Desde el amanecer de la civilización, un sinfín de grandes ciudades se levantaron alrededor del agua. Egipto bebió del Nilo, Mesopotamia creció entre el Tigris y el Éufrates… Y no hace falta remontarse a la antigüedad sino echar un vistazo a algunas de las grandes capitales del mundo. El agua cubre el 71% de la superficie terrestre, pero el agua dulce no es tan abundante como se piensa, ya que sólo representa 3%. Los constantes cambios a los que se ha visto sometida la tierra, ya sean naturales o provocados por el hombre, han convertido el agua en el bien más preciado. Como recuerda Naciones Unidas en la formulación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en el planeta hay agua dulce suficiente para todos, pero está mal repartida. Muchos países intentan atajar el problema con diversas políticas y distintos resultados.
La escasez en determinadas zonas áridas y deprimidas del planeta es sobradamente conocida, pero lo que realmente ha hecho saltar las alarmas es el ‘estrés el agua’ en las grandes ciudades. Las urbes modernas se enfrentan a problemas como la contaminación o la falta de vivienda y de sanidad, pero ninguno tan grave y tan determinante como el del suministro de agua. Las ciudades impulsan el progreso social y económico, pero también plantean complejos problemas medioambientales y de gestión de recursos e infraestructuras. El agua sigue siendo el más acuciante.
Según un informe de la propia ONU, más de 1.000 millones de personas carecen de acceso a agua y a otros 2.700 millones les falta por lo menos un mes al año. El drama no acaba aquí: este mismo organismo lanzó un duro mensaje en el último Foro Mundial del Agua, celebrado en Brasilia, donde se puso de manifiesto que la escasez de agua afectará a 5.000 millones de personas de aquí a 2050 a consecuencia del cambio climático, el aumento de la demanda y la contaminación del suministro. El informe hace hincapié en que la demanda de agua se ha multiplicado por seis en los últimos cien años y que crece a un ritmo del 1 % anual en función del aumento de la población, del desarrollo económico y los patrones de consumo. Señala además que la población mundial, actualmente de 7.700 millones de personas, llegará en 2050 a entre 9.400 y 10.200 millones, que en más de un 60 % estarán concentrados en las ciudades.
De ahí que este toque serio de atención salpique de lleno a las grandes ciudades. Un estudio del año 2014 sobre las 500 ciudades más grandes del mundo ya desvelaba que una de cada cuatro atravesaba una situación de "estrés de agua", algo establecido cuando los suministros anuales descienden por debajo de 1.700 metros cúbicos por persona.
La directora General de la Unesco, Audrey Azoulay, considera el problema del agua un “desafío mayor que debe ser abordado en conjunto para impedir los eventuales conflictos vinculados a ese recurso. Necesitamos soluciones nuevas de gestión de los recursos hídricos para contrarrestar nuevos desafíos relacionados con la seguridad del agua planteados por el crecimiento demográfico y el cambio climático”.
Ciudades amenazadas
Una de las primeras urbes en dar la señal de alarma fue Ciudad del Cabo. En el año 2017 su situación llegó a ser desesperada y se vio en la obligación de reducir el suministro de agua a 50 litros por persona y día. La medida drástica y la llegada de las lluvias aliviaron su situación, pero la amenaza sigue vigente hasta este mismo año.
Otros ciudades abordan situaciones más graves pese a tratarse de urbes desarrolladas y con altas rentas per cápita. Ni siquiera el hecho de encontrarse en un enclave junto a un río abundante les ha permitido esquivar el problema. Son los casos de Sao Paulo (21,7 millones en alerta desde que en el año 2015 su principal embalse cayó por debajo del 4%); Bangalore (tuberías en mal estado y se desperdicia más de la mitad del agua), Pekín (escasez y alta contaminación), El Cairo (tiene una de las tasas más altas de agua contaminada), Yakarta (amenaza del agua dulce por la crecida del mar), Moscú (contaminación por el legado industrial soviético), Estambul (pérdidas notables), México DF (problemas en la red de tuberías y 1 de cada 5 habitantes sólo tiene agua durante parte del día), Londres (masificación), Tokio (sólo llueve 4 meses al año y tiene 30 millones de habitantes) o Miami (filtraciones del Océano Atlántico).
El patrón es siempre es prácticamente el mismo, con pequeños matices, en cada una de las ciudades que hemos enumerado con anterioridad: los periodos de sequía por el cambio climático; falta de planeamiento e inversión; crecimiento de la población; infraestructuras anticuadas, contaminación; subida del nivel del mar; agotamiento de los acuíferos subterráneos; falta de infraestructuras de reciclaje; escasa conciencia…
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