Cuando Ayrton Senna posaba su mirada en alguien y sonreía, lo normal es que esa persona quedara prendada. El brasileño, que falleció hace 25 años en el circuito de Imola, tenía un carisma que desbordaba todos los niveles. Cautivaba a la gente sin importar las distancias. En las cortas, el paddock le seguía cual mesías; en las largas, llegaba a millones de fans en Brasil y en todo el mundo a través del televisor. Un fenómeno de masas mucho antes de las redes sociales.
"Senna tenía una personalidad que te arrollaba dentro y fuera del coche", cuenta el periodista José María Rubio, uno de los dos autores del libro Senna, historias desconocidas, 25 años más tarde (Motorpress Ibérica) que ha salido recientemente a la venta. "Ayrton era como el líder de una secta, tenía un séquito de fieles. Tenía un gancho que los otros no tenían y que ninguno ha tenido después", añade Rubio, que ha cubierto más de 600 Grandes Premios desde la década de los 70. Este veterano navarro, que escribió el libro junto al brasileño Lemyr Martins, disfrutó en primera persona de los éxitos de Senna en los 80 y los 90 hasta que el piloto brasileño perdió la vida el 1 de mayo de 1994 en Italia.
Hamilton es un rockero que monta sus shows, pero no hay ninguno con el carisma de Senna"
Talentoso como pocos y dueño de un carisma descomunal, Senna fue uno de esos genios que ofrece el deporte de tanto en tanto. Un tipo transversal, palabra tan manida en época electoral, un piloto de una familia rica de Brasil que consiguió inundar de alegría las casas de los más pobres. Era tal la fama que tenía en su país que fue enterrado en el cementerio de Morumbí de Sao Paulo con honores de estado, tres días después del accidente. “Nada me puede separar del amor de dios”, se lee en su tumba.
"No hay ninguno que se le parezca porque el carisma que tenía él no lo tiene nadie. Además de buen piloto, conectaba con la gente y era muy religioso. Estaba siempre rezando", explica Rubio. "Hamilton es un rockero que monta sus shows, con sus tatuajes y sus pendientes. Es lo que se lleva ahora. Pero Senna era diferente. Estabas cinco minutos con él y ya pensabas mal de Prost. Siempre tenía un gesto cariñoso con todos en un deporte donde los pilotos son por lo general muy egoístas".
En las páginas del libro se cuentan anécdotas y vivencias desconocidas hasta ahora de triple campeón del mundo de Fórmula 1. Recuerdos que tanto Rubio como Martins escucharon del propio Senna y de su círculo más cercano. Como cuando Senna se estampó en Mónaco y en vez de ir al garaje de su equipo se fue directo a su casa, sin ducharse. Estuvo esperando media hora en la puerta porque la persona que estaba dentro no le esperaba tan pronto.
O como cuando tenía 13 años, pilotaba en kart, y le pidió a un mecánico español que le montara el motor de su bólido en menos de 48 años para una carrera. "Con esa edad ya exigía. No sé cómo, pero al final me convenció", le contó este mecánico ya fallecido a Rubio. "Le tuvo dos noches enteras trabajando sólo porque le engatusó. Aunque no lo hacía de forma premeditada, Senna te acababa liando siempre. Senna era así, espontáneo. Y no como ahora que los pilotos van con un jefe de prensa debajo de cada brazo".
El accidente que cambió la seguridad en la Fórmula 1
Domingo 1 de mayo de 1994. Vuelta 7 del Gran Premio de San Marino en el circuito de Imola. Una curva, Tamburello. El bólido a más de 300 kilómetros por hora. Nada raro para él: a sus 34. años, ya lo ha hecho miles de veces. Pero aquella sería la última para Ayrton Senna.
Aquella mañana le pidió a dios que hablara con él y leyó un pasaje de la biblia", recuerda su hermana Viviane
“Aquella mañana le pidió a dios que hablara con él y leyó un pasaje de la biblia que decía que dios le daría el mayor de los regalos, que era el propio dios”. La frase la pronuncia casi con la voz entrecortada la hermana de Ayrton Senna, Viviane, en un documental que se estrenó en 2010 sobre la vida y muerte del legendario piloto brasileño.
"Yo estaba ahí. Escuché el golpe pero no lo vi, fue a 300 metros de mí", recuerda Rubio sobre ese momento. Senna perdió el control de su coche porque aparentemente la barra de la dirección se soltó. La pieza salió disparada y le dio de lleno en el casco. Atravesó la coraza y le golpeó en la cabeza. Los doctores han sostenido que si le llega a dar unos centímetros más abajo o más arriba, Senna seguiría vivo.
Su muerte, apenas un día después de la de Roland Ratzenberger en el mismo circuito, cambió para siempre la seguridad en la Fórmula 1. Desde entonces, no ha vuelto a morir ningún piloto en un accidente de carrera.
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