En Podemos, Echenique estaba entre Stephen Hawking y cafetera de chistes. Su figura, un poco cyborg y un poco bebé centauro, que da ternura y calambre, le hicieron un icono del partido. Echenique tiene el humor y el infantilismo sumados de los bajitos y de los frikis, y además es físico, así que esa sensación de que podía desintegrarte desde su silla con joystick como los malos de James Bond no se te iba nunca de la cabeza. Sobre todo porque solía hacerlo de vez en cuando, desintegrar a alguien en televisión o en las redes, como un robot despiadado, arbitrario y algo surrealista, un robot de South Park o así. Si Rufián usa el silogismo sofista, Echenique usa precisamente el rayo pedorreta de South Park. Y con memes y emojis. Eso hacía que sus intentos de zasca parecieran aún más de Leticia Sabater. O mejor de Ana Obregón, que también es científica.
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