"No todo es tan bonito como lo pintan. La ciudadanía es agradecida porque tú le ayudas y desde luego para ti es un honor servir a tu país, pero no se ve lo que hay detrás". Habla un soldado que conoce bien el funcionamiento de la prestigiada Unidad Militar de Emergencias (UME), una fuerza conjunta de gran preparación con la que el Estado trata de ofrecer una respuesta rápida en situaciones de emergencia como incendios forestales, grandes nevadas, terremotos y riadas.
La UME acaba de replegarse tras la última intervención en la que ha participado: las inundaciones que han sufrido varias provincias del Levante español como consecuencia de la última gota fría, que provocó el desbordamiento de ríos y anegó casas, edificios públicos y explotaciones agrícolas y ganaderas. Los vecinos de Orihuela despedían con aplausos este viernes a los efectivos de esta unidad militar cuando abandonaban con sus camiones la localidad alicantina para volver a sus bases.
Ese reconocimiento de la sociedad y ese "orgullo" que sus integrantes sienten por servir en esta unidad no acallan las críticas que, bajo la exigencia de que no se revele su verdadera identidad, trasladan a este diario algunos efectivos adscritos a los cinco batallones repartidos por la península -Torrejón de Ardoz (Madrid), Morón (Sevilla), Bétera (Valencia), Zaragoza y León- y a los dos destacamentos (Gran Canaria y Tenerife) con que cuenta la UME. Creada en octubre de 2005, en el arranque del primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, la unidad cuenta en la actualidad con una dotación de unos 3.500 militares.
Antonio, nombre ficticio que ofrece al periodista para evitar posibles represalias en el Ejército, considera muy extendida la sensación entre la tropa de que están mal pagados atendiendo a la disponibilidad, la dura preparación física a la que tienen que someterse para ofrecer la mejor respuesta cuando sean requeridos y las largas jornadas de trabajo que han de realizar cuando participan en las operaciones, en ocasiones a miles de kilómetros de España.
La tropa se queja de que gana al mes no más de 1.500 euros, mucho menos que un bombero "por hacer el mismo trabajo"
"Se cobra poco. Dependiendo de la antigüedad y de los trienios que acumules, y contando con el complemento por dedicación exclusiva, un soldado de la UME gana entre 1.350 y 1.500 euros al mes. Si lo piensas bien, hace el mismo trabajo que un bombero, pero éste percibe 2.500 euros si no más y trabaja un día y libra dos. Aquí no. Vas a un fuego y haces jornadas de hasta 14 horas", lamenta el militar, ya en otra unidad tras permanecer destinado en la UME varios años.
Según denuncia, a las exiguas retribuciones se une el uso "arbitrario" que algunos mandos hacen del citado complemento, un plus que permite elevar la cuantía de la nómina. "Muchos mandos abusan y juegan con ese complemento. Si te lesionas y te rompes una rodilla o un brazo, dicen que pierden la confianza en ti y dejan de pagarte ese plus durante seis u ocho meses. Si planteas que quieres conciliar con la vida familiar empiezan a mirarte mal y a decirte que tienes el complemento y que te lo pienses. Te van llevando a su terreno y si estás justo de dinero...", censura.
"Bestial" actividad física
Tampoco pasa por alto la "bestial" actividad física de que consta la preparación de los integrantes de la UME, con el consiguiente desgaste para el cuerpo. "Sales a correr un día 25 kilómetros, al día siguiente haces una marcha de 20 y por la tarde un ejercicio topográfico: te dan un mapa y tienes que encontrar unos puntos", explica.
El soldado explica que la intensidad de los ejercicios físicos cuando no se está participando en una misión termina pasando factura a la salud, especialmente a las articulaciones: "Cuando alguna vez he ido al traumatólogo, éste me ha llegado a preguntar que quién es el salvaje que hace esas tablas de gimnasia, porque al final lo que provocan es que tengas reventados los tobillos, las rodillas y los brazos".
La queja alcanza también a las prolongadas jornadas que se realizan cuando participan en una misión, que -asegura- pueden alcanzar en ocasiones las 14 horas ininterrumpidas. "Muchas veces no miran por la seguridad. El mando dice que el fuego hay que apagarlo por sus cojones, pero no se da cuenta de que detrás hay familia. A veces me he sentido tratado como un animal", añade.
Un portavoz sale al paso de las críticas: "Es un destino voluntario. Se supone que todos aceptamos estas duras condiciones"
Después de haber servido en la UME durante varios años, acumula múltiples vivencias en las que se mezcla la decepción por las condiciones en que a veces dice haber trabajado con la satisfacción de haber prestado un servicio útil a la sociedad en caso de catástrofes naturales, cuando toda ayuda es bien recibida. "Recuerdo que un día, a las tres de la mañana, estaba en mi casa y me llamaron porque un hombre se había perdido en el campo y había que ir a buscarlo a Valencia. En menos de una hora tenía que estar con todo el equipo preparado en el cuartel, en Torrejón. A los dos días regresas y piensas que vas a descansar. La 'recompensa' es que se va la unidad a una marcha continuada, que alarga la jornada hasta el día siguiente", indica.
A preguntas de El Independiente, un portavoz de la UME ha defendido que para intervenir en catástrofes se requiere una gran "preparación física y psicológica", y recuerda que uno de los lemas de la unidad es la abnegación: "Su naturaleza exige un gran espíritu de sacrificio y compromiso".
"Condiciones orográficas adversas"
"Habitualmente, una gran emergencia como en las que actuamos exige una importante actividad física que se enmarca dentro de unas condiciones orográficas y ambientales adversas. Esto hace imprescindible una especial preparación para ello. De hecho, los tres pilares en los que se sustenta la formación de la UME son los conocimientos técnicos, la preparación psicológica y la preparación física", justifica el capitán de corbeta Aurelio Soto, portavoz de la UME.
En relación con el sacrificado trabajo en las misiones, el portavoz recuerda que las jornadas se organizan habitualmente en dos turnos para favorecer el descanso, si bien la actividad "se debe adecuar al contexto particular de la emergencia". "Durante la fase de despliegue, la distancia entre el lugar de intervención y la base origen del batallón va a condicionar la duración de la jornada, al igual que la importancia que tenga nuestra rápida intervención para combatir la emergencia. El despliegue a veces exige un esfuerzo superior y debemos asumirlo", observa.
Soto llama la atención sobre el hecho de que la Unidad Militar es un "destino voluntario", por lo que, en consecuencia, "nadie está obligado a estar en la UME". "Es de suponer que todos los que formamos parte de ella aceptamos estas duras condiciones y comprendemos el porqué de ellas, lo contrario es una falta de coherencia", apostilla.
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