Cada año se desaprovechan en el mundo más de 1.300 millones de toneladas de alimentos, es decir, un tercio de la producción mundial. Así lo indica un informe de la Unión Europea, en cuyo territorio se desperdician al año 89 millones. Y de esos, 1,5 millones corresponden a España.
Resulta inevitable cruzar este dato con el que Naciones Unidas ofrece de forma bienal sobre el hambre en el mundo, que en 2017 alcanzó a 821 millones de personas, uno de cada nueve habitantes del planeta. Es el segundo año seguido que esta cifra aumenta, lo que supone un retroceso de casi una década hasta los niveles registrados en 2010. En 2016, cuando el número volvió a aumentar, se achacó al impacto de conflictos y desastres naturales. Esta vez las causas son muy distintas: el menor consumo de alimentos per cápita en algunos países y la mayor desigualdad en el acceso a los alimentos en otros.
“Los supermercados fomentan que te lleves a casa 25 yogures en vez de 5”, cuenta Richard Zubelzu, que junto a Magda Calabrese ha dirigido el documental ‘Tus desperdicios y otros manjares’, estrenado en cines el 29 de noviembre. La cinta pretende hacer reflexionar sobre malos hábitos de consumo y el desequilibrio entre la cantidad de comida que una parte de la sociedad desperdicia y la dificultad para alimentarse de otra.
Aunque el problema pueda achacarse al consumidor, es mucho más profundo. “Cuando un vendedor va a Mercamadrid, todas sus manzanas tienen que ser iguales, porque tienen que caber en una caja determinada. Si la manzana no encaja, te la echan atrás por un problema de distribución”, explica Zubelzu.
Entre la nevera y el vertedero no hay casi nada
El documental revela un dato: casi toda la comida desperdiciada (el 90%) termina en vertederos tal cual se compró. España se halla en la zona media de una clasificación liderada por Países Bajos, que malgasta el triple.
La iniciativa Yonodesperdicio trata precisamente de reducir el desperdicio de alimentos, sobre todo en los hogares. Se trata de una red que pone en contacto a otras personas que quieren entregar productos con otras que lo necesitan. No se diferencia mucho de otras webs y aplicaciones con las que se pueden comprar, salvo una evidente: junto a la foto y la descripción no hay precio. Se trata de un proyecto de Prosalus sin ánimo de lucro: “Si tú entregas comida a otra persona y evitamos que vaya a la basura, todas las personas ganamos. Ese es nuestro beneficio”, explican en esta ONGD con sede en Madrid.
Otros proyectos similares presentes en el documental son Ni Las Migas, una plataforma (app y web) en la que los restaurantes pueden ofrecer su excedente a un precio bajo, y Cenas con fecha, en la que chefs de alta cocina que elaboran un menú con alimentos que sobran a los restaurantes. Los comensales aportan un donativo, así como las empresas que lo apoyan.
La necesidad de legislar
El 24 de noviembre, la Plataforma Aprofitem els Aliments (PAA) celebró en Barcelona el ‘Zero Food Wasted BCN’ para dar de comer a cerca de mil personas con alimentos que iban a acabar en el vertedero. No es la primera vez que hacen algo similar: en 2014 sirvieron más de 4.000 raciones de comida en el ‘Gran Dinar BCN'.
La PAA lleva años tratando de concienciar a los poderes públicos sobre la necesidad de atajar el problema de manera profunda en la línea marcada por Francia e Italia. “En primer lugar, se puede legislar sobre la donación de alimentos”, opina Zubelzu. “Actualmente los supermercados no pueden hacerlo directamente, dicen que por una cuestión de seguridad alimentaria. Se imponen multas de 700 euros a la gente que coge comida de la basura de los supermercados, que echan lejía. Por otro lado están los bancos de alimentos, y las ONG dicen que se podría legislar mejor en temas como las cadenas de frío, para mejorar el control”.
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