A Lluís Llach le hierven las ideas. Él se ha ido trabajando una cabeza y unos ardores de buen puchero de pueblo que rebosa de abundancia y pureza, y no puede evitarlo. Por eso lo del tupper. Antes le salían esas canciones de guitarra o de garrote para la plaza, canciones siempre como de palmetada. Ahora le salen inventos para el procés, unos inventos de Bacterio o unos inventos dadá. Ya intentó lo de la poesía dadá indepe en el mismo Tribunal Supremo, dejando cosas como “aspiro a ser ciudadano del mundo”, a pesar de que lo que está pidiendo es que España y Europa se dividan en lindes de caseríos y vacadas. Yo creo que lo que le queda al independentismo es ya sólo una cosa daliliana, absurda, artística, y que tienen que hacer, claro, los artistas. De ahí lo del tupper. Un artista ha sido el que ha inventado eso del Tsunami Democrático que ya glosamos el otro día, un artista de la destrucción como si fuera Stockhausen. Y un artista es Lluís Llach, creando ahora ready-mades para el independentismo. Como lo del tupper.
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