En la actualidad, alrededor del 60% de los tejidos textiles se producen a partir del petróleo. La materia prima más utilizada es el poliéster, que emite tres veces mayor cantidad de dióxido de carbono a la atmósfera que el algodón. ¿Significa esto que la producción de algodón, por ser una fibra natural, tiene una baja huella ecológica? En absoluto. La organización europea dedicada a la moda sostenible MADE-BY estableció hace unos años un ranking según el cual el algodón reciclado, el cáñamo y el lino de agricultura ecológica encabezan el ranking de tejidos más sostenibles, mientras que los más perjudiciales para el medio ambiente serían el poliéster virgen y el algodón convencional.
El algodón es un recurso cada vez más escaso, y su producción resulta sumamente onerosa para el medio ambiente. Una parte creciente de los consumidores lo sabe, y busca alternativas a la hora de adquirir nuevas prendas. La escasez de producto y las estrategias de reputación empresarial están motivando a las empresas del sector de la moda a integrar poco a poco materiales más sostenibles como el algodón orgánico, el reciclado, o las fibras procedentes de la madera como el lyocell.
Los impactos directos e indirectos a tener en cuenta cuando comparamos materiales textiles están relacionados con la ocupación de tierra necesaria para el cultivo de la planta, los agroquímicos empleados en su producción, la energía utilizada en su transporte, el uso de tintes y otros químicos y el consumo de agua. Por ejemplo, para fabricar una camiseta de algodón de 250 gramos de peso se requieren aproximadamente unos 2.900 litros de agua.
¿Qué diferencia el algodón convencional del orgánico?
El algodón orgánico está cultivado sin fertilizantes ni pesticidas químicos y sus semillas no están modificadas genéticamente. Su cultivo necesita de un 90% menos de agua y un 60% menos de energía que el algodón convencional, tal y como señala Textile Exchange. El algodón reciclado emplea un 80% menos de agua que el cultivo de algodón convencional.
La investigación sobre nuevos tejidos más sostenibles avanza imparable. Uno de los más implantados es el lyocell, un tipo de fibra sintética que se crea a partir de la celulosa, generalmente de eucalipto. Es totalmente biodegradable y su producción es un ciclo cerrado en el que se reutilizan o reciclan casi la totalidad de los disolventes utilizados. El proceso utiliza mucha menos agua que en otro tipo de fibras celulósicas (como el nylon), no necesita lejías para blanquearlo y los árboles necesarios son cultivados y provienen de bosques certificados por su gestión sostenible.
Existen diversas consultoras y organizaciones sin ánimo de lucro como Textile Exchange que ayudan a las empresas del sector industrial a incorporar materiales más sostenibles en sus sistemas productivos, y otras como Better Cotton y Organic Cotton Accelerator, consagradas a fomentar la implantación del algodón orgánico y el apoyo a los agricultores. Cuentan para ello con el apoyo de grandes marcas. Según el Organic Cotton Market Report de 2016, Inditex era hace dos años el cuarto consumidor mundial de algodón orgánico, con 58,7 millones de prendas fabricadas en un año con un 100% de algodón orgánico certificado (un 60% más que el ejercicio anterior). Un porcentaje mínimo en cualquier caso, ya que la empresa española fabrica cerca de 1.000 millones de piezas anualmente.
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