En los campos de Toledo, el Gobierno de progreso parecía no más que la España de capea, galgo y tinaja. Al final el progresismo consiste en decir unos cuantos abracadabras ministeriales y montar algunos ministerios abracadabrantes e irte luego a desplumar perdices y a rebañar vajillas con escenas de caza a las grandes haciendas franquistas, con salones llenos de espadones y de gente emparedada, y unas camas altas y enjaezadas igual que dromedarios. En realidad, es una exhibición de lujo decadente, o sea muy de Sánchez.
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