Europa nos mandará sus mascarillas o sus tulipanes o sus monedas de color casino o sus cosas en un par de semanas, pero lo importante es que la UE ya tiene un rostro sentimental y enjabonado de dulzura para consolarnos, o sea Ursula von der Leyen. Aquí siempre nos ha enternecido mucho el extranjero que intenta hablar español con acento muy derretido, propio de un corazón derretido. Nos pasaba con Nat King Cole, que nunca supo lo que cantaba en español pero daba igual. Aunque Von der Leyen se parece más a Herta Frankel, aquella ventrílocua/peluquera canina que triunfaba en nuestra televisión sesentera con la combinación imbatible de una caniche llamada Marilín y su acento de repostera tirolesa. La UE no está, o tarda en ponerse, como toda esa gente en la última planta del poder, en el solárium de las naciones, pero Von der Leyen nos ha dedicado unas palabras en un esforzado español de Eurovisión y yo creo que nos vamos a salvar por eso. O al menos la vamos a perdonar por eso, como perdonamos a Sánchez por hablarnos con cara de cachorrillo y voz de locutor nocturno.
Aquí vamos por 50.000 infectados y 3.500 ataúdes, pero el material para que la gente no se nos muera en los brazos lo están encargando ahora
China, por lo visto, es la única que nos puede mandar mascarillas y respiradores, como si fueran jarrones chinos o dragones chinos, una cosa que sólo pueden hacer allí con su propia caligrafía de misterio o magia. En China amontonan muy bien el plástico y a la gente, debe de ser por eso, mientras que Europa es más de amontonar abstracciones y dramas wagnerianos. Así que, mejor que material sanitario, Europa nos da una ninfa del Rin que canta siempre sobre la eternidad o sobre el destino, es decir, Ursula von der Leyen avisando de que lo que necesitamos llegará en un par de semanas, mientras nos acuna en sus trenzas mojadas como banderas mojadas. China parece ser la única que puede fabricar el aire y por ahí puede llegar el Nuevo Orden. China como pulmón del mundo y Rusia mandando a Italia médicos militares con cuchillo en la bota, que Putin los viste así igual que Benny Hill vestía a las enfermeras con liguero. Sí, es como si nos invadieran con un desfile de la Cruz Roja. Pero alguien tiene que hacer las cosas, hacerlas de verdad, mientras Europa sigue con Abba y USA sigue cabalgando misiles como toros colorados, así a lo Kubrick.
Europa no pinta nada, nunca fue más que un club de países jugando a las cartas entre el humo de sus intereses particulares y cuadros de abuelos ateneístas. No hay que echarle la culpa a Trump, a Soros, a Putin ni a China, sino a los europeos que son igual de catetos en Prusia que en Tractoria. Teniendo en las tripas Grecia, Roma, la Revolución Francesa, Descartes y Kant, los europeos no pueden dejar de mirar sus glorias de villorrio, sus héroes venteros y su cultura de cómo atar las morcillas y las moñas. Claro que nos come el coronavirus, y claro que nos van a comer China y Rusia. Europa tiene que hacer un cónclave con orquesta, botafumeiro y alcobas para comprar desinfectante, igual que nuestro Gobierno tiene que reunir a los liberados sindicales y a los concejos comarcales de los partidos para asignarle al virus, antes que nada, un cajón, una póliza y un eslogan.
Aquí vamos por 50.000 infectados y 3.500 ataúdes, pero el material para que la gente no se nos muera en los brazos lo están encargando ahora, como si fuera para los próximos Juegos Olímpicos. Sí, nuestras pandemias tienen ritmo y calendario de olimpiada o de mundial de fútbol, entre concursos, licitaciones, peritajes, subcontratas, fiestas de guardar y el encargado que no está. O sea que el material llegará cuando llegue y quedará como quede, como una carretera con baches. 50.000 infectados, 3.500 muertos, o los que sean ya cuando lean ustedes esto, pero Von der Leyen sale con su nana tirolesa y nuestro ministro Illa aún dice que los respiradores llegarán entre abril y junio, como la pieza magnífica que te anuncia el mecánico que vendrá de Alemania a salvar tu coche ya ahogado. Sí, esos tiempos mediterráneos que tienen aquí la industria, el milagro o la muerte.
En China lo tienen todo, pero curiosamente parece que hace falta dinero y decisión, y aquí sólo tenemos relato, puñitos apretados y cacerolas en la cabeza como un quijote de balconcillo y saeta. Bueno, también tenemos unos graves doctores como meteorólogos de la muerte que te piden lealtad y te dicen que estás viendo el virus a posteriori, tontería semejante a decir que estás viendo llegar el autobús a posteriori. La verdad es que llevamos ya un par de semanas de ver las cosas a posteriori, pero ahí seguimos esperando los cargamentos de China como el barco de Marco Polo. Y no parece que haya otra opción. Europa nos consuela con rubias de mucho afecto y mucha laca, como cuando Landa, y nosotros nos conformamos con ser reserva espiritual de una esperanza desesperada. Estoy viendo que nos va a comer el virus, y el oso de Putin, y hasta Fu Manchú.
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