El 27 de agosto de 2010 Inter Milan y Atlético de Madrid jugaron el único partido oficial de su historia. Fue una Supercopa de Europa que muy difícilmente olvidarán los colchoneros. El Inter, post Mourinho, llegaba como favorito después de un triplete histórico en el que dejó al Barcelona de Guardiola por el camino. El Atlético, como casi siempre hasta entonces, era el tapado.

Campeón de la primera edición de la Europa League, los del Manzanares se plantaban en Mónaco bajo la dirección de Quique Sánchez Flores y con una una delantera de época que daba licencia para soñar: Agüero-Forlán.

De aquel Atlético, al menos a pie de campo, ya no queda nada. Ni el entrenador, ni ningún jugador. El guardián de la portería era un imberbe David de Gea, que con 19 años evitó unos últimos minutos de infarto para la afición. La zaga, de derecha a izquierda, la formaban Ujfalusi, Perea, Godín y Domínguez; el medio del campo era para Asunçao, como pivote, flanqueado por Simao y Reyes, y Raúl García como media punta, mientras que el gol era cosa de la mítica dupla ya citada.

Los italianos, con Rafa Benítez como heredero de Mourinho, se lanzaban a por el penúltimo escalón del sextete (una semana antes se alzaron con la Supercopa de Italia) con su once de gala: Julio César; Maicon, Walter Samuel, Lúcio, Chivu; Cambiasso, Zanetti, Stankovic; y el letal tridente Sneijder, Eto'o, Milito.

El difunto José Antonio Reyes abrió el marcador con la zurda, mientras que Agüero cerró el conteo a placer tras una asistencia de Simao. La victoria, además de dar su primera Supercopa de Europa al Atlético de Madrid, sirvió para sentar las bases de equipo temible en el continente, algo que se ha visto notablemente en los 14 años que han pasado desde aquel momento. "Todos sentimos de corazón los colores rojiblancos. Estoy orgulloso de mis jugadores, hicieron un gran partido. Estamos muy felices. Después de haber recorrido un camino tremendo esto era el colofón. Nos alegra acabar de esta manera", señaló entonces Sánchez Flores.

La previa de un ciclo dominador

En menos de dos temporadas, Quique Sánchez Flores, ahora técnico del Sevilla, conquistó una Europa League, una Supercopa de Europa y alcanzó una final de Copa del Rey. Las finales en Hamburgo con el Fulham y en Mónaco con el Inter son dos de los grandes recuerdos de la historia moderna de los colchoneros, que tras la marcha de Quique firmaron a Gregorio Manzano, el último entrenador antes del infatigable Diego Pablo Simeone.

Esa noche de verano, en el que España ganó el Mundial en Sudáfrica, los atléticos sabían que se enfrentaban a uno de los grandes; sin embargo, el 'Atleti' se presentó sin complejos y fue superior al hasta entonces campeón de todo.

La temporada no concluyó con el éxito con el que arrancó, pero poco importa eso ahora. Cuando los bombos depararon el Atlético de Madrid-Inter Milan el corazón de los del Metropolitano viajó a Mónaco, donde se colaron en una élite en la que ahora son habituales. Desde entonces, el Atlético de Madrid ha jugado dos finales de Champions y ha conquistado dos Europa League y otras dos Supercopas de Europa.

La sensación cada vez que el Atlético de Madrid está en un sorteo europeo es que nadie quiere emparejarse con él, algo que antes no era tan habitual. El Inter, finalista de la Champions en 2023, vuelve a toparse en las aspiraciones continentales del Atlético. "Es un gusto ver al Atlético porque juega un fútbol muy bueno. Serán unos octavos de grandísima dificultad que exigirán sacar nuestra mejor versión", declaró Simone Inzaghi en la rueda de prensa previa al duelo de octavos de final de Liga de Campeones de este martes en el Giuseppe Meazza (San Siro).

Ni su recorrido en Europa durante la pasada campaña ni el currículum histórico del Inter coloca a los italianos como dueños del cruce: "No somos favoritos. el Atlético ha jugado grandes partidos en su historia. Será un gran enfrentamiento entre dos equipos que quieren dominar y que tienen claro sus principios en la cabeza", apuntó Inzaghi, que advirtió que serán "unos octavos de gran dificultad".

Ahora, y gracias a noches como la del Inter en 2010, el Atlético forma parte de ese selecto grupo de equipos que, con más o menos fortuna, puede mirar a los ojos a cualquier rival, algo que con casi total seguridad sucederá en la eliminatoria de poder a poder entre milaneses y madrileños.