1992 cuando Nevermind, el segundo álbum de Nirvana -del que 'teen spirit' era primer single- desbancaba al Dangerous de Michael Jackson del número 1 en Estados Unidos.
Nirvana dejó de ser un grupo de rock alternativo del montón para convertirse en todo un fenómeno social de escala planetaria
El ruido y la furia ocupando el trono del pop. Ese fue el rubicón que sin darse cuenta entonces cruzaron Kurt (vocalista y guitarrista) y sus compinches Krist Novoselic (bajista) y Dave Grohl (batería, hoy líder de Foo Fighters). El crucial punto de inflexión de sus vidas. Porque, claro, los tres esperaban que pasara algo, pero desde luego no esperaban que pasara eso. Y lo que pasó fue que dejaron de ser un grupo de rock alternativo del montón para convertirse en todo un fenómeno social de escala planetaria.
La transformación se completó durante el último trimestre de 1991, mientras Nevermind despachaba 300.000 copias por semana. Cifras salvajes para un grupo cuyo álbum de debut, Bleach (1989), había vendido 40.000 unidades en Estados Unidos antes del advenimiento de su aclamado sucesor, que se estima que acumula más de 35 millones -a su rebufo, Bleach sobrepasa por los 3 millones de copias-. Un tsunami de proporciones bíblicas asolando las viejas tiendas de discos como si fueran las siete plagas del apocalipsis.
Más allá de las cifras, siempre tan golosas, Nirvana marcaron un antes y un después, haciendo del grunge la banda sonora indiscutible y omnipresente de la primera mitad de los años noventa. Convirtiendo sus canciones en el altavoz de toda una generación indolente, angustiada y rabiosa a partes iguales. Para acotar, se relaciona a Nirvana con la generación X, pero eso es quedarse bastante corto, pues su impacto fue mucho más allá y logró, en su eclosión, abrir la puerta a todo un pelotón de bandas, clásicas contemporáneas todas ellas, como Pearl Jam, Soundgarden o Alice in Chains.
Como cantante y principal compositor, Kurt Cobain pasó asimismo de ser el niño inadaptado de una familia disfuncional a todo un líder espiritual. Su magnética imagen, sus aullidos de dolor y su lírica desilusionada dando sentido a una música rotunda hicieron de él un icono que marcó incluso tendencia en la moda. Porque en Seattle, frondosa zona boscosa, llueve y hace frío, por lo que las camisas de leñador de franela con pantalones vaqueros eran la opción lógica, vale. Pero es que ese estilismo llegó a verse incluso en las calles de Écija a 45 grados a la sombra. Un disparate magnífico como precio a pagar por la militancia.
El estilismo de Kurt Cobain llegó a verse incluso en las calles de Écija a 45 grados a la sombra
Con millones de jóvenes así uniformados en todo el planeta, Kurt Cobain era poco menos que el Mesías definitivo de la música. Un artista con la suficiente sensibilidad como para conectar desde su introvertida soledad con la gran colectividad. Pero también era adicto a la heroína y a todo tipo de sustancias que no ayudaban en absoluto a asimilar semejante chute de realidad.
Así, en un ambiente de locura colectiva llegó el tercer y último álbum del grupo, In utero (septiembre de 1993), que inicialmente iba a llamarse I hate myself and I want to die. Finalmente fue In utero, un nombre más comedido pero que podría interpretarse como la casi nula diferencia entre morir y aún no haber nacido. Un coste altísimo, una deuda impagable, que terminaría llevándose a Kurt por delante.
Y eso que Kurt admitió públicamente que quería ser famoso, que quería que su música creciera pero, al mismo tiempo, estaba claro que no quería ser ni el John Lennon ni el Sid Vicious de su generación. Y justamente eso terminó siendo, pues era visto como una visceral mezcla del talento compositivo del beatle y la actitud temerariamente punk del segundo. Cuando Cobain se alió con su esposa Courtney Love, la balanza se inclinó del lado del vicio y ni tan siquiera el nacimiento de su hija pudo ayudarle. De hecho, todos en su entorno lo vieron ocurrir a cámara lenta ante sus ojos pero fueron incapaces de hacer algo, como paralizados por la impresión.
