Aficionados, ciclistas y equipos barajan dos escenarios posibles para la edición número 111 del Tour de Francia, que arranca este sábado en Florencia. El primero, que Tadej Pogačar aproveche la dureza que ofrece la carrera en sus primeras jornadas para dejar encarrilada la que sería su tercera victoria en la Grande Boucle. El segundo, que Jonas Vingegaard, ganador de las dos últimas ediciones, sea capaz de resistir los asegurados envites del esloveno y pueda pelear por el Tour, algo que de antemano parece complicado pero que, en ningún caso, se puede descartar por completo. El danés sufrió una caída durísima en abril, en la Vuelta al País Vasco, y no se ha vuelto a poner un dorsal desde entonces.
Cada Tour tiene elementos particulares y características que lo diferencian de los anteriores, pero los de este año son especialmente llamativos. Por primera vez en su historia, comienza en Italia y acaba fuera de París. La proximidad con los Juegos Olímpicos ha obligado a alejar de la capital francesa la última etapa, que albergará Niza. Es la primera vez que ocurre desde 1903, año en el que se disputó el primer Tour de Francia.
Cada vez es más habitual que las grandes vueltas, por motivos económicos, salgan desde el extranjero. Pero en esta ocasión, además, el Tour lo hace con una etapa inusualmente dura, de 206 kilómetros, con siete puertos puntuables y casi 4000 metros de desnivel entre Florencia y Rímini. Pero eso no es todo, puesto que para el día siguiente la organización ha preparado otra jornada difícil, entre Cesenatico y Bolonia, que incluye dos pasos por el Santuario de San Luca, cuya dureza es bien conocida por los ciclistas. La tercera etapa, con final en Turín, será la primera oportunidad para los esprinters, y ya en la cuarta el pelotón se dirigirá hacia Francia, en una etapa alpina en la que los corredores afrontarán tres puertos de entidad: Sestriere, Montgenevre y el mítico Galibier. La carrera rozará muy pronto los 3000 metros de altitud. Dadas las circunstancias, un inicio tan duro es el escenario ideal para Pogačar.
Y es que este Tour de Francia podría pasar a la historia por ser donde el genio esloveno consiga completar el desafío más difícil que hay no ya sólo en el ciclismo, sino quizás en el mundo del deporte en general: ganar el Giro de Italia y el Tour en la misma temporada. La primera parte de la ecuación está cumplida. En mayo, el corredor del UAE no tuvo oposición. Arrasó. Ganó seis parciales, vistió la maglia rosa durante 20 de los 21 etapas y no tuvo necesidad de gastar energías extras, de forzar el motor, ni un sólo día, un factor fundamental de cara al Tour. En una entrevista publicada en la web de su equipo, el UAE Team Emirates, reconoció que después del Giro pudo descansar bien y que, ahora, se encuentra "mejor que nunca sobre la bicicleta". Aquí, además, contará con un equipo de ensueño, y tendrá a sus órdenes a tres corredores que, en cualquier otra escuadra, serían los líderes: Adam Yates, Joao Almeida y Juan Ayuso.
Una situación que contrasta con la de Jonas Vingegaard, su archirrival, que le ha batido (y el año pasado, además, por aplastamiento) en las dos últimas ediciones del Tour. El corredor del Visma Lease a Bike se fracturó varios huesos en una caída durante la Vuelta al País Vasco. Se llegó a pensar que su participación en el Tour era imposible, pero retomó los entrenamientos a mediados de mayo y ha podido preparar la carrera entrenando en altura en la estación de Tignes, en los Alpes. Sin embargo, no se pone un dorsal desde entonces, y llega rodeado de incógnitas. Además, su equipo está atravesando un annus horribilis en materia de lesiones y caídas, y no dispondrán del potencial de los últimos años. Wout Van Aert y Matteo Jorgenson serán sus escuderos principales.
Primož Roglič, tercero en discordia
Pogačar y Vingegaard han demostrado en numerosas ocasiones que, cuando están en forma, no hay nadie que pueda estar ni cerca de su nivel en las grandes vueltas. Juegan en una liga diferente. Si el danés falla, y finalmente no está en condiciones de pelear por el Tour, las esperanzas recaerán sobre Primož Roglič, que regresa al Tour este año y lo hace, tras toda una vida corriendo en el Jumbo, con su nuevo súper equipo: el Red Bull–BORA. Ganador de tres ediciones de la Vuelta a España (2019, 2020 y 2021) y de un Giro de Italia (2023), tiene la obligación moral de salir a ganar, de no conformarse, por muy difícil que lo pueda tener.
Si bien ha perdido el efecto dominador que tenía hasta hace unos años (conviene no obviar que estamos ante un corredor de 34 años), Roglič sigue conservando su potencia. Hace tres semanas ganó el Dauphiné, y en este Tour contará con la ayuda de dos ciclistas de la talla de Jai Hindley (ganador del Giro de Italia en 2022) y Aleksandr Vlasov. No subir al podio sería, a todas luces, un fracaso para un equipo que quiere aspirar a convertirse, algún día, en el mejor del pelotón.
Carlos Rodríguez, la gran baza española
España no gana el Tour desde que lo hiciera Alberto Contador en el año 2009. Han pasado 15 años desde entonces y, salvo milagro, como mínimo pasará otro. No obstante, sí es realista pensar que pueda volver a haber un español en el podio final. Carlos Rodríguez, que el año pasado finalizó quinto y ganó una etapa, llega a Florencia tras haber realizado una temporada extraordinaria, ganando el Tour de Romandía, siendo segundo en la general de la Vuelta al País Vasco (donde ganó una etapa) y, sobre todo, tras un Dauphiné notable, donde fue de menos más y acabó anotándose el último parcial. El granadino liderará al INEOS Grenadiers, antaño dominador absoluto del Tour de Francia, y que hoy "sólo" aspira a meter a un corredor en el podio.
La otra gran baza del ciclismo español, Juan Ayuso, no contará con la misma libertad que Rodríguez. Empezó la temporada muy fuerte, cuajando buenas actuaciones en la Tirreno-Adriatico (segundo y ganador de una etapa) y en la Vuelta al País Vasco, que ganó, pero aquí le toca compartir equipo con Pogačar, y es consciente de que le tocará trabajar para él y condicionar su carrera a favor de los intereses del UAE. El lado positivo es que, liberado de toda presión, Ayuso quizás tenga la oportunidad de estar en alguna escapada y pelear por una victoria de etapa en su primer Tour de Francia. Tampoco es descartable que haga una buena general, pero todo dependerá de cómo le vayan las cosas a su líder.
El Movistar Team, único conjunto español, trae una alineación heterogénea, pensando más en intentar llevarse una etapa a través de una escapada con Oier Lazkano o Alex Aranburu que en hacer una buena general con Enric Mas, que en el Tour encadena una decepción tras otra. Por su parte, Pello Bilbao liderará al Bahrain-Victorious, mientras que Mikel Landa, a priori, se centrará en ayudar al belga Remco Evenepoel.
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