Recogida de plásticos en las costas, uso de vehículos eléctricos o una mayor conciencia de la importancia del reciclaje son algunas de las medidas que la sociedad está adoptando para proteger el medioambiente y reducir las emisiones de gases causantes del efecto invernadero. Sin embargo, son los edificios los culpables del derrochan casi el 40% de la energía total de España y pocas las soluciones viables para acabar con este agujero negro. Si bien en la última década se han aprobado normas que conducen en buena dirección, nunca se llegan a aplicar debido a la falta principalmente de concreción y asignación de recursos económicos por parte de las diferentes Administraciones.
El 70% de los bloques de viviendas y servicios existentes actualmente en España tienen entre 30 y 50 años de antigüedad y carecen de los sistemas y tecnologías necesarios para llevar a cabo un correcto aprovechamiento energético. Los edificios antiguos con poco aislamiento resultan muy difíciles de calentar, provocando por tanto un altísimo gasto, consumen a su vez un tercio de la energía del país, contaminan el aire de las ciudades, reducen la calidad de vida y salud de sus habitantes, al mismo tiempo que las facturas son muy elevadas.
Iniciativa por el cambio
Al igual que ocurre con los coches, una vieja furgoneta de los años 70 consumirá muchísimo más que un coche moderno. Los edificios no se pueden renovar tan a menudo como los vehículos, pero si se pueden reformar. Precisamente para provocar un cambio útil y viable, que acabe con las utopías y lleve a la práctica este avance tan necesario, la Fundación Felipe González ha puesto en marcha un proyecto a través del cual se pretende establecer una serie de medidas que hagan posible la rehabilitación energética de más de 15 millones de edificios españoles, denominado “Del rojo al azul”.
El nombre de este programa se identifica con los colores que representan el nivel de saturación térmica y energética en el que se encuentran los diferentes espacios estudiados. Marcel Fontanillas, arquitecto, y uno de los mayores impulsores de este proyecto, decidió alquilar una cámara térmica y fotografiar la ciudad de Barcelona a las 4 de la mañana, obteniendo las siguientes imágenes, cedidas por la Fundación Felipe González a El Independiente:
Mientras que los montes cercanos al centro aparecen con un intenso color azul, limpio de gases contaminantes y derroche térmico, las fotografías realizadas a los edificios de la capital catalana son alarmantemente anaranjados y rojizos debido a su elevada temperatura.
La casa eficiente
El arquitecto que ha guiado esta iniciativa, Marcel Fontanillas, ha llevado a cabo la construcción de una casa totalmente eficiente, prevista de todas las características necesarias para evitar el derroche energético y las emisiones de gases nocivos para el planeta. En estas imágenes de la vivienda, realizadas por él mismo, destaca el color azulado de su temperatura, totalmente opuesto al rojizo tono de los edificios que se acostumbra a estudiar en las grandes ciudades, y viene a mostrar el nulo escape térmico existente a través de sus paredes, techos, puertas o ventanas.
Uno de los principales objetivos de este programa es aportar el conocimiento necesario a los arquitectos, a través de formaciones específicas, sobre el comportamiento térmico de los edificios. Los 3 focos en los que deberían centrarse las medidas son:
- El aislamiento térmico: que implica aislar correcta y progresivamente las fachadas, cubiertas, tabiques y suelos mediante materiales especiales o renovación de ventanas y persianas para reducir significativamente las pérdidas de calor y frío.
- La estanqueidad: para evitar corrientes incontroladas de aire que se pueden producir a través de fisuras o grietas en suelos, muros y conducciones.
- La ventilación: cuando un edificio no cuenta con sistemas de ventilación mecánica, se ventilan los hogares abriendo ventanas y puertas, lo que provoca grandes pérdidas de calor en invierno y al contrario en verano. Para ello existen aparatos como recuperadores de calor o rejillas de ventilación que pueden llegar a reducir en un 90% este problema.
Algunas de las ventajas resultantes de estas reformas estructurales son por ejemplo la reducción de la demanda y consumo de energía del edificio, ya que las instalaciones dejan de necesitar tanta energía para satisfacer las necesidades de confort de los individuos que las habitan, la disminución de las emisiones de CO2 considerablemente o la resolución de problemas de humedades y corrientes de aire. Además de esto, aumenta el valor del edificio, es decir, este se revaloriza de cara al mercado inmobiliario, se produce un notable ahorro económico en la factura, y mejora la estética de la edificación.
El agujero negro energético de España
Sara Pizzinato, consultora política de democratización de la energía, añadía en el evento de la fundación que “los edificios son un agujero negro energético” y “si no generamos una transición energética justa habrá grandes perdedores”. En lo referido a perdedores viene a referirse a la exposición que se llevó a cabo de unos datos a través de los cuales se muestra como entre el barrio más rico y el más pobre de Madrid hay “10 años menos de vida a causa de la calidad de las viviendas”.
“10 años menos de vida a causa de la calidad de las viviendas”
Sara Pizzinato
La energía, para la Fundación Felipe González, es considerada un derecho que debería poder gozar cada ciudadano. Tal y como afirmaba el expresidente por el que recibe nombre la Fundación: “Necesitamos usar el pincel fino y no la brocha gorda para resolver problemas concretos y específicos de los ciudadanos” porque “es como aquel que tiene un coche de 30 años. Si esa persona pudiese cambiar de coche, lo haría. Lo mismo ocurre con sus hogares”. Con este planteamiento pretenden dar a entender que para fomentar la participación ciudadana es necesario que el Estado y las diferentes comunidades autónomas pongan de su parte a través de ayudas económicas y otorgando facilidades a aquellas personas que decidan ponerse en marcha.
De esta forma, habría que comenzar con pequeños cambios en las leyes, que facilitasen la tarea, ya que por ejemplo la actual Ley Urbanística prohíbe usar 10 o más centímetros de material aislante para revestir los edificios porque es considerado invasión del espacio público. Además, Sara Pizzinato quiso explicar que “no habrá eficiencia energética hasta que no se reduzcan los costes y se refleje en las facturas de los ciudadanos”. Y como un derecho que es “deberíamos poder elegir qué tipo de energía quiero, cuánta cantidad y de qué forma la quiero”, añadía haciendo referencia a los elevados costes que en ocasiones imponen las distribuidoras eléctricas.
Informarse sobre este tema puede llegar a desmontar el mito que define a las reformas y construcciones energéticamente eficientes como ‘más caras’. Es cierto que el coste en un primer momento puede resultar más elevado, pero tal y como afirman desde la Fundación “no debería considerarse un gasto, sino una inversión” porque “son proyectos autofinanciables de 10 a 15 años”. Lo que al principio puede resultar caro, pasada una década comienza a ser únicamente ahorro en dinero y energía.
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