Las urnas deberían estar abiertas desde las nueve de esta mañana. Lo harían después de una campaña electoral relativamente tranquila, con el autogobierno hacia un nuevo encaje de Euskadi de ‘tú a tu’ con España, el cumplimiento y vigencia del Estatuto de Gernika, la gestión del PNV tras la crisis de Zaldibar y la relación con el Gobierno de Pedro Sánchez como ejes dialécticos de los partidos. Probablemente esta noche se anunciaría una victoria clara del PNV y de su candidato, un incremento del PSE, un descenso de Elkarrekin Podemos, un leve repunte de EH Bildu y se despejaría el futuro, despejado o imposible, del nuevo PP post Alfonso Alonso.

Esta secuencia se la llevó por delante el maldito virus que todo lo ha trastocado. Y la transformación no se limita únicamente a la no celebración de unas elecciones sino que alterará por completo la próxima disputa electoral que se decrete una vez levantado el Estado de Alarma. También dejará como legado unas prioridades para la próxima legislatura en el País Vasco que poco o nada se parecerán a las que los partidos tenían ultimadas en sus programas. Desde que el pasado 16 de marzo el lehendakari aplazara el adelanto electoral que él mismo decretó, el tablero político ha cambiado por completo.

Ahora los partidos vascos deberán actualizar mensajes, programas y prioridades. La crisis económica en la que se sumergirá la economía lo altera todo. A falta de despejar incógnitas sobre el desarrollo de la pandemia, no cabe duda de que por lo ya sucedido acarreará una crisis de empleo, mayores niveles de precariedad social y en una suerte de cambio de confianzas y alianzas entre partidos políticos: los gobiernos saldrán heridos y la oposición con argumentos para agravar su crítica.

La Euskadi que se enorgullecía de presentar junto a Navarra la tasa de desempleo más baja de España -por debajo del 10%- prevé ya un repunte de parados. El Ejecutivo de Iñigo Urkullu estima que en el mejor de los escenarios -un confinamiento de un mes y una vuelta gradual a la normalidad de 60 días- la tasa de desempleo alcance el 11,6%, o lo que es lo mismo, 17.000 parados más. También la recaudación se verá mermada y con ella la capacidad para impulsar proyectos e iniciativas propias de los tiempos de bonanza en las que prometían desarrollarse. La previsión es que en Euskadi la economía caiga un 3,6%. A pesar de que también se augura una rápida recuperación, con un crecimiento en 2021 del 2,6% en la economía y la creación de 15.000 puesta de trabajo, lo cierto es que el impacto definitivo de la pandemia es aún mera hipótesis.

Nuevo tablero político

Además de la perdida del favorable horizonte económico con el que el PNV y el PSE se disponían a abordar las elecciones, el coronavirus se ha llevado por delante el sueño que el nacionalismo empezaba a tocar con los dedos. Días entes de que Pedro Sánchez decretara el Estado de Alarma en el país, su Gobierno y el de Urkullu debían celebrar la primera reunión de la Comisión Mixta de Transferencias. Suponía el primer paso para dar cumplimento al calendario de cesión de competencias pactado y que debía culminar al final de año con el desarrollo íntegro del Estatuto de Gernika. En la lista de acuerdo a completar este 2020 figuraba no sólo ceder la gestión de las prisiones al Gobierno vasco sino también la gestión del régimen económico de la Seguridad Social.

En la política vasca, el desarrollo de un nuevo estatuto vasco que contemplara el derecho a decidir o que actualizara la relación entre Euskadi y España en fórmulas como la confederación parece ahora lejano. Las prioridades económicas y sociales que sin duda dejará la crisis del Covid-19 antojan que será complicado no sólo la ya de por sí difícil negociación de la cuestión territorial sino también la tramitación de la misma hasta alcanzar su aprobación en Cortes la próxima legislatura.

