Control de temperatura por aquí, control de temperatura por allá. Termómetros por todos lados. Si es menos de 37 grados, lucecita verde y puedes pasar. Mejor no pensar si la luz se pone roja.
En los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 hay una obsesión por medir los grados de cada persona en todas partes, pero esa preocupación ha contrastado con cierta indiferencia ante otra temperatura, la del ambiente, la que ha llevado a muchos atletas al límite en la primera semana de competición. Ha habido colapsos, mareos y deportistas que se han retirado aturdidos y en silla de ruedas.
Cuando Tokio fue elegida sede de los Juegos de 2020, en la Asamblea del COI celebrada en 2013 en Buenos Aires, ya se sabía que en los meses de julio y agosto la temperatura y la humedad de la capital japonesa iban a ser terribles. Por eso, se programaron las pruebas más extremas, como el maratón o la marcha, lejos de Tokio. En concreto, se llevaron a Sapporo, casi 1.000 kilómetros al norte. Pero el programa olímpico mantuvo otros deportes extenuantes en la capital y en las horas de más calor. Es el ejemplo del tenis, el deporte que más ha sufrido la humedad y las altas temperaturas.
"Soy un luchador, terminaré el partido, pero puedo morir", llegó a decirle a un árbitro el ruso Daniil Medvedev, número dos del ranking. Y es que los tenistas tuvieron que bregar en las horas centrales del día a pleno sol, con temperaturas de 33 grados y una humedad cercana al 80%, lo que dispara la sensación térmica hasta los 40 grados. Una auténtica locura. "Nunca he competido en condiciones tan extremas", indicó la español Paula Badosa, obligada a abandonar la pista en silla de ruedas por un golpe de calor. Días antes, la arquera rusa Svetlana Gomboeva se había desmayado y la escena de la meta del triatlón era tétrica, con vómitos y desfallecimientos.
El problema de la humedad
En los primeros siete días de competición en Tokio, el termómetro ha superado prácticamente a diario los 30 grados, con picos de 33 y 34 grados. Pero el principal problema no es la temperatura en sí (en Atenas 2004, por ejemplo, hizo más calor), sino la humedad. “Cuando se trata de estrés por calor o de una insolación, el problema no es solo la temperatura, sino también la humedad", advirtió hace unas semanas en Reuters Makoto Yokohari, profesor de Medio Ambiente y Planificación Urbana de la Universidad de Tokio. "Cuando combinas esos dos factores…. Tokio serán los peores Juegos de la historia en ese sentido (…) Puede ser una pesadilla".
La ex atleta Natsue Koikawa advierte de que competir en estas condiciones es mucho más peligroso de lo que la gente se cree. Sabe de lo que habla: ella se desmayó durante un maratón en Japón en 1995 y estuvo cerca de no contarlo. "Un golpe de calor puede ocurrirle a cualquiera y es una causa de muerte muy común", ha indicado estos días Koikawa. "Puede ser muy difícil para los atletas renunciar a competir en medio de la competición porque los atletas están representando a su país en el escenario de sus sueños, pero yo les digo a los atletas que tener el valor de renunciar es la mejor manera de prevenir un golpe de calor".
Las noches tropicales se han duplicado desde 1880
Tokio es un caso de especial estudio cuando se tratan de analizar los efectos del cambio climático. La temperatura media anual de la capital ha aumentado 2,86 grados desde 1900, «más del triple que la media mundial», según un informe titulado Anillos de Fuego y publicado recientemente por la Asociación Británica para el Deporte Sostenible. Además, las temperaturas nocturnas han subido significativamente: las noches tropicales -en las que la temperatura no baja de 20 grados- se han multiplicado por dos desde 1880.
Eso se debe, en parte, a lo que se conoce como el efecto «Isla de calor urbano». «Durante la noche, la superficie de área de Tokio, en gran parte urbanizada, libera el calor que ha estado atrapado durante todo el día y eso evita que la ciudad se enfríe», apunta en el estudio la española Paloma Trascasa, del Centro Internacional Priestley para el Clima de la Universidad de Leeds.
¿Serán en verano los Juegos del futuro?
En el estudio de la Asociación Británica para el Deporte Sostenible se pone especial atención en cómo afectará el cambio climático a eventos como los Juegos en el futuro. El hecho de que la competición tenga que ser en los meses de julio y agosto condicionará a muchas ciudades que quieran postularse a corto y medio plazo.
En los Mundiales de Atletismo de Doha, celebrados en 2019, el maratón se disputó a medianoche para evitar colapsos por el calor. Pero aún así fue tremendo: en categoría femenina abandonaron 28 de las 68 atletas, que tuvieron que correr 42 kilómetros a 32 grados y con una humedad del 74%. «Yo solo espero que las futuras generaciones de atletas puedan competir de forma segura en una prueba como el maratón», señala en el informe Mara Yamuichi, ex atleta británica de maratón.
Una solución pasaría por cambiar el calendario de los Juegos y que en vez de en julio y agosto se celebran en octubre o noviembre. Los de Tokio 1964, por ejemplo, se retrasaron a esa época para evitar precisamente el calor. El problema es que en 1964 la industria del deporte no movía el dineral de ahora. Julio y agosto son los meses perfectos para sacar el máximo rendimiento televisivo a los Juegos: no hay grandes ligas en Estados Unidos y el fútbol en Europa está parado.
Otra solución sería elegir ciudades que resistan mejor al impacto del cambio climático. Lo malo en este caso es que a largo plazo habrá cada vez menos posibilidades. Un estudio publicado en 2016 en The Lancet advertía ya de que solo 33 ciudades el hemisferio norte podrían albergar unos Juegos 2085 con un "riesgo bajo".
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