El Mediterráneo es, según el informe SOFIA 2018 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el mar con mayor nivel de sobrepesca del mundo por lo que se encuentra en un punto cercano al no retorno en cuanto a su salud, casi el 90% de los stocks pesqueros sufren sobrepesca con unas tasas de más del doble de los niveles de sostenibilidad recomendados.
“Es importante los acuerdos a los que se están llegando para el nuevo Plan de Gestión Plurianual para las especies demersales en el Mediterráneo. Sabemos que hay que encontrar un equilibrio entre la conservación biológica del recurso de los ecosistemas y la mejor forma de rentabilidad. Consideramos que hay que estudiarlo a nivel local de las pesquerías. Haciéndolo así el objetivo se puede lograr pues será más fácil acertar con las necesidades de cada especie y cada lugar. Ha que tener en cuenta que la misma especie puede tener diferentes comportamientos y necesidades dependiendo de las pesquerías donde esté” explica a El Independiente Raúl García, coordinador de pesquerías de WWF España.
En esta línea también se pronuncian desde Oceana ya que tal y como explica la científica marina de la asociación, Marta Carreras, la situación es muy preocupante. “Gran parte del Mediterráneo está en riesgo de colapso. No se puede decir que una zona esté mucho mejor que otra. En general se supera lo recomendable en un 2,3 veces y hay algunas zonas que llega a superar en 10 y 12 veces lo recomendable por los científicos”, explica Carreres, quien apunta que “el colapso hace peligrar las especies ya que su número se reduce tanto que en situaciones extremas podrían desaparecer. Esto ya ocurrió con la anchoa en el Cantábrico o en el Atlántico con el bacalao y se tuvieron que cerrar las pesquerías para que pudiera regenerarse”. Es por ello que los científicos recomiendan que antes de llegar a esos extremos se trabaje con sentido común.
Entre las propuestas que se están haciendo, tanto Raúl García como Marta Carreres señalan que lo ideal es que se restrinja el tipo de pesca más agresivo como es la pesca de arrastre. Entre las propuestas clave que se han hecho estos días está la de prohibir faenar hasta los 100 metros de profundidad, aunque en algunas zonas hacerlo a 150 metros sería lo recomendable ya que a esa profundidad siguen siendo muy productivas ecológicamente hablando. Al tiempo que se señala la importancia de disminuir el esfuerzo pesquero o las capturas según los límites que se proponen desde la comunidad científica ya que cada año se hacen evaluaciones de la situación y hasta el momento no se han respetado las recomendaciones. La responsabilidad debe ser compartida entre los científicos, los pescadores y la Administración ya que la implicación de todas las partes hará que se logre el objetivo más pronto. Otros cambios que se deberían dar es el tema de los descartes ya que conlleva un problema de desperdicio alimentario, se debe mejorar esta selectividad de la pesca del arrastre y de otras, así como buscar la innovación en los instrumentos de trabajo o una correcta gestión del espacio temporal de la pesca.
Científicos, políticos y ahora también los pescadores comienzan a remar en el mismo sentido. Todos tienen claro que hay que tomar medidas y todos quieren ser oídos. Sin embargo, en muchas ocasiones a los trabajadores del mar son a los que menos voz se les da pues sus empresas se ven resentidas y no se ven respaldados. “Los arrastreros no somos ni los únicos culpables ni los que mayor daño causamos pero sí que somos los que más controlados estamos en cuanto a la cantidad y calidad de las capturas. Además, contamos con la caja azul que controla todo nuestro trabajo, es como la caja negra de los aviones” señala Joaquín Alonso Sancho de la embarcación Milbomar en Valencia.
De la misma opinión es José Martínez Ventura, patrón de Ventumar, quien señala que “además de estar muy controlados en cuanto al respeto de las mallas, la vedas, entre los principales problemas con los que nos encontramos son los costes cada vez más altos de salir a faenar, además de que las ayudas son escasas y se pagan en un largo plazo de tiempo. A esto hay que sumarle la contaminación tanto de los emisarios que se vierten en el mar como de los plásticos y la basura que acabamos recogiendo junto a las capturas. Para que entiendas como está el sector, en Valencia hace 30 años teníamos una flota de 30 barcos, actualmente somos cinco y cuesta encontrar gente preparada para trabajar”.
En cuanto a las acciones que se podrían poner en marcha para mejorar el sector, los pescadores de la Cofradía de Valencia señalan el hecho de poner un precio fijo de las piezas capturadas ya que se pagan en el mercado mayorista precios muy bajos para el valor que luego tienen para el consumidor final. “Por ejemplo, la merluza está a dos euros, el salmonete a uno y luego el precio en el mercado es mucho mayor” explica Joaquín quien también reclama más ayudas para el sector. En la conversación con Raúl García se señalaba que las ayudas existen y que afectan a muchas flotas. “Hay más de mil millones de euros de dotación para España en el Fondo Europeo Marítimo y de la Pesca lo que supone casi el 25% del presupuesto. A estas alturas, y vamos por el cuarto año desde que se aprobó y quedan tres, hemos invertido sólo un 10% de este dinero debido a la existencia de mucha burocracia, mala gestión, la complicación a la hora de solicitar estos fondos, etc”.
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