Una dieta rica en grasas y fructosa altera la capacidad del hígado para metabolizar los lípidos, según ha puesto de manifiesto un estudio dirigido por expertos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) y en el que han colaborado investigadores del CIBER de Obesidad y Nutrición (CIBEROBN), adscritos al Instituto de Biomedicina de la Universidad de Barcelona (IBUB).
El objetivo del trabajo, publicado en la revista Cell Metabolism, ha sido analizar la interacción de las bebidas azucaradas con fructosa y la dieta alta en grasas ya que los menús que se sirven en restaurantes de comida rápida a menudo combinan estos elementos.
"La evidencia anecdótica sugería que la ingesta combinada de estos alimentos conducía a peores resultados de salud pero se desconocía el mecanismo por el cual esto podía ser cierto", han comentado las investigadoras españolas Dolors Serra y Laura Herrero.
La fructosa es un azúcar simple que abunda en las frutas y, además, uno de los edulcorantes más habituales en la industria alimentaria y genera unos efectos que no presentan otros azúcares similares como la glucosa. En este trabajo, los expertos compararon los efectos metabólicos de los dos azúcares más consumidos, fructosa y glucosa, en grupos de ratones sometidos a seis dietas diferentes: comida regular, comida alta en fructosa, comida alta en glucosa, dieta alta en grasas, dieta alta en grasas con elevados niveles de fructosa y dieta alta en grasas con alto contenido de glucosa.
Para determinar el efecto de cada una de ellas analizaron diferentes marcadores de hígado graso como son los niveles de acilcarnitinas, las cuales se producen cuando el hígado quema grasas. En este estudio, los niveles de acilcarnitinas fueron más altos en los animales que seguían una dieta alta en grasas y fructosa.
Daño a las mitocondrias
Asimismo, los científicos también monitorizaron la actividad de la enzima CPT1a, clave en la quema de grasas. En la dieta alta en grasas y fructosa los investigadores pudieron observar que los niveles de CPT1a eran bajos igual que su actividad, poniendo de manifiesto que las mitocondrias no funcionaban correctamente. Estos hallazgos, junto a otros marcadores estudiados, demostraron que las dietas altas en grasas y fructosa dañan las mitocondrias y hacen que el hígado sintetice y almacene grasa en lugar de quemarla.
Al mismo tiempo, los expertos han observado que la ingesta de bebidas endulzadas con fructosa (no con glucosa) en una dieta alta en grasas conduce a una menor utilización de la grasa en las células del hígado. Esto se debe a la mayor propensión de la fructosa a estimular la formación de nuevas grasas en el hígado ya que un intermediario en la síntesis de grasas desactiva la oxidación de éstas.
Además, los investigadores han encontrado, por un lado, que la fructosa, a través de la cetohexocinasa (que es un enzima involucrado en su metabolismo), suprime la expresión de otros genes que están involucrados en la oxidación de las grasas. Y por otro, que la suplementación con fructosa, no con glucosa, deteriora la función mitocondrial (las mitocondrias son orgánulos en la célula dedicados a la producción de energía y oxidación de grasas).
Por último, los científicos también han podido constatar que la fructosa modifica las proteínas involucradas en la oxidación de las grasas lo que representa un nuevo mecanismo por el cual el azúcar modifica la oxidación de las grasas.
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