Había que esforzarse para asimilar que estábamos viendo una etapa del Tour de Francia, y no del Giro d'Italia, mientras los ciclistas ascendían San Luca, una colina alrededor de la cual está construida la ciudad de Bolonia, y que lleva al que la sube hasta el Santuario ubicado en su cima.

Como habitualmente sucede en el Giro en este tipo de jornadas, sin grandes montañas pero con subidas cortas y rampas imposibles, han sido los escapados los que han acabado peleando por la victoria, que en esta ocasión ha sido para Kévin Vauquelin, un joven corredor (23 años) que milita en las filas del Arkéa - B&B Hotels, y que hoy ha conseguido el sueño de cualquier niño que alguna vez se ha subido a una bicicleta: ganar una etapa del Tour.

Tras hacerse una primera selección en el primer paso por San Luca, Nelson Oliveira, Jonas Abrahamsen y el propio Vauquelin rodaban en cabeza. Después de pasar por meta y llegar, de nuevo, a San Luca, el francés aprovechó las rampas más duras para atacar y marcharse en solitario, en busca de su primer gran triunfo como profesional, tras haber conseguido varios en el calendario francés. Segunda etapa, segundo triunfo para un ciclista galo, tras la victoria ayer de Romain Bardet, que hoy portaba el maillot amarillo, y que lo ha acabado perdiendo por pocos segundos ante Tadej Pogačar.

El esloveno atacó con fuerza en el segundo paso por San Luca, pero Jonas Vingegaard salió a su rueda con aparente facilidad, confirmando que se ha recuperado de su caída en la Vuelta al País Vasco y que está en el Tour de Francia para ganarlo, algo que parecía casi imposible hace tan sólo unos días. Ambos hicieron camino juntos, y llegaron a la línea de meta junto a Remco Evenepoel y Richard Carapaz, que les capturaron en el último kilómetro. El pelotón, en el que estaban el resto de favoritos, llegó instantes después, pero no fue suficiente para que Bardet mantuviese el liderato, que por el puestómetro recayó sobre la espalda de un Pogačar que, en línea de meta, estaba más serio de lo habitual.

Pogačar, líder del Tour dos años después

Sólo ellos sabrán por qué, pero la realidad es que las sensaciones que ha ofrecido su equipo, a pesar de ser la escuadra, a priori, más potente, no han sido las mejores; incluso, Pogačar cruzó la línea de meta dejando de pedalear, en un gesto atípico en él. Por el contrario, el Visma Lease a Bike, que llegaba debilitado a Italia, con bajas de última hora, con corredores renqueantes, ha sido el conjunto que ha marcado el ritmo en los momentos decisivos de las dos primeros etapas. Habrá que esperar a que el Galibier, dentro de dos días, ponga definitivamente los puntos sobre las íes, y muestre quién ha llegado mejor a este Tour.

La última vez que el corredor del UAE vistió el maillot amarillo del Tour de Francia fue en la etapa 11 de la edición de hace dos años. Aquel día, el esloveno sufrió una derrota histórica a manos del Visma Lease a Bike (entonces, el Jumbo-Visma), que perpetró una estrategia para desfondar a Pogačar que culminó con la victoria de Vingegaard en la cima del Col du Granon. Desde ese día, las tornas en el Tour cambiaron, y Pogačar, que venía de dominar la carrera durante dos años, se dio de bruces con la realidad: tenía un rival capaz de pelear, de tú a tú, contra él.

Hoy, dos años después, este pequeño escalador danés ha vuelto a ahogar las expectativas de Pogačar, que según los cálculos de todos los periodistas, expertos y aficionados, tenía planeado aprovechar la dureza que ofrecían las dos primeras etapas de este Tour para marcar terreno y distanciarse en la general. Al fin y al cabo, era lo que dictaba el sentido común: venía de arrasar en el Giro de Italia, con ritmo en las piernas, y Vingegaard regresaba a la competición pocos meses después de pasar doce días en un hospital de Vitoria con varios huesos de su cuerpo rotos.

La realidad, sin embargo, ha sido muy distinta. El equipo que ha marcado el ritmo del pelotón en los momentos clave de ambas jornadas ha sido el Visma Lease a Bike de Vingegaard, que después de tres meses sin correr ha tenido la oportunidad de aterrizar en el Tour sin dejarse ni un sólo segundo por el camino. El martes, en el Galibier, afrontará la prueba de fuego definitiva, aunque visto lo visto, lo extraño sería que no estuviese a la altura. Hay Tour. Vaya si lo hay.

Mañana, los esprinters tendrán la primera oportunidad de conseguir un triunfo, en una jornada muy larga (230 kilómetros), y muy llana, entre Piacenza y Turín. Será la última jornada en suelo italiano, puesto que el martes, el pelotón del Tour entrará en Francia a través de los Alpes.