Chaves y Griñán fueron dos príncipes gotosos en camas venecianas, flotando sobre la pobreza de Andalucía como Venecia flota en su “tristeza de burdel y claro de luna”, que dijo no sé si Marinetti. Hay también principados de la miseria, edificados sobre la miseria como un palafito, y la Andalucía socialista, la Andalucía de los ERE, fue algo así. El príncipe mísero no llega al lujo, ni siquiera al lujo hortera, que queda para los esbirros, los matarifes de las trascocinas, con sus pelucos de ruso y su coca en vasos de duralex y su elenco de putas para camioneros. El príncipe mísero debe parecer, entre la miseria de su pueblo, simplemente digno, apenas coches acharolados, palacios simbólicos y a lo mejor un orinal con dibujo grácil de sopera para su vejez.
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