Primero fueron las bolsas de plástico; después las botellas de agua y refrescos, y ahora las pajitas. La guerra contra los productos derivados del petróleo de un solo uso continúa a la conquista de la conciencia de empresas y consumidores. Gracias a la labor de los organismos ecologistas, las marcas comprenden ahora más que nunca que la reducción sustancial del plástico de la cadena de producción es una buena estrategia reputacional. Las decisiones de algunas de ellas tienen un enorme impacto, puesto que su ejemplo allana el camino a los competidores.
La cadena de cafeterías Starbucks, la más grande del mundo en su sector, anunció hace días su intención de eliminar antes de 2020 las pajitas de plástico de los 28.000 establecimientos que tiene repartidos en todo el mundo. Con esta medida, dejarán de fabricarse nada menos que mil millones de pajitas al año. Como alternativa, seguirán ofertando pajitas hechas de papel o materiales compostables para el resto de sus bebidas. La pregunta clave es, ¿qué pasa con las tapitas y los vasos de plástico que utiliza masivamente esta multinacional?
De modo similar, la compañía aérea American Airlines se ha comprometido a retirar las pajitas de plástico de sus salas VIP a partir de noviembre. En su lugar servirá las bebidas con sorbetes biodegradables y ecológicos y palitos mezcladores de madera de bambú. American también iniciará la transición a platos y cubiertos ecológicos en sus salas VIP. Con estos cambios American eliminará más de 71,000 libras de plástico al año.
sesenta festivales de música británicos han retirado las pajitas, mientras que en Estados Unidos, ciudades como Seattle y Malibú ya han prohibido estos tubitos aparentemente inofensivos
Paralelamente, sesenta festivales de música británicos han retirado las pajitas, mientras que en Estados Unidos, ciudades como Seattle y Malibú ya han prohibido estos tubitos aparentemente inofensivos, cuyo periodo de uso se estima en 20 minutos a lo sumo, mientras que tardan cientos de años en desaparecer del planeta.
Sí, es cierto, las pajitas son solo la punta del iceberg de un problema mucho más amplio. Las casi ocho toneladas de plásticos que llegan a nuestros océanos cada año están formadas por muchos otros productos; sin embargo, el simple gesto de dejar de sorber líquidos con pajita en un acto de consumo consciente más que simbólico. Tengamos en cuenta, por ejemplo, que la cadena de hamburgueserías McDonalds utiliza 1,8 millones de pajitas al día… solo en Reino Unido.
Un invento milenario
Aunque las pajitas flexibles de plástico son relativamente modernas –el primer prototipo se atribuye a Joseph B. Friedman en los años cuarenta del siglo pasado-, lo cierto es que existen registros históricos de objetos similares en el año 3.000 antes de Cristo. Eso sí, por aquel entonces eran unos tubos de oro con incrustaciones de lapis lazuli.
A pesar de la mala fama que ha recabado en la actualidad, el invento de Friedman se considera un icono universal del diseño con grandes virtudes. Era un objeto económico, higiénico y fácil de utilizar por personas con todo tipo de discapacidades físicas y mentales. De hecho, las pajitas flexibles son un método esencial para la alimentación de personas dependientes. De ahí que activistas como Jamie Szymkowiak, de la ONG escocesa por los derechos de los discapacitados One in Five, que hayan alertado sobre una cuestión que a muchos ha pasado por alto: “Las pajitas de papel que se reblandecen incrementan el riesgo de ahogamiento, y las de siliconas no son suficientemente flexibles. Las de metal, cristal y bambú son peligrosas para personas que no pueden controlar la mordida, así como para personas con problemas neurológicos como el Parkinson. Muchas pajitas biodegradables no son aptas para bebidas muy calientes”.
Parece que también en este campo es necesario seguir buscando alternativas. Algunos han encontrado en el hierro la solución o en el bambú. Sólo hay que buscar en Instagram bajo el hashtag #reusablestraw para descubrir que las conciencianción crece tanto como las ideas.
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