Apenas quedan unas horas para el inicio oficial del Mundial de fútbol, con el partido inaugural entre el país anfitrión y Ecuador, pero Qatar no da abasto en la tarea de apagar fuegos. Hogueras múltiples que van desde las polémicas declaraciones de un "embajador" sobre la homosexualidad o el "error" con el que ha tildado Blatter la elección hasta las enormes incógnitas que suscitan el transporte, la seguridad o el alojamiento.

Fuentes de la organización qatarí del torneo reconocen a El Independiente hallarse inmersos en una "crisis de comunicación" que no preveían, con diversos y cada vez más extensos frentes. El primero de ellos lleva años en el debate público, las muertes y las lesiones que han padecido la legión inmensa de migrantes que procedentes de Asia y África han levantado los estadios donde se jugarán los encuentros.

El comité organizador reconoció hace días a este diario que las empresas contratistas no están obligadas a realizar un seguro de vida a sus trabajadores, ni siquiera ahora tras el vendaval que lleva ya meses provocando el asunto. “Estamos orgullosos de los progresos en material laboral que hemos logrado en esta última década", replica Naser al Jater, vicesecretario del Comité Supremo de Entrega y Legado, organizador del Mundial de Qatar. "Nuestra labor ha provocado cambios legislativos y es una de las herencias más importantes del Mundial, su impacto en la legislación laboral. Qatar es un modelo para los países de la región que quieren mejorar sus condiciones laborales”, agrega.

Las organizaciones de derechos humanos han reclamado sin éxito a Qatar y la FIFA el establecimiento de un fondo de indemnizaciones destinado a las familias de los trabajadores muertos. Consideran que los 440 millones de dólares (unos 420 millones de euros) destinados a la dotación en premios del torneo podría ser una cifra adecuada para financiar un programa de indemnización a la población trabajadora migrante. Unos y otros se han negado en redondo.

La comunidad homosexual, en la diana

Como la de los migrantes, ha sido una polémica que ha jalonado el camino hasta el Mundial, pero que ha vuelto a resurgir, en parte por la incapacidad del comité organizador de abordar el asunto con honestidad. La situación de la comunidad homosexual es conocida en Qatar, un país donde las relaciones entre personas del mismo sexo se considera ilegal, con castigos de hasta tres años de cárcel y la posibilidad de pena capital para los musulmanes. En la práctica, como relatan los propios expatriados residentes en Qatar, la realidad es mucho más relajada y permisiva y las aplicaciones de citas homosexuales y heterosexuales funcionan sin mayores problemas.

Hace una semana el embajador del Mundial de Qatar y exfutbolista internacional qatarí Jalid Salman calificó la homosexualidad de "daño mental" en una entrevista a un canal de televisión alemán, interrumpida por representantes del comité organizador. "Durante el Mundial pasarán muchas cosas en el país. Hablemos de los homosexuales. Todo el mundo aceptará que vengan. Pero tendrán que someterse a nuestras reglas", pronosticó.

La posición oficial de los organizadores ha sido siempre muy diplomática: todos los aficionados son bienvenidos al país pero siendo conscientes de "los valores de su sociedad", especialmente en lo que se refiere a la prohibición de las exhibiciones de afectos en público, también entre parejas heterosexuales como homosexuales. Un recordatorio que se extiende también al consumo de alcohol en el país, limitado a las zonas designadas y, en ningún caso, en espacios públicos.

Público qatarí en el torneo qatarí de padel, esta semana.

"Hipocresía" occidental

Tampoco han ayudado a la imagen de Qatar las declaraciones de algunos de sus altos cargos. Hace dos semanas el ministro de Exteriores qatarí, Mohamed bin Abdelrahman al Zani denunció "la hipocresía" de los países occidentales que critican al país por supuestas violaciones de los derechos humanos antes de la celebración del torneo. "Hay mucha hipocresía en estos ataques, que ignoran todo lo que hemos conseguido", esbozó. A su juicio, es obra de "un número muy reducido de personas, en diez países como máximo, que no son en absoluto representativos del resto del mundo. Es francamente lamentable".

