Los primeros marqueses de Linares, José María de Murga y Reolid y su esposa Raimunda Ossorio y Ortega, encargaron un retrato a Francisco Pradilla en 1888. El pintor zaragozano había ganado una Medalla de Honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1878 y su renombre iba in crescendo. El artista, que años después se convertiría en director del Museo del Prado, realizó para esta pareja una imponente obra en dos lienzos, de casi tres metros de alto y dos de ancho, destinadas a decorar uno de los salones del palacio marquesal, en la madrileña plaza de Cibeles. Allí, en la actual Casa de América, se exhiben hoy día los cuadros, aunque la historia les ha llevado muy lejos de allí y la justicia puede sacarles pronto.
De actualidad por haber sido comprados por uno de los dueños de iDental, Luis Sans, que los utilizó para una ampliación de capital en medio de la trama que ahora se investiga, estos cuadros tienen detrás una larga historia de enredos que los llevan desde España a Venezuela, pasando por Zaragoza y permaneciendo durante varios años en un depósito franco. Y el lío no terminó hace dos años cuando volvieron a colgarse en su ubicación original más de un siglo después. Las obras fueron cedidas de manera irregular por el Museo del Prado a la Casa de América en 2017, en cuanto que pertenecían a un particular, según un dictamen del Consejo de Estado un año antes.
En el origen de esta historia se asienta la leyenda del matrimonio de José María y Raimunda, que por ser hermanos – aunque no se enteraron hasta después de casados – no tuvieron descendencia. Muertos ambos en 1902, Raimunda Avecilla, de quién no se sabe bien si era hija del abogado de la pareja o bastarda del propio marqués, quedó como heredera. Raimundita, que era ahijada de los marqueses, se casó con Felipe Padierna, Conde de Villapadierna, a cuyo palacio se mudaron tras el casamiento dejando cerrado el de los Marqueses de Linares.
Poco se sabe del destino de los cuadros durante esos años. No aparecen en inventario del Palacio ni en la testamentaría del marqués, según refleja en Los retratos de los Marqueses de Linares por Francisco Pradilla del doctor en Historia del Arte e investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas, Wilfredo Rincón. No aparecerían, según el profesor, porque se consideraron pintura mural y parte de la decoración del salón.
De ahí se pierde la pista a los cuadros hasta 1952, año en que fueron vistos a la venta en El Rastro de Madrid por 100.000 pesetas. Así lo anotó en un libro Mariano Rodríguez de Rivas, entonces director del Museo Romántico de Madrid, como se ve en la imagen de arriba: "En el mes de mayo de 1952 vi vender en el Rastro muchos cuadros y objetos del Palacio Linares. Los dos grandes retratos de los marqueses, de Pradilla", escribe, "me los ofrecieron en 100.000 pesetas". No los adquirió y su pista vuelve a perderse hasta finales de esa década, fecha en que se estima que los cuadros salen de España con rumbo a Venezuela.
Allí permanecieron tres décadas hasta que el empresario español José Luis Fortes Soliño los compró en la galería Carmelo Rodríguez de Caracas, en 1992, por 180.000 dólares, según asegura Fortes. “Un amigo galerista me habló de los cuadros, vine a España, hablé con un experto en arte para confirmar su autenticidad, las compré y las traje a España”, afirma el empresario Gallego.
A España llegaron en mayo de 1992, tras lo que fueron restauradas por ROA Estudio y expuestas en el Museo Romántico de Madrid (diciembre – enero de 1993) y en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, en marzo del mismo año.
Las obras llegaron a España en 1992 como una importación temporal y acabaron en un depósito franco en 1997
Pero Fortes los había introducido en España mediante una importación temporal, cuyo plazo expiraba en 1997. "Pensé que si no las vendía en España, las volvía a llevar a Venezuela", afirma quien en 1997, al concluir el plazo que le permitía tener las obras en España, decidió trasladarlas a un depósito franco. Allí, en Aldeasa-CTM, estaban los cuadros cuando en 1999 el representante ante la Aduana Román Rosa S.A. comunica por primera vez a Aldeasa que no puede seguir haciéndose cargo de los gastos de mantenimiento, puesto que no logra contactar con el propietario (Fortes).
