Faltaban 50 kilómetros para llegar a la meta de Rímini cuando Romain Bardet saltó del pelotón. Un movimiento que, a priori, no parecía peligroso. A fin de cuentas, era el ataque de un corredor veterano, en la parte final de su carrera deportiva, que ataca mucho y gana poco. Nadie se preocupó demasiado. Nadie salió a por él. Nadie, en definitiva, le dio importancia. Grave error.
Instantes después, el ciclista del dsm-firmenich, que hace pocos días anunció que este será su último Tour de Francia y que el año que viene, cuando dispute en junio el Dauphiné, colgará la bicicleta de carretera, conectaba con su compañero Frank van den Broek, que rodaba por delante tras haber formado parte de la escapada del día. Juntos afrontaron las dos últimas subidas de la etapa, más livianas que las anteriores, y coronaron la última de ellas con algo menos de dos minutos de ventaja sobre el pelotón. Faltaban 26 kilómetros para llegar a la meta. Ahí, empezó la persecución. Pero era tarde.
En el pelotón, el Lidl-Trek y el Visma Lease a Bike, con la incomprensible ayuda del EF Education, que no tenía ningún esprinter en el grupo, comenzaron a tirar con todo lo que tenían. Por delante, van den Broek tiraba todo lo que podía de Bardet, que iba, a todas luces, mucho más justo de fuerzas que su compañero. Pero el líder era él, el plan del dsm-firmenich era intentar ganar con el francés, y la escuadra neerlandesa se mantuvo fiel al plan que habían establecido de antemano. Hubo emoción hasta el final, con un grupo que poco a poco se le echaba encima, pero cuando pasaron la pancarta del último kilómetro, la etapa estaba vista para sentencia. El pelotón reaccionó demasiado tarde.
Bardet, a duras penas, sobrepasó a su compañero a falta de 200 metros. Cruzó la línea de meta, emocionado, señalando a van den Broek, el artífice de la victoria, quizás la más emotiva de toda su carrera deportiva. Mañana, vestirá el primer maillot amarillo de su vida. Por detrás, Wout Van Aert ganó el esprint del grupo para quedarse, una vez más, con la miel en los labios.
Pogačar exhibe el potencial de su equipo
En el ecuador de la etapa, cuando llegó el tercer puerto del día, la Cote de Barbotto, el UAE Team Emirates cambió el ritmo en el pelotón. Era la subida más dura de la jornada, corta pero explosiva, y el conjunto árabe puso a tirar al español Marc Soler, que redujo significativamente el tamaño del grupo. Todo hacía indicar que mantendrían el ritmo para así facilitar el ataque de Tadej Pogačar. Sin embargo, todo quedó en una amenaza, en un amago. A partir de la siguiente subida, fue el Visma Lease a Bike el equipo que se encargó de marcar el tempo, más pausado, que aprovechó Bardet para atacar. Después, lo intento Ben Healy, pero no tuvo piernas para alcanzar al francés, que ya había conectado con su compañero de equipo.
Finalmente, ningún favorito se movió. El perfil de la etapa invitaba a soñar con una jornada para el recuerdo, pero había demasiados kilómetros llanos desde que se coronaba el último puerto hasta la línea de meta. Faltaba dureza para intentar una emboscada. Todos los hombres que están llamado a pelear por la general de este Tour rodaron cómodos hasta la línea de meta, donde registraron el mismo tiempo.
El escenario ideal para Jonas Vingegaard, que hoy, tres meses después de su caída en la Vuelta al País Vasco, se volvía a poner un dorsal. Al danés, antes de tomar la salida, le costaba mantener las lágrimas ante las cámaras de televisión. Sólo él sabe los esfuerzos que ha tenido que realizar para llegar al Tour, y aunque sólo se ha disputado una etapa, todo ha salido a pedir de boca. Mañana, eso sí, tendrá una prueba mucho más dura en la doble subida al Santuario de San Luca.
"Aún siguen pasando cosas increíbles"
En meta, Bardet no se lo podía creer. Lejos quedan los tiempos en los que sus piernas le permitían pelear por el podio del Tour de Francia, al que se subió en 2016 y 2017. En 2021 fichó por el dsm, y se reconvirtió en un cazaetapas que, tras mil ataques en mil escenarios diferentes, hoy ha vuelto a ganar, tres años después, en una Gran Vuelta. El corredor francés, que en los tiempos del dominio del equipo Sky era de los pocos que no corría mirando el potenciómetro, ha ganado poco (en su palmarés apenas figuran once victorias) pero ha atacado mucho, y el ciclismo, que siempre acaba premiando a los valientes, hoy le ha recompensado. Él mismo lo decía en la entrevista con la televisión, antes de subir al podio: "Siguen pasando cosas increíbles".
Mañana, Bardet vestirá el maillot amarillo en la segunda etapa del Tour de Francia, entre Cesenatico y Bolonia. Serán 200 kilómetros, que incluirán dos pasos por el Santuario de San Luca (1,9 km al 10,2%). Tendrá muy difícil mantener el liderato ante los previsibles ataques de Pogačar y el resto de favoritos, pero quién sabe. El ciclismo -a las pruebas me remito- es una caja de sorpresas...
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