En la más famosa película de Andréi Tarkovski, hay un tipo atormentado que planta un árbol seco. Como vivir es, en parte, perder y como no hay nadie que escape a la pérdida, quien más, quien menos, ha hundido sobre el terreno plantas secas por si volvieran a florecer. A fin de cuentas, la esperanza vana a veces tiene su recompensa, por casualidad o por la razón que sea. Y como en realidad somos tan débiles, hay veces que no queda más remedio que poner en agua algunas flores secas. Si en España no existiera el capitalismo de amiguetes, hay especies que hubieran desaparecido. Lo que ocurre es que hay quien parece que leyó el guión del cineasta soviético y se percató de que, si alguien regara una planta muerta todos los días, quizá conseguiría revivirla para poder refugiarse de las inclemencias entre su follaje.
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