Tras la aprobación en España de la ley trans, proyecto llevado a cabo por el ministerio de Igualdad que dirige Irene Montero y que permitirá, entre diversas modificaciones legales, la autodeterminación de género, el colectivo comienza a dar pasos legales y sociales clave en su desarrollo socioeconómico. El amparo legal considerará también como legítimo que los mayores de 16 años que lo deseen puedan modificar su sexo y nombre en la documentación oficial sin necesidad de informes médicos, terapia o asistencia parental o de tutores.
Aunque existen todavía ciertas lagunas legales en referencia a cómo la nueva normativa se aplicará al terreno deportivo, las modificaciones de Igualdad en referencia al colectivo trans chocan directamente con los requisitos del Comité Olímpico Internacional (COI) en su reglamento de competición.
Así, en España no habrá ningún requisito médico para que las personas trans compitan en eventos deportivos. Su participación se realizará "atendiendo a su sexo registral, sin que en ningún caso puedan realizarse pruebas de verificación del sexo".
Una normativa que choca con los estatutos del COI, que pide que las mujeres trans que compitan en segmentos femeninos cumplan unos niveles de testosterona inferiores a los 10 nanomoles por litro durante al menos 12 meses antes de la primera competición. Además, no podrán cambiar de género, a efectos deportivos, durante al menos cuatro años.
La alteración de la normativa supone que una campeona nacional española pueda no participar en una competición internacional que se rige por preceptos diversos.
Laurel Hubbard marca el paso
Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 no sólo se han caracterizado por su lavado de imagen -al incorporar cuatro nuevas disciplinas; surf, skateboarding, escalada y kárate- y su circunstancia pandémica, también por contar con la primera atleta transgénero de la historia.
La neozelandesa Laurel Hubbard participará en Tokio como la primera deportista trans. Lo hará en la disciplina de halterofilia femenina y en la categoría de peso superpesado, 87 kg. Hubbard podría hacer aún más historia si consigue alzarse con la medalla, un triunfo, no sólo individual, también colectivo. "Me siento agradecida y humilde por la amabilidad y el apoyo que se me ha brindado", dijo en un comunicado emitido por el Comité Olímpico de Nueva Zelanda (NZOC).
A los 43 años, Hubbard se convertirá en la participante más mayor dentro de su categoría deportiva. La neozelandesa inició su transición en 2013, participando hasta entonces en competiciones de halterofilia masculina, aunque no a nivel internacional.
Hubbard puede competir en las categorías femeninas desde 2015, año en el que el COI emitió unas directrices que permitían a los deportistas transgénero competir siempre que su participación se adaptase a la normativa establecida por el organismo.
El debate de la igualdad de condiciones
Los atletas transgénero no sólo tienen que cumplir una serie de reglas para poder participar en el sexo con el que se identifican, también han formado parte de un debate público que considera que parten con ventaja, en el caso de la transición de hombre a mujer, si ahora compiten en categorías femeninas. La ventaja fisionómica ha sido objeto de una amplia controversia.
"La obligación de someterse a una operación para participar no es necesario para asegurar una competición justa y va en contra de los derechos humanos", enunciaba el COI en la elaboración del documento que retiraba las intervenciones quirúrgicas como requisito para que los atletas masculinos que hicieran la transición pudieran participar en competiciones femeninas.
A pesar de la normativa vigente, las interpretaciones de las reglas cambian en algunos circuitos internacionales. Por ejemplo, la disciplina de rugby femenino ha prohibido a las deportistas trans su participación en los torneos. Asimismo, algunas federaciones internacionales han optado por pedir unos niveles de testosterona más exigentes que los que establece el COI, como es el caso del atletismo, el tenis y el ciclismo, que requieren cinco nanogramos de testosterona por mililitro de sangre para participar en la categoría femenina.
Otro elemento polémico al que el COI ha tenido que hacer frente es el de las deportistas con hiperandrogenismo: mujeres que por causas genéticas producen la misma cantidad de testosterona que los hombres. La problemática surge debido a que varias federaciones obligan a las mujeres con esta condición a someterse a tratamientos que reduzcan la producción de dicha hormona masculina.
Eso mismo le ocurrió a Caster Semenya, atleta sudafricana campeona olímpica en Londres 2012 y Río 2016, que fue obligada a tratarse para reducir la producción de testosterona en sangre si quería seguir participando en las categorías femeninas. Semenya decidió no hacerlo, lo que frena su participación en los actuales JJOO de Tokio por no cumplir con unas reglas biológicas que excluyen su definición de feminidad. Dicha reglamentación fue elaborada por la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) y apoyada por el COI.
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