“No soy ningún criminal. Quiero dinero y el rinoceronte me proporciona muchísimo dinero. Mato por dinero. Punto”, sentencia Antonio de manera altiva y sin cuestionarse a si mismo. Este mozambiqueño, de unos 30 años de edad, es cazador furtivo. Lleva años matando rinocerontes. Primero en su país, Mozambique, hasta que los consiguieron extinguir, y ahora en Sudáfrica. “He matado un total de 22”, sentencia sin inmutarse como si estuviese hablando de pollos o conejos. Para él lo importante es el dinero, no la presa. “Cuando comencé me pagaban 58 euros por kilo de cuerno y, actualmente, el kilo se puede llegar a pagar a casi seis mil euros”.
En el mercado negro el kilo de cuerno de rinoceronte puede alcanzar los 100.000 euros, más que la cocaína, el oro o los diamantes
En el mercado negro el valor del kilo de cuerno de rinoceronte puede alcanzar hasta los 100.000 euros. Es decir, más que la cocaína, el oro o los diamantes. Por ese motivo, actualmente en Sudáfrica hay una guerra invisible entre los cazadores furtivos y las unidades de rangers que protegen los parques naturales y las reservas. Una guerra que ha costado la vida, desde 2007, a más de 400 personas entre furtivos y rangers. “Sin la complicidad de los guardas de los parques sería imposible cazar a los animales. Repartimos parte del dinero con ellos para que nos dejen operar dentro con total impunidad. Y para sacarlo de Sudáfrica también sobornamos a los guardias. Envolvemos el cuerno en pañales de bebé y los metemos dentro de las maletas. Les damos una pequeña gratificación y conseguimos cruzar la frontera. Y, una vez en Mozambique, se lo entregamos al hombre de negocios que nos contrató para que él se lo venda a los chinos o a los vietnamitas”, sentencia este furtivo, padre de cuatro hijos.
Sudáfrica es el país del mundo con más ejemplares de rinoceronte. Se calcula que debe haber cerca de 20.000 blancos y unos 5.000 negros. El departamento de Asuntos Ambientales de Sudáfrica calcula que al ritmo actual, si no se ponen medidas para proteger a los animales, en unas tres décadas se acabarán extinguiendo. Y eso a pesar de que en 2018 las cifras de animales abatidos fueron sensiblemente inferiores a años anteriores, registrándose 769 rinocerontes asesinados. Que comparado con los 1.028 de 2017 supone una reducción del 25%, pero hay quien cree que estas cifras siguen siendo catastróficas a pesar de que, por primera vez en cinco años los ejemplares abatidos bajaron del millar. “En Sudáfrica tenemos una guerra contra los furtivos y la estamos perdiendo”, afirma de manera tajante el empresario John Hume.
Este hombre de negocios lleva más de 20 años criando rinocerontes en su rancho. Actualmente tiene más de 1.800 ejemplares en semi libertad. El 35% del total de estos mamíferos se encuentran en reservas. Es decir, casi 7.000 ejemplares. Hume tiene la reserva más grande del mundo. Este hombre es partidario del descuerne preventivo para evitar que los cazadores furtivos acaben con los rinocerontes para cortales el cuerno. “Soy partidario, además, de la venta legal y controlada del cuerno. Tengo más de seis toneladas de cuernos en diferentes cajas fuertes de bancos y espero que, en un futuro no muy lejano, el gobierno sudafricano lo legalice para acabar así con esta lacra de los furtivos porque es la única manera de evitar que se extingan”, sentencia.
Aunque pueda parecer sorprendente, el cuerno del rinoceronte vuelve a crecer a un ritmo de ocho centímetros anuales. Es pura creatina, la misma proteína que los humanos tenemos en las uñas y en el pelo; y por lo tanto se regenera. “La amputación preventiva del cuerno es la manera más eficaz de salvar la vida de estos animales. Le quitamos un pedazo pero sin dañar al animal”, afirma Johnny Honor, responsable del rancho de Hume.