Los ataques son obra de un número muy reducido de personas, en diez países como máximo, según el ministro de Exteriores de Qatar

"La realidad es que el mundo está esperando esta celebración. Se han vendido más del 97% de las entradas. Entre los diez países que más entradas han comprado se encuentran países europeos como Francia", informó a propósito de las llamadas desde Europa a boicotear la retransmisión del Mundial. "Pero, por favor, no permitan que el fútbol sea arrastrado hacia todas las batallas ideológicas o políticas que existen", exigió.

En octubre la ministra del Interior alemana, Nancy Faeser, declaró en una entrevista que "sería mejor que no se concedieran torneos a este tipo de estados", mencionando el historial qatarí en materia de derechos humanos. A su juicio, la elección de Qatar como sede del torneo era "muy complicada" para Berlín. Sus comentarios provocaron una tensión diplomática entre ambos países. La ministró acabó alabando las "muy buenas leyes" de Qatar en materia de derechos humanos.

El director del Command and Control Centre, Hamad Ahmed al-Mohannadi.

La seguridad

Es otra de las dudas que suscita el torneo. La falta de agentes en las filas qataríes ha obligado al pequeño país, con una superficie similar a la de la región de Murcia, a buscar refuerzos en el extranjero. Finalmente ha firmado acuerdos con varios países, entre ellos Francia y Turquía, para que se desplacen fuerzas de seguridad de ambos países.

España fue otra de las opciones pero las conversaciones que se mantenían con las autoridades de Qatar para que policías españoles participaran en el dispositivo de seguridad han quedado rotas ante las exigencias del emirato sobre la uniformidad que debían vestir los agentes, informa Antonio Salvador. Doha alberga dos bases militares extranjeras, de Estados Unidos y Turquía respectivamente, por lo que la alternativa de Ankara era la más lógica.

La duda ahora es cómo se coordinarán los agentes extranjeros con los qataríes y si se pueden producir roces entre ellos, agravados por la presencia de "hooligans". Un equipo de la televisión danesa fue interrumpido esta semana por la seguridad de Qatar mientras emitía en directo, víctima del exceso del celo de los países árabes para grabar en público. Las autoridades asumieron su error y pidieron disculpas al contar el periodista con sus permisos.

Aeropuerto internacional de Doha.

El transporte público

Fue uno de los talones de Aquiles de la candidatura de Qatar, junto a las temperaturas extremas que obligaron finalmente a mover la competición desde el verano hasta noviembre y diciembre. Doha cuenta desde mayo de 2019 con tres líneas de metro que cubren el desplazamiento hacia la mayoría de los estadios, pero la incógnita es si la población local y expatriada ha tenido tiempo de asimilarlos en un país donde la mayoría se desplaza en sus vehículos privados, causando importantes atacados. La red, en cuya construcción han participado empresas españolas, tiene una extensión de 76 kilómetros y 37 estaciones.

Consciente de tal flaqueza, el régimen qatarí ha dado vacaciones escolares durante las semanas que dura el Mundial y muchos expatriados han optado por aprovechar para pasar el tiempo fuera del país. Aún así, muchos temen que los accesos a los estadios se colapsen. Los ensayos previos, a propósito de otras competiciones deportivas que ha albergado el país, no han resultado satisfactorios.

Uno de los cruceros habilitados para acoger aficionados en Doha.

El alojamiento

Junto al tráfico y la movilidad interna en Doha, el alojamiento es otro de los puntos negros. Según cifras gubernamentales, los aficionados han reservado más de 90.000 habitaciones, tiendas, apartamentos, viviendas y cualquier otra opción habitacional, incluidos cruceros. Muchos caseros han optado incluso por introducir cláusulas en los alquileres habituales para evitar que sus inquilinos permanecieran en los viviendas durante el Mundial.

Los países vecinos del golfo Pérsico han ofrecido tanto sus hoteles como sus conexiones aéreas para aligerar la presión sobre Qatar. Así, habrá aficionados que viajen diariamente desde Emiratos Árabes Unidos o el sultanato de Omán, a una hora en avión. Fuentes gubernamentales omaníes, por ejemplo, ha señalado a este diario que esperan quedarse con el entre 1 y 5 por ciento de todas las pernoctaciones previstas para el Mundial. La aerolínea estatal Omanair ha reforzado los vuelos diarios para acomodar la demanda. Los forófos podrán viajar para ver los partidos y regresar a dormir en el país. Una solución imaginativa que se suma a las sombras y las preguntas que abre el primer Mundial de la historia en tierras árabes.