La portavoz de Grupo Popular en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, volvió a sorprender a todos el pasado martes cuando propuso, durante la reunión de la ejecutiva popular, un Gobierno de concentración, constitucionalista, entre PSOE, PP y Ciudadanos. No hay coincidencia entre sus compañeros si lo dijo antes o después de conocerse el principio de acuerdo que alcanzaron Pedro Sánchez y Pablo Iglesas, anuncio que les pilló en plena reunión de Génova. Sin embargo, este detalle carece de importancia pues la también cabeza de lista por Barcelona volvió a repetir su propuesta a la salida de la sede nacional ese mismo día.
Además, para que no hubiera lugar a dudas, echó mano también de las redes sociales, para defender que "ante el desafío insurreccional, ante la crisis económica, ante la amenaza de un Gobierno con Podemos avalado por los sediciosos, reitero lo que he dicho ante el Comité Ejecutivo de mi partido: Los españoles se merecen un Gobierno de Concentración Constitucional", según escribió vía Twitter.
No hubo respuesta a sus palabras. De hecho, la mayoría de los intervinientes, que fueron muchos, enlazaron monólogos sin entrar al debate. A fin de cuentas, el pacto de izquierdas descafeinaba en muy buena medida esa reunión destinada a establecer las líneas generales de la estrategia popular. Pero esa reunión puso de manifiesto la brecha que hay en el PP en torno al debate sobre la aproximación al no al PSOE de Pedro Sánchez.
Feijóo, Moreno, Mañueco, Alonso, De la Torre...
También el martes, el gallego Alberto Núñez Feijóo marcó la diferencia al defender un diálogo inmediato con Pedro Sánchez para desbaratar la versión renovaba del "pacto del abrazo", que así se llamó también el que alcanzó el socialista con Albert Rivera en 2016 tras las elecciones de diciembre de 2015. Abogó por hablar "ya" con el líder socialista quien, por su parte, este viernes todavía no había respondido la llamada que Casado le hizo el domingo por la noche para felicitarle por su triunfo electoral.
La cuestión es que, con distintas modulaciones, ni Álvarez de Toledo ni Núñez Feijóo están solos. Quiénes les iba a decir que ambos coincidirían en la visión del escenario postelectoral. Se trata, nada más ni nada menos que la portavoz del Congreso y el presidente de la Xunta.
Y a ellos se unen otros barones territoriales que como el presidente de la Junta andaluza, Juan Manuel Moreno; el de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco; el alcalde de Málaga e histórico, Francisco de la Torre, o el líder de los populares vascos, Alfonso Alonso, acarician, en público o privado, la idea de una abstención. El objeto es impedir un gobierno con lo que el resto de Europa no ha tenido empacho de calificar de "izquierda radical" o "extrema izquierda", en alusión a Unidas Podemos, o la repetición de las elecciones generales con el riesgo añadido de que Vox obtenga aún mejores resultados que el 10-N.
En la cúpula popular critican que Cayetana Álvarez de Toledo se meta en cuestiones orgánicas
Al líder del PP, Pablo Casado, no le pilló por sorpresa el posicionamiento de ninguno de los dos, pero al término de la cita hizo una breve declaración ante los medios aclarando que el PP no iba a facilitar la investidura de Sánchez para ejercer de líder de la oposición. Ni una mención al Gobierno de concentración, que siempre ha rechazado, o a iniciar el diálogo con el PSOE antes de que termine de fructificar el acuerdo con Pablo Igleias, todavía ayuno de apoyos parlamentarios. "Ese es el posicionamiento formal del PP", insistieron una y otra vez fuentes populares respecto a la declaración de Casado cuando se les interrogaba respecto al eco de las palabras de Álvarez de Toledo y de Núñez Feijóo en lo que constituía una clara desautorización no explicitada. Lo cierto es que contentos no estaban.
