Había que acabar con la falta de consistencia, con la dispersión y George Pompidou vio en un aparcamiento del centro de París la mejor localización para cobijar las artes modernas. Su visión fue una suerte de proyecto para el mundo de la cultura, un impulso para dar a los parisinos y a los cientos de miles de turistas que visitaban la ciudad una oportunidad extraordinaria: un todo en uno que reflejaría el espíritu del cambio.
Fue en 1969 cuando sacó a concurso el proyecto. Un idea innovadora con un certamen igual de llamativo. Fue la primera vez que un edificio francés se ponía en manos internacionales, abriendo la veda a arquitectos de todo el mundo. El jurado, con Jean Prouvé a la cabeza, se encontró con decenas de ideas que analizar y no dudó en elegir la de Renzo Piano y Richard Rogers, un italiano y un inglés cuyos nombres les sonaban a pocos y que no tardaron en oírse a gritos. Habían derrotado a 680 proyectos.
Pompidou no llegó a ver el centro terminado, murió cuatro años antes. Le pusieron su nombre, un homenaje a quien gobernó sabiendo mirar más allá de lo habitual. Buscando en el presente un remedio para las cabezas de las generaciones futuras. Pero, cuando se abrieron sus puertas el 31 de enero de 1977, sus formas cilíndricas y sus transparencias causaron tantas buenas emociones como extrañezas. "París tiene su propio monstruo", llegó a decir el crítico de arte de The Guardian.
No sería hasta entrados los 80 cuando los parisinos empezaron a asumir el especial edificio como icono y algunos años más para que decidieran adoptarlo como propio, algo que no tienden a hacer con las nuevas construcciones que se alzan sobre su ciudad. Atrás quedaron los museos de paredes astilladas. Empezaron a venerar a su Casa de la Cultura, a una fiesta de edificio.
El número de visitantes crecía año tras año, hasta llegar a los 150 millones en 1997. Cinco veces más de lo que jamás pudieron imaginar sus creadores. Un punto de inflexión que llevó al entonces director del Centro, Jean-Jacques Aillagon, a pensar en realizar una remodelación. Durante dos años el centro permaneció cerrado y el 1 de enero del 2000 se realizó una espectacular reapertura tras reacondicionar 100.000 metros cuadrados. Durante ese año cada día pasarían por el Pompidou más de 16.000 personas.
En total, sus exposiciones han logrado, tras 40 años, llamar la atención de más de 100 millones de visitantes. Y Dalí ha sido el que más ha contribuido a esta cifra. La muestra que el Pompidou presentó en 1979 sobre el artista surrealista es la más visitada en toda su historia. Casi 850.000 personas fueron a verla y el éxito fue casi similar en 2012, con la segunda exposición que le dedicaron al pintor español.
De cerca le siguen Matisse, Kandisnsky o Koons; aunque Dalí ocupa los dos grandes primeros puestos. Ahora, en su 40º aniversario, han optado por asumir la misma filosofía que les llevó a ser un lugar al que peregrinar. Han preparado 50 exposiciones y 15 conciertos y performances. Y han llenado 40 ciudades de arte.
"He querido que el 40º aniversario del Centre Pompidou sea una fiesta de la creación artística por todo el país. Que hable de la vitalidad de las instituciones culturales que comparten el espíritu del Centre Pompidou. Que permita celebrar las relaciones establecidas con artistas, museos, centros de arte, salas de espectáculos, festivales; desarrollar y enriquecer la larga historia de proyectos comunes al servicio del arte y de la creación", aseguró Serge Lasvignes, responsable del Centro Pompidou al anunciar la programación.
Y así han abierto su aniversario con la primera retrospectiva completa del estadounidense Cy Twombly. La fuerza de sus garabatos como reflejo de la fuerza del Pompidou. "Twombly no tenía que ver con lo que debía ser un artista estadounidense en aquel tiempo, y eso jugó en su contra", ha asegurado el comisario de la exposición. Algo parecido a lo que les ocurrió a los arquitectos del ya conocido como Mall de la cultura francesa.
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