El mercurio ha sido explotado y utilizado durante miles de años por el ser humano, pero solo desde hace algunas décadas hemos conocido los riesgos que entraña para el medio ambiente y la salud. Las propiedades de este metal pesado hacen que una vez liberado en el aire permanezca en circulación hasta 3.000 años, siendo capaz de recorrer grandes distancias a través de tierra, mar y aire. A lo largo de cientos de años, las cantidades acumuladas de este metal de origen natural se han incrementado dramáticamente como consecuencia de actividades como la minería de oro y carbón y la industria que utiliza la combustión de recursos fósiles. Además, es un elemento de amplio uso en objetos de uso cotidiano como electrodomésticos, lámparas y baterías. Se estima que en los últimos 500 años, los humanos hemos liberado en el medio ambiente entre uno y tres millones de toneladas de mercurio.
El mayor riesgo de contaminación está en los ríos, lagos y océanos, que es donde se transforma –mediante la acción de ciertas bacterias- en un tóxico llamado metilmercurio que los animales acuáticos y el plancton absorben con gran facilidad. Desde ahí salta a la cadena alimentaria hasta que alcanza a los seres humanos.
Consejos de consumo para reducir la exposición tóxica
Una de las propiedades del mercurio es su capacidad para acumularse en los organismos vivos y ascender por la cadena alimentaria. Los peces adhieren con fuerza el metilmercurio, cuyo proceso de eliminación es, como decíamos, muy lento. Por eso, es común que los peces más viejos tengan en sus tejidos concentraciones de mercurio más altas que los peces más jóvenes de la misma especie. Paralelamente, los depredadores, que ingieren a su vez peces intoxicados con mercurio, presentan también más riesgos. Es lo que se llama biomagnificación acuática.
No sólo debería preocuparte el mercurio del panga
Un estudio español determinó que la cantidad de mercurio en el panga vendido en varios supermercados superaba los límites legales. Así se cría el panga en el contaminado delta del Mekong, una amenaza ambiental para un ecosistema de manglar frágil ante el cambio climático. Se fomenta la tala, según Greenpeace, exponiéndose a los tifones. | Vídeo: Mario Viciosa
Los datos más recientes de monitoreo de cuerpos de agua (monitoring data for water bodies) muestran que cerca de 46.000 cuerpos de agua superficial en la UE, de aproximadamente 111.000, no cumplen con los niveles de mercurio establecidos para proteger a las aves y mamíferos que se alimentan de peces. Los efectos sobre la salud derivados de la sobreexposición a este metal no son cosa baladí. La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta de que “supone una amenaza específica al desarrollo del bebé no nacido y durante los primeros años de vida”. Además, la inhalación del vapor de mercurio “puede causar efectos dañinos en los sistemas nervioso, digestivo e inmune, así como en los pulmones y riñones, y puede ser fatal” y las sales inorgánicas de mercurio son “corrosivas para la piel, ojos y tracto gastrointestinal, y puede inducir toxicidad renal si se ingiere".
Según la FDA, las especies de pescado que conviene evitar son la macarela rey o caballa, la raya o pez emperador, el tiburón, el atún de ojos grandes o patudo, la aguja, el pez espada y el blanquillo o lofoátilo. Otros como la carpa, el rape, el mero, la perca rayada, el atún blanco y la gallineta no se recomiendan comerlas más de una vez por semana. Por el contrario, la sardina, el salmón, el bacalao, la merluza, el arenque, el lenguado y la vieira están entre las mejores opciones.
Cabe insistir en que los problemas derivados de la intoxicación no se producen por un consumo puntual, sino por continuado. Los consejos generales para la población incluyen ampliar el espectro de especies que llevamos a nuestra mesa, eviscerar siempre el pescado antes de cocinarlo, no acostumbrarse a chupar las cabezas de gambas, cigalas y langostinos (porque es ahí donde se acumulan la mayor parte de los metales) y no abusar de los bivalvos como los mejillones, las ostras y las almejas porque son grandes filtradores de tóxicos.
En tiempos recientes se han implementado algunas medidas para limitar o prohibir el uso de este metal y sus emisiones. La más importante de todas ellas es el Convenio de Minamata sobre el Mercurio, un tratado mundial que entró en vigor en agosto de 2017 e incluye la prohibición de nuevas minas de mercurio, la eliminación gradual de las existentes, la reducción del uso del mercurio en una serie de productos y procesos, la promoción de medidas de control de las emisiones a la atmósfera y de las emisiones a la tierra y al agua, así como la regulación inexistente del sector de la minería artesanal y a pequeña escala. El Convenio también se encarga del almacenamiento provisional de mercurio y su eliminación una vez que se convierte en residuo, los puntos contaminados de mercurio y temas sanitarios.
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