El PP está así dividido entre los que defienden que hay que tomar la iniciativa y los que prefieren estar a la espera de acontecimientos pero muy, muy lejos, aún, de plantearse la abstención. En esas antípodas están dirigentes como el número dos del PP, Teodoro García Egea. Y si se llegara a la conclusión de que hay que tenderle la mano a Sánchez nunca sería para dar carta de naturaleza a un gobierno de coalición con Unidas Podemos. Aducen en Génova que el candidato socialista "ya ha elegido y sigue sin devolver la llamada", por eso creen que el debate, de abrirse, es, en todo caso, prematuro.
Curiosamente existe más malestar con Álvarez de Toledo que con Feijóo. La verdad es que no es la primera vez que la portavoz parlamentaria incendia a un sector del partido con sus opiniones políticamente incorrectas o "poco contemporizadoras con las siglas a los que todos nos debemos", dicen sus críticos. Admite incluso un miembro del núcleo duro de la dirección popular que "su tarea es el Congreso de los Diputados y no debe meterse en cuestiones orgánicas o de estrategia que no le corresponden", como cuando cuestionó al PP vasco y a los antiguos dirigentes del partido en Cataluña.
Se enfrentó a Alfonso Alonso en septiembre pasado al afirmar que el camino hacia la irrelevancia electoral de los populares vascos era la respuesta a la "tibieza" y "contemporización" con el nacionalismo del PNV, al tiempo que arremetió contra la apelación a los «derechos históricos" y a la singularidad vasca que el líder territorial reivindica para diseñar un mensaje político propio en este territorio.
Malestar entre antiguos dirigentes catalanes
En Cataluña es distinto, porque Alejandro Fernández, líder de los populares catalanes, es uno de los principales valedores de la hoy portavoz y refrenda sus palabras. Esta vez el malestar vino de la mano de antiguos dirigentes territoriales del PP. "Se pide perdón, y yo pido perdón, en nombre del PP. Hemos sido profundamente anticatalanes, porque aceptamos al nacionalismo como animal de compañía”, dijo Álvarez de Toledo el pasado día 2 en un acto en Barcelona. Y algunos recuerdan que si bien ha conseguido en la repetición electoral del 10-N elevar la representación del PP en dos escaños "en 2011, por ejemplo, sacamos 11", cuando encabezó la lista por Barcelona Jorge Fernández Díaz.
Bien es cierto que a Álvarez de Toledo no se le puede atribuir la responsabilidad de un mal resultado en la que era, junto al País Vasco, de las plazas electorales más difíciles para los populares, pero sus intentos por cuestionar algunas actuaciones del partido en el pasado, y también en el presente, está creando en torno a ella la imagen tanto de "verso suelto".
También sus palabras sobre el consentimiento sexual han resultado polémicas por mucho que desde Génova insistan en que su discurso no es muy diferente del resto. La posición que expresó la número dos de la lista por Madrid, Ana Pastor, en el debate electoral televisado del pasado día 7, poco o nada tenía que ver con el de la portavoz parlamentaria "y este es el posicionamiento de mi partido", insistió la gallega para no dejar lugar a dudas. Su regreso al PP tras el sonoro portazo que dio en octubre de 2015 a Mariano Rajoy -"no encuentro argumentos suficientes para defender la gestión del Gobierno", escribió en una carta abierta en El Mundo- cayó como una bomba de relojería.
Las cosas no mejoraron tras el 28-A, cuando Casado, contra el criterio de dirigentes con gran ascendente interno como Núñez Feijóo, la escogió para la portavocía del Congreso de los Diputados. El líder del PP "no designaría para esa responsabilidad a nadie que no conociera bien y en quien no tuviera puesta toda su confianza personal", explican en el PP. Nadie le niega su gran formación intelectual y brillante oratoria, pero muchos creen que "va mucho por libre, da perfil de dura, carece de cultura de partido, y puede acabar generando problemas de mensaje y de encaje interno". Otra cosa es que ella quiera encajar, porque quienes la conocen bien saben que no va a ocultar sus opiniones ni posicionamientos.
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