La batería de ayudas que tanto el Gobierno de España como el Ejecutivo vasco han puesto en marcha tendrán un efecto inmediato en las arcas de ambas instituciones y con ello condicionará las urgencias y prioridades. Proyectos urgentes como el Tren de Alta Velocidad, para el que el Gobierno vasco ha reiterado desde hace años máxima urgencia a los Gobiernos centrales, sufrirán retrasos. La práctica paralización de la economía decretada estos días tendrá consecuencias innegables en la viabilidad de los plazos acordados para su aprobación en 2023 o como muy tarde en 2024.

A la mayor debilidad económica con la que tendrá que gobernar el próximo Gobierno vasco se suma financiar las inversiones millonarias que ya anuncia Urkullu, por un montante de 1.025 millones, para luchar contra el coronavirus y contra la crisis económica. Inversiones millonarias que los dos Gobiernos deberán afrontar tirando de remanentes, de mayores niveles de endeudamiento y de reasignación de partidas presupuestarias.

Posiciones trastocadas

Y en el camino de la pandemia, la relación entre el PNV y el Gobierno también se ha resentido. En Sabin Etxea aún no salen de su asombro ante el modo en el que Sánchez ha adoptado algunas decisiones y la indiferencia que ha mostrado ante ellos. El parón de la economía que poco después tuvo que flexibilizar, y ante la que los nacionalistas estallaron por el riesgo de dejar la economía vasca -eminentemente industrial- en “coma”, fue la gota que colmó el vaso.

A efectos electorales, el retraso electoral y el impacto de la epidemia no ha tenido el mismo impacto en todos los partidos políticos. Así, el PNV, pese a gozar de un apoyo sólido en la sociedad vasca, que una y otra vez le situaba en torno a la mayoría absoluta junto al PSE en casi todas las encuestas, vio cómo su situación se complicaba en vísperas electorales. El accidente del vertedero de Zaldibar, ocurrido el pasado 6 de febrero, hirió la imagen del Gobierno Urkullu, muy cuestionado por su gestión. Aún hoy, 60 días más tarde, los cuerpos de Alberto y Joaquín continúan enterrados entre toneladas de residuos.

A esta crisis le superó una mayor, la generada por el COVID-19, que sólo en el País Vasco provocó hasta ayer 477 fallecidos y más de 8.000 infectados. El 19 de marzo la sanidad vasca registró la muerte de la primera profesional sanitaria del país a consecuencia del virus, Encarni, 52 años. Desde entonces, las quejas por la falta de medios en la sanidad pública y en otros colectivos esenciales ha sido una constante. Los partidos han acusado a Urkullu de falta de previsión, de autocomplacencia y de soberbia por no aceptar ayuda exterior, como la de la UME.

El desgaste en su imagen que en apenas un mes ha sufrido el PNV salpica también a su socio de Gobierno, el PSE, vinculado a la gestión que haga Sánchez. Ante las elecciones ‘postCovid-19’, que hay previsión de celebrar este año, también hay formaciones que han visto cómo el aplazamiento electoral era un respiro a su situación. Es el caso del PP y de Elkarrekin Podemos. Ambos partidos acudían a la cita con las urnas en una crisis interna complicada; Alfonso Alonso, el exlíder del PP vasco dimitía de su cargo el mismo día que la OMS alertaba al mundo de una pandemia y tras una dura crisis en el seno de su partido. Dos días más tarde, en Elkarrekin Podemos quien anunciaba su salida era el hasta entonces secretario general, Lander Martínez y su equipo tras ser derrotada su candidata, Rosa Martínez, en las primarias para elegir candidata a lehendakari.

La demora en la celebración de los comicios está permitiendo tanto al PP y su candidato, Carlos Iturgaiz, como a la candidata morada, Miren Gorrotxategi, organizar y reordenar sus formaciones para afrontar con más garantías la pugna con las urnas. Uno y otra también tienen un hilo que les vincula al devenir de sus organizaciones estatales; Iturgaiz al de Pablo Casado, su valedor como aspirante a lehendakari, y Gorrotxategi a Pablo Iglesias, el aval con el que derrocó a la candidata de Martínez.