En la que ya es, a falta de una semana, la mejor Feria de San Isidro en años, acorde con la mejor temporada taurina en años, se nos apareció una -otra- faena para enmarcar, opacada por el que será el recuerdo de la tarde: el cornalón que atravesó la pierna de Román.
Tras el pánico de la cogida -fueron decenas los que huyeron del tendido, sin exageraciones-, la obra más gallarda de la feria. La gallardía medida en relación al material que se lidió, el de peores intenciones de toda la isidrada. La corrida de Baltasar Ibán salió de chiqueros lista, viva, oteando el vuelo de una mosca; esperó luego, midiendo, reservona, y, cuando calentaba motores, los arreones exprés, a toda mecha, con ese carbón de los malos presagios.
El Sirio, peón gallardo también, debió de tener una mala noche rememorando la media docena de veces que tuvo que pasar para clavar los palos, sin la más mínima condescendencia del palco, no vaya a ser que le reprocharan que no había cuatro palos en el lomo como marca el reglamento, qué más da que el marrajo sea imposible y acabe por arrollar furibundo al banderillero, ileso de milagro. Bravo por El Sirio.
Curro Díaz tiene 45 años: 45. Le han pegado los toros y ha presenciado lo peor en una plaza, y a su apoderado, por si le faltara algo, le conocían en su maravilloso pueblo taurino -Azpeitia- como Manili, Ahí es nada: ¡Que viene Manili!, grito de guerra en Las Ventas a finales de los 80 con los corazones latiendo a borbotones.
Curro Díaz no tiene nada en el plano estético del gigante Manili de Cantillana, pero este domingo se la jugó igual, sólo fuera por la mala uva de los toros: esperando, midiendo, excéntricamente desarbolados de pitones para lo de Contreras. Claro que el cuarto tomó la muleta con raza, pero sucedía a un bellaco que terminó por acuchillar a Román en la estocada porque sólo quería eso: rasgar a lo que se moviera por lo alto. Bravo por Román.
En ese torbellino de arrancadas furiosas, Curro Díaz se elevó con su carnet de matador de toros de más de 20 años y fue el más tranquilo de las 20.000 almas. Empaque, mucho, mucho valor, sabor del toreo güeno, y un pase de las flores al paso que quedará en la memoria.
Hace 40 años, con estas corrida de Baltasar Ibán triunfaban, por ejemplo, Paco Camino, Ángel Teruel y José María Manzanares. La sola enumeración de la terna conmueve. Figurones que se daban el relevo. Ahora la de Ibán toca en domingo, con terna modesta, en ambiente de corrida dura de verano de toda la vida. La sangre no es entonces recurso literario: el chaval tiene que taponarse el boquete para que el reguero no salpique hasta la enfermería.
Y allí que se fue Curro Díaz en el toro siguiente para depositar la montera con todos los respetos para el compañero triturado; después, el arranque por bajo en el 1, la muleta firme a la derecha, ni un titubeo, el obús pasando, la pinturería sin mentiras ni desmayos de espejo, y si se viene cruzado el Ibán, me salgo al paso con el de las flores por detrás: birlibirloque se llama, sí.
No fue una oreja cualquiera. "Lo necesitábamos", se encendió la confesión íntima entrada la noche. Bravo por Curro Díaz.
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