La historia de Ignacio está llena de embalajes. El de las maletas de cuatro generaciones que desde la Guerra Civil Española llevan cruzando océanos de un lado para otro y acumulando en su equipaje recetas de países tan diversos como China, México, Vietnam y Venezuela, el país donde finalmente se asentaron sus abuelos. Tal era el gusto de la familia por la cocina, que Ignacio Mondragón recuerda que en su comunión el menú incluyó pollo Thai, crepes de pato y paella valenciana.
De todo ello se acordó Mondragón cuando al terminar un máster en una escuela de negocios madrileña sólo pudo encontrar un trabajo de comercial puerta a puerta. Entonces cruzó la calle María de Molina, donde estudiaba, y le pidió a su amigo de la infancia Andoni Goicoechea que le diera trabajo como camarero en la hamburguesería que acababa de abrir. Era el primer local de Goiko Grill. “Estuve de camarero y luego fui el primer y único franquiciado de la compañía hasta que salimos, pero ya me había picado el gusanillo de la restauración”, afirma Mondragón.
Ese gusanillo se ha convertido en un concepto original, con lo difícil que eso resulta en estos tiempos. En “Embalados” todo viene envuelto – en tacos, fajitas, cestas de plátano u hojas de lechuga – aunque el relleno no sea el esperado para el envoltorio. Porque lo que busca es sorprender a través de la fusión. Desde cochinillo a la naranja a gambones, pasando por el pollo mexicano o las verduras en un mix con mucho acierto. Además, cuando se degusta en el pequeño local que tienen desde hace seis meses en el barrio de Chueca de Madrid, los embalados se sirven en estuches tan peculiares como pequeñas cajoneras o maletas de viaje.
Sin embargo, es en el servicio a domicilio donde Mondragón y su equipo – el cocinero se llama Guillermo y también es venezolano – han echado el resto. Con unas instrucciones como las de Ikea, con su correspondiente traducción al sueco, la comida viene dividida en compartimentos y exige al usuario que la monte. “Viene por un lado la proteína, por otro la verdura, por otro la salsa y el envoltorio. Así la comida llega en perfecto estado y caliente como recién hecha gracias al vulcanfoil que nos hemos inventado”, explica. Ese vulcanfoil es una piedra envuelta en papel de aluminio e incandescente que acompaña al pedido.
Una comida para disfrutar de una diversidad de influencias al mismo tiempo. Como su cochinillo a la naranja, donde el típico asado español se une a la mexicana pasta de achiote. O el "pollolivo", una pechuga rellena de queso y envuelta en aceitunas negras. Costillas cocinadas durante 24 horas a baja temperatura 0 pescado al miso completan una carta que tiene opciones para todos los gustos.
En Embalados merece la pena dejar un hueco para los postres que, embalados como no podía ser de otra manera, también sorprenderán al comensal. Como el Diplomat de chocolate, que combina capas de mousse de chocolate negro con galleta infusionada en café y cheesecake de chocolate blanco.
Si Mondragón es reponsable de la originalidad de Embalados, no lo es del sabor de sus platos. "Yo no tengo ni idea de cocina. Veo algo en Instagram y le digo a Guillermo 'lo quiero', y no paro hasta que lo hace", concluye el venezolano. No sabemos qué diría aquel bisabuelo si levantara la cabeza.
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