Desde ese año y hasta 2002, según consta en un dictamen del Consejo de Estado de 2016, Román Rosa asegura no contactar con Fortes y por ello, tras tres años sin pagar las facturas a la depositaria, está solicita a la Administración que se autorice su destino al de destrucción o abandono en favor del erario público. Para justificar su desparición, el empresario alega que durante esos años el vivía a caballo entre España y Venezuela y no pudo contactar con el representante.
Y así es como se inicia el procedimiento de abandono del retrato de los Marqueses de Linares en agosto de 2002, un procedimiento que sin embargo, según consta en el dictamen del Consejo de Estado, se realizó sin que conste "notificación al agente de aduanas ni a ningún otro interesado". El expediente de abandono se hace firme por no haber recurso aunque el agente de aduanas solicita ya en 2003, según consta el dictamen, que se anule el expediente de abandono.
A partir de ahí comienza un periplo judicial entre Fortes y la Administración por la propiedad de los cuadros, que acaba ganando el particular, como confirma un dictamen del Consejo de Estado el 7 de abril de 2016 en el que declara "la nulidad de pleno derecho de la resolución de abandono definitivo de mercancía". A este dictamen lo precede una sentencia de la Audiencia Nacional de enero de 2015 que desestima un recurso de la Administración y otorga también la propiedad a Fortes, añadiendo que se falsificó una firma en los trámites del expediente de abandono, en el que tampoco se comunicó debidamente al propietario, provocando su "indefensión jurídica".
Entre tanto, las obras son depositadas en el Museo del Prado tras el expediente firme de abandono, en 2004. El Museo se convierte en "depositario provisional" de las mismas, según resuelve el Consejo de Estado.
Tanto la sentencia de 2015 como el dictamen de 2016 establecen que el retrato es de Fortes, aunque sin embargo los cuadros figuran a día de hoy, tal como puede leerse en la página web del Museo del Prado, como "adscritos por el Estado al Museo del Prado". Allí llegaron en 2004 en custodia judicial cuando se otorgó a El Prado el título de "depositario provisional". Un carácter que según publicó El País junto a una entrevista al jefe de conservación del siglo XIX, Javier Barón, ya no era tal en 2016:"Por fin, en 2016, los lienzos pasaron a formar parte de los fondos", afirmaba la crónica.
Este periódico ha contactado con el Museo del Prado para tratar de hablar con Javier Barón y averiguar tanto el porqué de la cesión de los cuadros a la Casa de América como por qué no se han transferido los cuadros a su propietario. Por toda respuesta, fuentes del museo han afirmado que "la única responsabilidad del Museo es que los cuadros estén bien" y que el Museo "no es parte activa del lío ni sabe nada, está a expensas de que la Administración les diga algo".
Porque el hecho es que en marzo de 2017, casi un año después de la resolución del Consejo de Estado, el Museo del Prado y el Consorcio Casa de América firmaron un contrato de cesión de los cuadros por "cinco años prorrogables" en el que figuraba que ambas partes reconocían "la capacidad legal necesaria" para la venta, cuando el cuadro era ya legalmente de su propietario. Los firmantes eran en el entonces director de El Prado, Francisco Zugaza, y el director general del Consorcio Casa de América, Santiago Miralles.
Para el actual propietario de los cuadros, que asegura haberse dirigido en diversas ocasiones a la Administración para recuperar los cuadros, que a su juicio han llegado hasta allí "por la negligencia del Museo del Prado y de Aduanas".
La escasez de información sobre los cuadros y la falta de claridad que durante años ha habido sobre su verdadero propietario se unen al misterio que rodeó en los años noventa al Palacio. Entonces, aunque la historia ha quedado en leyenda, una parapsicóloga afirmó escuchar voces y ver fantasmas en el palacio. Tras el lío de las psicofonías comenzó el de la verdadera propiedad de los cuadros y su accidental protagonismo en la trama de iDental. Quizás los del palacio no eran espíritus reales, pero había fantasmas de otra índole.
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