Han sido el peso ligero que inclinaba la balanza. Lo han hecho durante décadas y cobrando siempre un elevado precio. Hacia la derecha hoy, hacia la izquierda mañana. A menudo los gobiernos de la democracia han bailado a su son, más por necesidad que por voluntad. También han caído por sus votos. A partir de la noche del domingo en el PNV quieren seguir marcando el ritmo en España. Pero en estas elecciones generales ya no son los únicos, no al menos en Euskadi, que se disputan esa batuta. Al partido de Andoni Ortuzar le ha salido un adversario que quiere arrebatarle la condición de ‘defensor de lo vasco en Madrid’ que hasta ahora ostentaba sin competencia en las elecciones generales. Y lo tiene en casa: EH Bildu.
Tras este 28-A en Sabin Etxea están doblemente inquietos. La primera razón es saber si la campaña que tanto les preocupaba, en plena Semana Santa y en un contexto de polarización máxima en España, les da nuevos frutos como para ampliar su peso de 5 a 6 sus escaños en el Congreso (y ocho senadores). La segunda inquietud procede de la izquierda abertzale, un mundo hasta hace poco ajeno a las instituciones nacionales 'españolas' y en las que ahora aspira a ser “determinante” y “útil” en la defensa de los intereses vascos. La mimetización de Bildu con el mensaje tradicional del PNV es evidente y ha abierto una pugna por el peso decisivo que puedan tener los escaños de unos y otros.
En estas dos semanas los candidatos del PNV han vuelto a arrogarse la condición de único “voto seguro”, “voto 100% vasco”, o el "voto por Euskadi en Madrid”. Incluso han insistido en la identificación de la “agenda vasca” con la de su programa electoral. El PNV lo ha hecho desde el inicio de la campaña pese al revés que supuso no haber podido iniciarla con la certificación de las siete transferencias que el Gobierno Sánchez le había prometido ceder antes del inicio de la campaña. Finalmente tan sólo se firmó, ya en plena campaña, la cesión del tramo vasco de la autopista A-68.
Bildu no es HB. La izquierda abertzale apuesta ahora por disputar espacio e influencia al PNV sobre el Gobierno de España
Esta vez en la izquierda abertzale no han callado ni han desviado su mensaje hacia los tradicionales derroteros de confrontación con el Estado que han definido históricamente sus campañas generales. Ahora, la nueva izquierda abertzale de Otegi reclama su espacio en Madrid. Bildu no es HB, la formación que sólo acudía a las Cortes a hacer ruido, amenazar o reivindicar la defensa del derecho a decidir como único argumento entre escenas y llamadas de atención en la tribuna de oradores, se ha transformado. Hasta ahora HB-Batasuna dejaba el espacio libre al PNV para reivindicarse como la única formación de ámbito autonómico vasco con presencia decisiva en las dos Cámaras.
Voto "100% vasco"
El proceso de blanqueo de Bildu hace tiempo que está en marcha. La estrategia que desde hace meses ha diseñado la izquierda abertzale marca una nueva senda, una apuesta por el pragmatismo, el posibilismo -a imagen y semejanza jeltzale- y la presencia en las instituciones para reivindicar no sólo derechos identitarios, sino también conquistas sociales. Por eso la alianza con ERC y la distancia con el PDeCat. La firma del pacto Bildu-ERC en Ginebra esta semana es el inicio de una colaboración que se prolongará en las elecciones europeas del 28 de mayo próximo.
Son el “millón de votos” con los que la alianza de la que formará parte Otegi quiere arrebatar la condición de sigla “útil y determinante” al PNV en Madrid. La ‘peneuvización’ de Bildu en la campaña ha llevado a la coalición incluso a imitar un acto tradicional del partido de Andoni Ortuzar, como es la celebración de un mitin de campaña en Benidorm, un municipio con alta presencia de ciudadanos vascos y donde Bildu en esta ocasión también ha acudido a reclamar el voto.
Los dos han dejado claro estas dos semanas que su enemigo no es Sánchez, que pondrán a su disposición los escaños que obtengan.
