Habla a diario. Pocos le escuchan. Grita por injusticia, llora de miseria y palpita acelerada al ritmo de rutinas y urgencias. Lo hace siempre a gran velocidad, sin tiempo para vivir, para disfrutar y con destellos de placer demasiado fugaces. No hay lugar para reflexionar, no los permite la ciudad del nuevo siglo. Sus habitantes, sus objetos y sus estructuras se han convertido en una falsa naturaleza en la que se sumergen absortos millones de humanos cada día, cada tarde, cada noche. Uno de ellos, decidió hace tiempo rebelarse, recurrir a los elementos urbanos para expresarse, para denunciar, para descubrir la belleza y para despertar conciencias. Es Carlos Garaicoa (La Habana 1959), uno de los artistas más reconocidos de América Latina capaz de convertir una alcantarilla en una plataforma de denuncia, el collage estético del comercio de La Habana en una suerte de alfombras poéticas o la desafinada y variopinta música callejera en una orquesta sinfónica de los marginados de la calle.
Desde hoy y hasta el próximo 14 de mayo este artista cubano exhibe en el Azkuna Zentroa de Bilbao algunas de sus instalaciones en una muestra que lleva por título, Epifanías urbanas. Una muestra en la que el espectador inicia una ruta urbana que tiene a las alcantarillas como primeras protagonistas. Empleadas como metáfora de la bajeza humana, de su miseria, Garaicoa transforma las alcantarillas en un altavoz del malestar ciudadano ante realidades como la corrupción política, el abuso de los poderoso y presión social sobre los más débiles o en símbolos de la lucha de la ciudadanía por su dignidad. Para ello emplea alcantarillas reales de Madrid y Bilbao colocadas en un amplio espacio adoquinado, -con el adoquín característico de la capital vizcaína-, y sobre ellas plasma desde la imagen de un recién nacido bajo el lema “Alumbrado público”, hasta una gráfica con el incremento de la tarifa energética en los años de crisis o unas flechas a modo de dardos sociales en forma de corrupción política que hieren derechos básicos como la sanidad, la educación o al renta de los ciudadanos.
Carlos Garaicoa recurre a elementos urbanos para denunciar injusticias o recrear la vida
La segunda de sus instalaciones, Fin de silencio invita al visitante a descalzarse para recorrer un espacio mullido sobre el que se extienden grandes tapices a modo de alfombra. En ellos, con nombres reales de comercios de los años 40 y 50 de La Habana, Garaicoa incorpora lemas y cometarios poéticos -”Sin miedo, vivir; sin rival, morir, sin miedo” o “La general tristeza, negará placeres”-. El autor confiere a la ciudad la capacidad de hablar y de contar una historia a través de los nombres caso olvidados de sus comercios. Fabricados a través de fotografías y empleando una técnica novedosa para fabricar los tapices, Garaicoa completa esta instalación con dos vídeos en los que se ven viandantes pasar, con imágenes que avanzan con calma o corren apuradas.
Obsesiones de Garaicoa
La tercera de las instalaciones, Partitura, se estrena en esta muestra en Bilbao. Madurada durante casi una década, Garaicoa ha homenajeado a los músicos callejeros, “una de mis obsesiones”. Subraya el perfil casi “marginal” que la sociedad actual otorga a estos artistas a los que ahora honra con una obra que ha requerido un arduo trabajo de grabación y localización. Cerca de 60 artistas callejeros, cada uno con su música, su estilo, su afinación o ausencia de ella, se conjugan para dar forma a una sinfonía armónica. A través de decenas de atriles, instalados a modo de una orquesta, cada uno de ellos con una pantalla táctil en la que observar y escuchar a cada artista. Partituras logra poner en valor los sonidos propios de la ciudad en la que viven y lo hace proponiendo diferentes recorridos y encuentros callejeros y musicales a modo de una ciudad en constante transformación.
“Para mí, la ciudad es un punto de encuentro de multitud de cuestiones y es lo que quiero plasmar. Ya sea de temas ecológicos, sociológicos, es el sitio donde confluye todo el pensamiento, toda nuestra bondad, nuestra maldad y nuestras necesidades”, asegura Garaicoa. Añade que las urbes del siglo XXI se han convertido para millones de seres humanos en el sustituto del paisaje real, “de la naturaleza real”: “No nos queda otra que entendernos con ella”.
Vivimos unas dinámicas que nos llevan a mirar las paredes y el suelo
El artista cubano, afincado en España desde hace años, señala que los núcleos urbanos son su foco de inspiración por su gran capacidad para “resignificar” los objetos que la conforman y por hacerlo en un espacio abierto que facilita “la comunicación directa”: “Una obra como esta no tiene mediadores, hay una relación directa del sentido del placer o de la incomodidad que es inmediata y directa, por eso me interesa tanto”.
Vive con los ojos bien abiertos, atento al devenir de la vida en la urbe, al vivir en sus entrañas. La ciudad habla, recuerda Garaicoa, y habla de todos los que la habitamos. “Nos perdemos todas las cosas. Vivimos unas dinámicas que nos llevan a mirar las paredes y el suelo. Abstraídos en nuestros problemas, en nuestra domesticidad”.
El arte y los objetos decorativos
Se siente un privilegiado por poder emplear el arte para expresarse y para hacerlo de modo crítico con el poder, con la realidad y con las injusticias, ”yo quiero tener un punto de incomodidad en mi relación con el contexto”, señala, “quiero enseñar que existen otras aristas” que van más allá de la belleza. Defiende el carácter crítico de su trabajo como un compromiso propio de cualquier creador, cualquier artista, “el lenguaje del arte debe posicionarse críticamente”: “Si no, todos acabaremos siendo objetos decorativos para vender en la próxima tienda. Ese error de pensar y concebir el arte como si fuera un gran espacio de lujo en el que todos vivimos para hacernos millonarios”.
“El lenguaje del arte debe posicionarse críticamente, si no, todos acabaremos siendo objetos decorativos"
Junto a la exposición Epifanías Urbanas, el centro Azkuna Zentroa también muestra el trabajo de dos jóvenes autores que han participado en el programa ArtistaxArtista del Estudio Carlos Garaicoa en La Habana. Se trata de la muestra bipersonal Nadie lo sabe todo de Leandro Feal y Taxio Ardanaz. Así, Feal explora a través de la fotografía una mirada de dentro hacia fuera para mostrar la realidad de la Cuba actual, su similitud decadente de la realidad soviética o la apertura al mundo que ahora lleva a cabo y que se convierte en un imán de atracción para artistas y estrellas de la música que incomoda al régimen octogenario cubano. Por su parte, Taxio Ardanaz apuesta por ilustrar en vídeos y cuadros en el relato que la Revolución ha cosntru8ido en torno a la memoria histórica de Cuba.
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