Tres meses y seis días después de romperse la clavícula izquierda, cuatro costillas y sufrir un neumotórax en una caída durante la Vuelta al País Vasco, Jonas Vingegaard ganó ayer una etapa del Tour de Francia. Y no lo hizo, precisamente, en un escenario cualquiera. Lo consiguió en el macizo central, tras una jornada dura, difícil e inolvidable, donde derrotó al mejor ciclista del mundo, Tadej Pogačar, que por primera vez en toda la temporada vio como un corredor se interponía en su camino hacia la victoria.
Fue una batalla frenética, increíble, imperecedera, escrita ya en la historia del ciclismo. Pogačar y Vingegaard (o Vingegaard y Pogačar, como se prefiera) se desafiaron hasta el límite. El esloveno, líder del Tour desde que en la cuarta etapa se ascendió el Galibier, quiso dar un golpe definitivo a la carrera, aprovechando que tenía por delante un día perfecto para sus características: largo, con varios puertos cortos pero duros que incluían, además, descensos técnicos y revirados. Su compañero Adam Yates endureció el ritmo en el Pas de Peyrol hasta descolgar a la mayor parte de favoritos, y después, cuando faltaban 800 metros para coronar y 32 kilómetros para llegar a meta, atacó.
Con la explosividad que le caracteriza, Pogačar distanció inmediatamente a sus rivales. Sin embargo, enseguida vio que tendría que sudar sangre para mantener su ventaja. Vingegaard estuvo cerca de echarle el guante, pero no lo consiguió, y en el descenso, no apto para cardiacos, el corredor del UAE Emirates estiró su ventaja hasta los 40 segundos. Pero el danés, frío, metódico, acabó por capturarle en la siguiente subida, el Col de Pertus. Fue en ese instante cuando todas las dudas que había en torno a la condición física del danés, después de su caída en abril, desparecieron: Vingegaard está al máximo, listo para pelear por el Tour.
A relevos, sin energía para atacarse el uno al otro de nuevo, y con tan sólo una subida por delante, mucho menos dura que las anteriores, pedalearon juntos durante los últimos kilómetros. La resolución de la etapa fue sobrecogedora. Pogačar, a priori más rápido en una llegada al esprint, no fue capaz de rebasar al danés, que midió los tiempos a la perfección y se acabó llevando, por centímetros, el triunfo parcial, el cuarto de su carrera deportiva en el Tour.
"Realmente creí que iba a morir hace tres meses"
Haciendo rodillo ante las cámaras de televisión, Vingegaard era incapaz de responder a las preguntas de los periodistas. Emocionado, reconocía haber creído, cuando estaba postrado en una cama de un hospital de Vitoria, que iba a morir, y que estar tres meses después ganando en el Tour era "una locura". "Sin mi familia, jamás lo habría conseguido", mascullaba con la voz entrecortada.
Con las etapas más duras de montaña por llegar y toda la tercera semana aún por delante, el corredor del Visma Lease a Bike se perfila ya como el principal favorito para ganar la carrera. Aunque la victoria de ayer no le sirvió para recortar tiempo, sí asestó un golpe psicológico a un Pogačar que no aprovechó el inicio del Tour para distanciar más a Vingegaard, y cuya renta en la general sobre el danés (1:14) se le empieza a antojar escasa.
El sábado llegará la primera etapa pirenaica de esta edición de la Grande Boucle, con subida al Tourmalet incluida, y el domingo una jornada para fondistas, de 200 kilómetros, con final en Plateau de Beille, previo paso por puertos como el Peyresourde, el Menté o el Portet-d'Aspet. Será en estas montañas donde tenga lugar la próxima gran batalla de este Tour de Francia entre dos corredores que, desde hace años, están a otro nivel, y ayer volvieron a demostrar por qué.
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