Hace tiempo que la prima de riesgo no emite señales de alarma. Años de actuación del Banco Central Europeo (BCE) han logrado disipar los miedos de los inversores sobre la sostenibilidad de las cuentas soberanas en la región, llevando los costes de la deuda a niveles históricamente bajos.
Pero los diferenciales siguen existiendo y, aunque reducidos, siguen evidenciando la mayor o menor confianza de los inversores en un país u otro. Por eso, el hecho de que Portugal diera el año pasado el sorpasso a España, situando el coste de su deuda por primera vez por debajo representó, amén de un golpe al orgullo nacional, la muestra palmaria de que, en el mercado, el mayor crecimiento de la economía española no es suficiente para granjearle la mayor confianza.
Desde el Gobierno y desde el Tesoro Público ha sido frecuente achacar esa situación al escenario de bloqueo político en que se vio inmerso el país durante la mayor parte de 2019. Por eso, la formación de un nuevo Gobierno tras la investidura de Pedro Sánchez el pasado 8 de enero fue recibida con elevadas expectativas de que el mercado al fin reconociera los méritos acumulados por la economía española en los últimos años.
Así, en una presentación a finales del año pasado, el director general del Tesoro Público, Carlos San Basilio, expresaba su convicción de que el fin del bloqueo político ayudaría a rebajar la prima de riesgo a la mitad, asimilando los costes de la deuda española a los de países como Bélgica o Francia.
El coste del bono español ha caído once puntos desde el 8 de enero, menos que el de Portugal, Francia o Irlanda, entre otros
Sin embargo, transcurrido algo más de un mes desde el voto favorable del Congreso de los Diputados a un segundo mandato de Sánchez, lo cierto es que los diferenciales no solo no se han estrechado de forma notoria, sino que en la mayor parte de los casos se han ampliado.
Desde el pasado 8 de enero el comportamiento del bono español ha sido positivo. En un entorno de optimismo en los mercados favorecido por la convicción de que la economía internacional evitará la crisis que se temía el año pasado y el papel activo de los bancos centrales, el interés del título a 10 años se ha reducido once puntos básicos, hasta situarse en el 0,3%.
Pero este rendimiento ha sido mejorado por la deuda irlandesa, la portuguesa, la holandesa, la francesa, la austriaca y la italiana. Sólo Alemania y Bélgica, han registrado un desempeño ligeramente peor, en uno y tres puntos básicos, respectivamente.
También en los casos en los que el bono español ha tenido un comportamiento relativo peor, las diferencias han sido limitadas. Con la excepción del bono italiano -cuyos costes son aún mucho más elevados-, que ha recortado en 37 puntos el diferencial frente al español desde el pasado 8 de enero, en el resto de casos las diferencias en este periodo alcanzan un máximo de seis puntos básicos.
Los notables resultados de las subastas celebradas por el Tesoro español en los últimos tiempos vendrían también a respaldar la idea de que esta peor evolución frente a sus pares no es reflejo de ninguna inquietud entre los inversores. De hecho, desde el Tesoro y desde el ministerio de Economía que dirige Nadia Calviño se ha deslizado en distintas ocasiones la idea de que será la presentación de los nuevos Presupuestos la que marque a ojos de los inversores la nueva etapa política.
Tras la presentación de la nueva senda de déficit, el interés del bono español experimentó un llamativo repunte
No obstante, algunos analistas sí perciben en la actitud de los inversores hacia la deuda española unos recelos incipientes ante los planes económicos del nuevo Ejecutivo. Así se entendería el repunte casi en solitario de la rentabilidad del bono español entre el martes y el miércoles (cinco puntos básicos), después de que se hiciera pública la nueva senda de déficit planteada por la vicepresidenta de Asuntos Económicos.
"En nuestra opinión, los nuevos objetivos de déficit fiscal y macro no parecen ser lo suficientemente prudentes en este punto del ciclo, y los objetivos no nos parecen realistas", advertían este miércoles los analistas de Alantra, para los que "retrasar la corrección del déficit fiscal primario es solo posponer el problema (y deja a España vulnerable a una eventual recesión del ciclo), mientras que también vemos el riesgo de ejecución ya que los nuevos objetivos dependen de un aumento en el gasto social (que agregará poco al potencial de crecimiento a largo plazo del PIB español) y se financiará con impuestos más altos (detalles aún desconocidos, y esto podría frenar la economía aún más en el corto plazo)".
Tampoco pasan desapercibidos los avisos constantes por parte de las agencias de calificación sobre los riesgos de algunas de las medidas planteadas. Este miércoles, sin ir más lejos, fue la analista de Moodys Kathrin Muehlbronner, la que remarcó sus dudas sobre una posible retirada de la reforma laboral y alentó al Gobierno a reducir la deuda cuanto antes.
Mensajes que según un analista experto en el mercado de deuda podrían estar empezando a hacer mella en la visión de los inversores hacia el bono español, llevándoles a priorizar los de sus pares europeos.
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