En países de oriente, el cuerno es reducido a polvo para crear pócimas mágicas capaces de curar el cáncer o la impotencia
¿Y para qué sirve el cuerno del rinoceronte? Esa sería la pregunta del millón. Para nada, sería la respuesta correcta. Pero en la cultura asiática se cree que tiene propiedades mágicas. El cuerno es reducido a polvo para crear pócimas mágicas capaces de curar el cáncer o la impotencia. Sí, no es broma. Los asiáticos creen que este apéndice puede curarles de cualquier mal pero, obviamente, no está probado científicamente. También hay quienes, por simple codicia, usan el cuerno para el diseño de joyas de lujo. Estamos llevando a este animal a la extinción por brujería y por tener una pulsera o un collar.
Personas como John Hume quieren preservar a estos animales. Pero, ¿es un filántropo o un ávido hombre de negocios que sabe que el día que se legalice la venta del cuerno será multimillonario? En esta guerra sobre el terreno, quienes se baten el cobre contra los furtivos son los rangers. “Los cazadores son, cada vez, más agresivos. Antes llevaban un rifle de caza mayor para abatir al rinoceronte pero ahora, además, llevan rifles automáticos, tipo AK 47, para atacarnos a nosotros. Hay muchísimo dinero en juego en este negocio y no están dispuestos a perderlo”, comenta Vincent Barkas, fundador de la empresa Pro- Track cuya misión principal es la de preservar la fauna de las reservas naturales, en especial a los rinocerontes.
“Un furtivo puede ser cualquier persona. Vienen de Mozambique donde han acabado con todos los ejemplares de estos mamíferos. Son gente muy joven, de 18 a 30 años, físicamente muy duros y que están dispuestos a dormir a la intemperie durante cuatro o cinco días, sin preocuparse por los elefantes o los leones, hasta conseguir su objetivo. Para ellos su motivación es meramente económica. Viven en la pobreza más absoluta y no tienen nada que perder, más allá de la vida”, comenta Barkas, quien lleva más de dos décadas combatiendo a los furtivos y los conoce a la perfección.
Furtivos como Nelson, un mozambiqueño que vive en el poblado de Massingi a varias horas en coche de la frontera con Sudáfrica y del Parque Krugger, reserva natural donde quedan miles de rinocerontes. Nelson es cazador furtivo o, mejor dicho, lo fue. Abatió un ejemplar por el que recibió 3.750 euros. Con ese dinero construyó su casa para dar un techo a su familia. Hasta ese momento vivían entre chapas y telas… “Aquí la vida es muy, muy complicada. Vivimos en la pobreza más absoluta”, se sincera este hombre de aspecto afable y sonrisa sincera. “Sólo maté a uno porque no necesitaba más”.
Nelson tiene el cuerpo lleno de costurones de los impactos de bala que recibió de los rangers cuando iba a matar a un rinoceronte
Nelson recibió un segundo encargo. Y ese salió mal. Se encontró con los rangers y comenzó un enfrentamiento armado donde este mozambiqueño se llevó la peor parte. Tiene el cuerpo lleno de costurones debido a los varios impactos de bala que recibió por parte de los guardias del parque y que estuvieron a punto de costarle la vida. “En Massingi somos gente muy pobre, la mayoría de los hombres son furtivos. Lo entiendo. El estado nos abandonó hace años. No le importamos a nadie y matar rinocerontes, para cortarles el cuerno, es una de nuestras pocas salidas. No estoy orgulloso de hacerlo pero gracias a eso mis hijos tienen una casa en la que cobijarse. ¿No haríais vosotros lo mismo?”, lanza la pregunta.
La vida nos pone en diferentes tesituras y, ¿quiénes somos nosotros para juzgar a Nelson? ¿No mataríamos por nuestros hijos? Pues eso… Nadie nace malo, la vida nos lleva por un camino u otro y nosotros tenemos que escoger. Mientras tanto, el rinoceronte se acerca a su extinción. Pero si seguimos mirando a Massingi, y no a China, no seremos capaces de evitarlo.
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