2019 es un buen año para divisar la lluvia de estrellas eta-acuáridas. Las noches del 5, 6 y 7 de mayo son las mejores para observar estrellas fugaces procedentes del cometa Halley, coincidiendo con que la luna se encuentra prácticamente en fase nueva y la meteorología ha dejado limpia de nubes buena parte de los cielos del país. La lluvia de estrellas se mantendrá activa hasta el 28 de mayo. Su observación será más favorable en el hemisferio sur del planeta y también en lugares ubicados en el trópico, como las islas Canarias.
En este vídeo explicamos cómo se forman las estrellas fugaces eta-acuáridas y cómo el cometa Halley provocó un enorme impacto en nuestro país de la mano del historiador de la ciencia Pedro Ruiz-Castell. | Vídeo: M.V.
Se denominan así porque parecen emanar principalmente de la constelación Acuario, que está baja en el cielo del hemisferio norte antes del amanecer. Sin embargo, su origen físico no es otro que el cometa Halley (1P/Halley). Esta lluvia de estrellas se produce todos los años por estas fechas cuando la Tierra atraviesa un anillo poblado con los fragmentos desprendidos del cometa que, en su largo viaje, deja pequeñas partículas metálicas que traspasan la atmósfera y se desintegran, convirtiéndose en las estrellas fugaces que vemos.
Fragmentos de metal helado del tamaño de un grano de arena entran en la atmósfera de la Tierra a unos 70 km/h, dejando largas estelas, convirtiéndose en estrellas fugaces.
Halley nos visitó por última vez en 1986. No volverá a las inmediaciones terrestres hasta 2061. “Ahora se encuentra en las profundidades del Sistema Solar exterior”. Sin embargo, la Tierra atraviesa entre el 19 de abril y el 28 de mayo una zona de escombro dejada por el cometa hace más de una centuria.
Su paso por la Tierra en 1910 “fue muy espectacular y esperada”, recuerda el físico e historiador de la ciencia Pedro Ruiz-Castell. “No es hasta el siglo XVIII en que se determina que era el mismo cuerpo que regresa”, recuerda, haciendo alusión a una característica peculiar de Halley: es un cometa periódico.
Antes se pensaba que los cometas iban hacia el Sol y se perdían para siempre. “Fue el astrónomo inglés Edmund Halley quien determinó su periodicidad (76 años, aproximadamente)”.
El Halley, que produce esta lluvia de estrellas y las oriónidas de octubre, “procede del llamado Cinturón transneptuniano, que alberga objetos compuestos de hielo y rocas, y que se encuentra más allá de la órbita de Neptuno”, explica en declaraciones a Efe la investigadora del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) Julia de León.
Este cometa es, sin duda, uno de los objetos celestes más populares y atractivos de la historia, y sus apariciones (su órbita permite que en algunas ocasiones podamos verlo a simple vista) han ido en muchas ocasiones asociadas a eventos oscuros como guerras y desastres naturales, “siempre por superstición o ignorancia”, recuerda la investigadora.
Su primer avistamiento fue documentado por astrónomos chinos en el año 239 a.C., pero su descubrimiento oficial se debe a Edmond Halley (1656-1742), quien usando las leyes de la gravedad de Newton y los movimientos planetarios calculó por primera vez las órbitas de varios cometas y demostró que estos objetos seguían un trazado circular.
El cometa que mató a Eduardo VII
Incluso en pleno siglo XX, "iban acompañados de superstición y temores entre la población". En el pasado, no siempre se distinguía entre fenómenos astronómicos y atmosféricos. "Cualquier anomalía tenía un impacto en la economía, los cultivos se veían trastocados por las inundaciones, que se han vinculado al funcionamiento de los cielos".
Ruiz-Castell ha estudiado detalladamente la prensa generalista de 1910 en relación a la divulgación científica. "Varios diarios hicieron un esfuerzo por culturizar" a la población. Sin embargo, también reflejan el clima de pánico en que entraron algunas personas. En el debate científico estaba el temor a que la cola del cometa atravesase la Tierra. "Se sabía que tenía un gas venenoso, el cianógeno".
Ese debate llega a la opinión pública salpicada a partes iguales de amarillismo y tribunas de expertos. "Los científicos se encargaron de desmentir esos temores con argumentos como que la densidad de esos gases es menor que el mejor de los vacíos que se pueda obtener en un laboratorio".
Es cierto que, más allá de los argumentos científicos y pseudocientíficos, "en Inglaterra se identifica la llegada del cometa con la muerte de Eduardo VII. En EEUU hay comunidades afroamericanas que realizan rituales para evitar la influencia negativa de la visita del cometa", recuerda Ruiz-Castell, quien ha documentado también la paranoia en España.
"Tenemos casos de suicidios, no generalizados. Pero en Valencia, por ejemplo, se constata la muerte de varias personas ante lo que creían el final de sus días; también maníacos o gente que muere en su afán por observar desde los tejados ese objeto celeste".
Mejor, lejos de las luces de la ciudad
Para la lluvia de estrellas de este fin de semana no hace falta ni jugarse la vida ni el bolsillo. Hay documentados casos de gente que, ante el eclipse de Sol de 1860 "se levantaba 1.800 pesetas de la época (se ganaban unas 2 pesetas a día en siderurgia) por un alojamiento en Burgos a un yanqui, según decía la prensa de la época textualmente", constata Ruiz-Castell.
Alejarse de las luces de la ciudad y tener paciencia son los únicos requisitos necesarios para cazar algunas de estas estrellas del fugaz pasado de Halley.
Cuando los cielos nos daban miedo
El Independiente Podcast charla con el historiador de la ciencia y físico Pedro Ruiz-Castell. Hubo un tiempo, no muy lejano, en que todo lo que pasaba sobre nuestras cabezas nos atemorizaba y fascinaba a partes iguales. Dioses y naturaleza regían nuestros destinos sin distinguir fenómenos meteorológicos, astronómicos y astrológicos. Eclipses y cometas han dejado una rica historiografía de terrores. Desde la disnastía Tang, a Cristóbal Colón. Hablamos dee cuando los cielos nos daban miedo. Y de quienes se aprovecharon de ello.
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