Una trágica historia de autodestrucción, en definitiva, que tuvo un primer aviso el 3 de marzo de 1994, cuando el músico fue hospitalizado por una sobredosis de tranquilizantes y champán. Estaba en Roma, en plena gira con la banda y este fue un primer intento de suicidio. Nirvana no volvería a tocar nunca más, quedando su concierto del 1 de marzo en Munich como su canto del cisne en vivo. De vuelta en casa, Courtney tuvo que avisar a la policía después de que su marido se encerrara en una habitación con una pistola y, poco después, organizó una intervención con allegados, de la que surgió el compromiso de Cobain de ingresar en rehabilitación en Los Ángeles.
Pero apenas duró unas horas, se fugó y cogió un avión de vuelta a casa en el que coincidió con el bajista de Guns n' Roses, Duff McKagan, también oriundo de Seattle, quien relató después que quizás en ese encuentro podría haber hecho algo por salvar la vida de su colega. Pero no lo hizo, como tampoco lo hizo nadie. Kurt Cobain desapareció y fue encontrado muerto en su casa el 8 de abril de 1994, tres días después de quitarse la vida de un disparo el 5 de abril, hace ahora 25 años. Ingresaba así en el funesto Club de los 27, al que pertenecen todas las jóvenes estrellas de la música que murieron a esa edad (Jimi Hendrix, Jim Morrison, Janis Joplin...).
Moría así el icono y nacía el mito, la leyenda. El mártir del grunge que encabezó una revolución cultural al convertirse en catalizador del descontento de la juventud. Un chamán que respondía con música a las preguntas adolescentes desde su púlpito en la entonces influyente MTV. Un pequeño gran héroe sin superpoderes que perdió la batalla contra sus propios demonios ante todos nosotros. Un referente cultural que alcanzó la inmortalidad a través de canciones como Smells like teen spirit, Come as you are, Lithium, About a girl o Rape me.
El mártir del grunge encabezó una revolución cultural al convertirse en catalizador del descontento de la juventud
Un emblema del final del siglo XX que aún después de muerto volvió a reinar en todo el planeta con ese MTV Unplugged de tono lúgubre, casi fúnebre, que bien podría interpretarse como su propio funeral televisado. Grabado en noviembre de 1993, ese recital adquirió todo el sentido tras la muerte de Cobain y fue emitido en bucle por las televisiones de todo el mundo incesantemente desde su estreno en noviembre de 1994. Un conmovedor testamento, una despedida apresurada repleta de himnos amargos.
Himnos que pertenecen a una época concreta pero son atemporales, como bien resumió Dave Grohl el pasado verano en entrevista con GQ: "No pongo discos de Nirvana. De todas maneras, las canciones siempre están ahí. Me subo al coche y están sonando en la radio. Voy a una tienda y están ahí. Es una experiencia demasiado personal para mí. Recuerdo los pantalones que vestía en cada grabación o si estaba nevando el día en que grabamos tal o cual canción. Sigo encontrando nuevos significados en las letras de Kurt. No quiero sonar revisionista, pero cuando me topo con una canción y lo escucho, pienso 'guau, no sabía que se sentía de esa manera'".
Más trascendente aún se pone el líder de Green Day, Billie Joe Armstrong, quien declaró a Associated Press con motivo del 20 aniversario de la muerte de Kurt Cobain: "El tipo escribía canciones hermosas. Cuando alguien expresa de manera tan honesta la misma esencia de lo que son, de lo que sienten, puede expresarlo así, no sé, creo que es increíble. Recuerdo escuchar Nevermind cuando salió y pensar 'por fin tenemos a nuestros Beatles', y desde entonces no ha vuelto a suceder. Eso es lo interesante, pensé que quizá en los próximos 10 años, bueno si no en los próximos 10, quizá... esa fue realmente la última revolución del rock n roll".
La revolución, por tanto, sí que fue televisada. Pero no por la CNN, sino por la MTV.
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