Las botas militares, las cabezas rapadas, los vaqueros y las Harrington. La estética que vistió a los primeros hooligans en Reino Unido, fue la que dominó el movimiento ultra en España en su apogeo en los años 90.
El universo ultra irrumpió con gran fuerza en una Inglaterra al tiempo que iniciaba el período conservador de Margaret Thatcher, con la consiguiente rebelión de los jóvenes. Ir contra lo establecido era una exigencia entre los radicales que habitaban entonces en los fondos de los estadios y que hacían de la violencia y su respaldo al equipo su expresión.
Los primeros ultras adoptaban la estética punk que salpicaba a los barrios obreros británicos. Los aficionados que basaban su pasión en el aplastamiento del rival acostumbraban a protagonizar los disturbios más significativos. La escalada de violencia en las tribunas provocó una fuerte persecución policial que empujó el cambio de armario en los ultras.
La subcultura casual, que da lugar a los casuals, surge como una forma de camuflaje que utilizaban los hoolingans para pasar desapercibidos. "La gente comenzó a cambiar de estética para pasar más desapercibido. Los casuals vestían informal para no llamar la atención, evitar controles policiales y poder desplazarse con mayor libertad", apunta en conversación con El Independiente el historiador Carles Viñas, autor de obras como Ultras (Bellaterra Edicions), Fútbol en el país de los soviets (Txalaparta) y St. Pauli: Otro fútbol es posible (Capitán Swing).
La imagen punk que ofrecían los ultras de los 90 en España imita los inicios del fenómeno en Reino Unido, mientras que la vestimenta de los radicales que se ha extendido posteriormente y que ahora es la se ve por el resto de Europa, sigue la tendencia de los casuals.
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Ropa de ultras
Los británicos, padres de la cultura y de la estética ultra, apostaron por el vaquero recto, las zapatillas Adidas del modelo Stan Smith y Samba -que tan de moda están ahora-, y los polos de Fred Perry para repeler el ojo policial.
Más de 40 años después del nacimiento del movimiento ultra, la vestimenta de los radicales actuales conserva la esencia de los casuals de los 80. En los estadios de España ya no se ven los estilismos próximos al punk que aparecieron en los 90, sino que se ven jerséis de Stone Island, abrigos de The North Face y C.P. Company y gorras de Lyle & Scott. Excepto el complemento con visera, cada una de estas prendas ronda los 300 euros.
Viñas señala a que pese a que la idea inicial es pasar desapercibido, la estética es tan marcada que es fácil saber quién es ultra. "Miras a una grada y ves aficionados coloridos con sus bufandas y camisetas, echas un vistazo alrededor y ves otra tribuna con todos de negro y sin símbolos pues, evidentemente, ya sabes quienes son. Esto entra dentro de la liturgia actual del mundo ultra".
Los pies de los ultras de ahora pisan la misma suela que lo hacían en los comienzos. Las marca alemana de las tres bandas continúa como referencia, aunque New Balance y su modelo 574 también es un habitual.
Los abrigos de Helly Hansen, cuyas iniciales coinciden con las del saludo fascista 'Heil hitler' tan asociado a este tipo de agrupaciones, están entre los favoritos de los ultras. Cuando el tiempo lo permite, o incluso en esos momentos en los que los ultras retan al termómetro, vuelven a aparecer los icónicos Fred Perry, aunque teñidos de negro. "Todo ha derivado a lo actual. Moda más casual pero de negro para evitar ser reconocido e identificado en cámaras de vigilancia", apunta Viñas.
Los ultras en la actualidad
Las acciones de los ultras desde sus primeras reuniones hasta hoy han lastrado significativamente su supervivencia. "No tiene nada que ver el fenómeno ultra de los 90 con el de la actualidad. En muchos aspectos se diferencia, desde el estético, los valores intrínsecos asociados a una sociedad concreta, así como el hecho de que la gente que empezó hace 30 años ahora es veterana y, o está en otra cosa, o tiene un cúmulo de antecedentes que le impide actuar como cuando estaban limpios", indica el historiador.
Los usos de la violencia, el tipo de la misma y la presión policial han condicionado la mutación del mundo ultra. "Por redes sociales se amplifica enormemente la presencia de los ultras. Las fotografías son muy impactantes, las poses, el efecto del grupo…, pero es más una moda y se ha desvirtuado la esencia de su origen. Se intenta volver al foco mediático, aunque no aprecio un aumento numérico ni una extensión especialmente notoria como tuvo en los 90", sentencia Viñas, que localiza en Europa del Este uno de los pocos lugares donde los ultras están en auge.
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