Al borde de cumplir 36 años y tras perder en Roma hace una semana prácticamente cojo, Rafael Nadal afronta desde este lunes el Roland Garros más difícil que se le recuerda. Su estado físico, la irrupción de Carlos Alcaraz, el regreso de Novak Djokovic y un cuadro plagado de obstáculos serán los grandes rivales del español en busca de su décimo cuarto título en París.
Pero que nadie se engañe: Nadal en París siempre será uno de los grandes favoritos. La Philippe Chatrier es su escenario predilecto, la pista en la que más se agiganta y sobre la que ha cimentado su leyenda. Conviene no dudar nunca de Nadal porque tarde o temprano te acaba dejando en mal lugar. Este año llega sin ningún título sobre tierra bajo el brazo, con poco rodaje (cinco encuentros sobre arcilla en los últimos 12 meses) y habiendo perdido en los octavos de Roma con evidencias dolencias en el pie. Pero París es París.
"Le he visto entrenar y aquí, en esta pista, hay algo que le hace jugar un 30% mejor. De repente, su derecha va 30 kilómetros por hora más rápida y se mueve mucho más ligero", señaló el viernes el alemán Alexander Zverev, número tres del ranking mundial y uno de los grandes favoritos. A Nadal le preguntaron por esa cuestión en la rueda de prensa oficial y respondió con humor. "¿Que soy un 30% mejor que en el resto de sitios o que soy un 30% mejor que el resto de jugadores? Hubo un tiempo en el que lo fui, pero ya no", respondió entre risas.
Dominador absoluto en tierra batida
Porque aunque Nadal esté envuelto entre interrogantes, sus estadísticas en París intimidan a cualquiera. Son 13 títulos, 105 victorias y solo tres derrotas, dos de ellas ante Djokovic (2015 y 2021) y la otra ante el sueco Robin Soderling (2009). Nadie ha dominado jamás un torneo de esta manera. Y a eso se aferra Nadal. Es consciente del reto que tiene este año, pero también sabe que ha habido otras temporadas en las que llegaba con dudas o mermado físicamente y acabó con el trofeo en los brazos.
"Yo vi a Rafa llega aquí en 2020 y no estaba en mejor ritmo que ahora. Pero aún así ganó el torneo sin perder un set", ha indicado esta semana su entrenador, Charly Moyà. "Su pie está mejor ahora y las sensaciones son buena", ha añadido tras varios días entrenando en el Bois de Boulogne.
El sorteo del cuadro celebrado el jueves colocó además a Nadal en la zona más peligrosa. Debutará el lunes ante el australiano Jordan Thompson, en segunda ronda se vería las caras con el suizo Stan Wawrinka (campeón en 2015) y en tercera podría chocar con el italiano Fabio Fognini, un hueso duro de roer siempre en tierra. En octavos su rival debería ser el canadiense Félix Auger-Aliassime, noveno del mundo con 21 años y uno de los jugadores que más ha mejorado en el último año. Y a partir de ahí, palabras mayores: chocaría con Djokovic en cuartos y con Alcaraz o Zverev en semifinales.
"Vamos a ir día a día, tomando las cosas con positivismo", ha señalado Nadal antes de lanzar una advertencia a sus rivales. "En el deporte, las cosas que parecen imposibles hoy dejan de parecer imposibles pasados unos días. No solo dejan de parecer imposibles, sino que parecen muy posibles. Si este clic ocurre, no creo que esté tan lejos".
Y puso como ejemplo lo ocurrido en Australia en enero, cuando ganó su vigésimo primer Grand Slam remontando dos sets en la final y tras casi seis meses sin apenas competir. "En Australia se ganó algo que parecía imposible por dónde veníamos".
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