Kylian Mbappé marcó tres goles en la final del Mundial, levantó a su equipo de las cenizas, firmó una actuación histórica -sólo el inglés Geoff Hurst había marcado un hattrick en una final, en 1966- y abrió la tanda de penaltis con acierto. Pero acabó llorando desconsolado en brazos de su padre, Wilfried, que bajó al túnel de vestuarios a consolar a su hijo tras la derrota.
Una Francia que aspiraba a revalidar la corona de 2018 salió al campo pasiva, sin intensidad, nerviosa y fallando cada pase. Argentina, por contra, se comía el campo para darle a Messi un Mundial antes de su retirada. La diferencia de hambre entre los dos equipos se reflejó en los cambios de Deschamps, que quitó antes del descanso a Giroud y un inclasificable Dembele. El 2-0 del descanso y de casi toda la segunda mitad retrataba a una selección francesa en la que solo Aurélien Tchouameni y Dayot Upamecano parecían comprometidos con evitar un ridículo mayor en el césped.
Fue el momento de la eclosión de Kylian Mbappé, primero peinando una pelota que acabó en penalti, y que convirtió con fuerza. Pocos segundos después, el astro francés empataba la final con un golazo memorable tras una combinación en la frontal del área. También fue Mbappé el encargado de provocar y anotar el 3-3 para empatar el partido en la prórroga. Y tuvo otra, tras un eslalom tremendo, antes de asistir al mano a mano fallado por su compañero Kolo Muani frente al Dibu Martínez.
Los penaltis, con un Lloris muy desafortunado en la tanda, terminaron de dibujar la frustración del pichichi del torneo, con 8 tantos. Ya lleva 12 en sólo dos participaciones, y con 24 años está a solo cuatro goles del récord de 16 del alemán Miroslav Klose. Pero nada de eso le importaba a la Tortuga, que parecía en shock tras el partido.
Justo tras perder, Mbappé se echó al suelo, donde recibió el apretón de manos de algunos rivales. Hasta él se acercó el portero argentino, Emiliano Martínez, con el que intercambió unas palabras. Una escena curiosa en la que se coló el presidente francés Emmanuel Macron, al que el delantero del PSG no pareció hacer mucho caso.
Ya en la ceremonia de entrega de trofeos, Emmanuel Macron le volvió a abrazar y decir algo al oído, que Mbappé pareció no escuchar. Recibió la Bota de Oro y posó a regañadientes. Después le torturó tener que retratarse con Messi, el Dibu Martínez y Enzo Fernández en una foto de grupo de la que se fue tan pronto como pudo, dejando solos a los victoriosos argentinos.
Medios franceses publicaron que Mbappé se echó a llorar junto a su padre Wilfried tan pronto como enfiló el túnel de vestuarios. Un lugar íntimo en el que volvió a colarse Macron, que entró en el cambiador del equipo para dirigir un discurso de más de un minuto a la plantilla, agradeciendo su participación en el torneo y terminando con un "Vive la France" recibido con poco entusiasmo entre los futbolistas. "Orgulloso de vosotros", escribió en su cuenta de Twitter el político para compartir el vídeo.
En la prensa francesa, el mensaje era parecido al de Macron en el vestuario. "La cabeza alta", titulaba L'Equipe. "Tras una final legendaria, Argentina destrona a la Francia de un Mbappé legendario", abundaba Le Figaro. "Derrotados tras una final irracional y cruel", apuntaba Le Parisien.
Mientras tanto, el vestuario de Argentina rompía en festejos y los cánticos habituales que han acompañado a la selección albiceleste durante todo el torneo. Sólo una excepción: el Dibu Martínez, que minutos antes consolaba a Mbappé sobre el terreno de juego, ahora se acordaba del rival trigoleador con sus compañeros: "Un minuto de silencio...para Mbappé que está muerto".
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