La prioridad de PNV y Bildu es la misma: frenar a “la derecha española”. La reedición de los resultados de las últimas elecciones generales supondría ocho escaños abertzales para el candidato Sánchez -5 PNV, 2 Bildu- y el mejor de los pronósticos conocidos hasta ahora, nueve -6 PNV y 3 Bildu-. La previsible caída de apoyos que sufrirá Unidas Podemos en el País Vasco puede ser el caladero de nuevos apoyos tanto para el PSE, pero también para el PNV y EH Bildu. La formación de Pablo Iglesias, que ganó las elecciones generales en Euskadi en 2016 –con casi 50.000 votos más que el PNV-, parece hoy lejos de revalidar esos apoyos.
La 'peneuvización' de Bildu le ha llevado a imitar su discurso pragmático "por el bien de los vascos" y actos como un mitin en Benidorm
En Euskadi, como en el resto del país, el discurso del riesgo y el miedo ante la llegada de “la extrema derecha” ha sido sobre el que ha pivotado no sólo la campaña de la izquierda abertzale sino también, aunque en menor medida, la del PNV. Los de Ortuzar lo han hecho para alertar del riesgo de menoscabar el autogobierno vasco que supondría la llegada al poder de un Gobierno del PP o Cs apoyado por Vox. Ambos partidos tienen evidentes terrenos de juego comunes en esta legislatura que ahora comienza. Vienen marcados por los riesgos de propuestas de Cs, PP o Vox, como son el cambio de la ley electoral –para fijar un mínimo de votos del 3% para entrar en el Congreso, y que dejaría fuera a PNV y EH Bildu-, la pervivencia del actual modelo de Concierto Económico, la recentralización de competencias o la devaluación lingüística que se quiere imprimir al euskera.
Discurso identitario
En la agenda de unos y otros las prioridades son distintas. Pese a que la izquierda abertzale ha incorporado un desconocido hasta ahora discurso por el “beneficio de las personas”, su frente con ERC se construirá con reivindicaciones en clave soberanista. El PNV en cambio ha optado por rebajar su discurso identitario consciente de que la Cámara parlamentaria que determine las urnas de este domingo será un polvorín complicado para dar pasos en esa vía.
La disputa abertzale en estos comicios no sólo se escribirá en forma de “voto útil y determinante” en Euskadi, sino también en clave de institucionalización partidista. La izquierda abertzale ya ensayó la pasada legislatura su nuevo traje de formación ‘seria’ en Madrid, alejada de tiempos pretéritos de broncas y justificaciones de la violencia etarra y aspira ahora a consolidarla definitivamente. Lo tiene que hacer conviviendo con coletazos de intolerancia aún muy vigentes en sus bases y colectivos afines y que se han manifestado estos días en forma de ‘kale borroka’ ante un mitin de Vox en Bilbao, de coacción social frente al acto de Ciudadanos en Rentería o en el Parlamento Vasco en las acusaciones de su portavoz, Julen Arzuaga acusando de “nazis”, "genocidas" y “lobby infecto” a un sindicato policial.
El pulso electoral entre PNV y Bildu se libra también sobre su último antecedente electoral. Los dos quieren olvidar las generales de 2016, en la que la fuerte irrupción de Podemos les dejó con los peores resultados de su historia para la izquierda abertzale y muy cerca de ello para el PNV.
La trayectoria de la formación de Otegi en el Congreso se escribe con altibajos, ilegalizaciones y ausencias. En la sucesión de siglas con las que se ha presentado sin duda la que mejor resultado le proporcionó fue Amaiur, en las elecciones a Cortes de 2011, cuando los 285.290 votos logrados le aportaron seis escaños. Cinco años más tarde, la cifra de votos cayó casi a la mitad: 153.339 y dos diputados. En el PNV su techo en Madrid también queda lejos. Antes de la escisión la formación alcanzó los 8 diputados (379.293 votos) pero después, su máximo de siete representantes lo logró en los comicios del 2000 y 2004. Ahora, el objetivo que se ha marcado el PNV es lograr seis escaños y seguir siendo el único partido nacionalista vasco realmente determinante en Madrid.
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