La cadena alimenticia nunca ha sido ajena a las continuas modificaciones y necesidades del ser humano; al contrario, busca alternativas a los modelos más clásicos de comer. Cuando hablamos de carnes, enseguida nos viene a la mente al vacuno, las aves, los cerdos… pero si hablamos de insectos más de uno, sobre todo en Europa, torcerá el gesto. Ya en 2013 la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) recordaba que estos invertebrados forman parte de la dieta de al menos 2.000 millones de personas en todo el mundo. Ha quedado demostrado su potencial como alimento y se vislumbra como una de las fuentes de abastecimiento en la mesa del futuro.
Un informe de este organismo recomienda integrar insectos comestibles en las dietas para reducir la huella ambiental y mantener una dieta de alta calidad, rica en proteínas y minerales. Además, en año 2018 entró en vigor en la Unión Europea el Reglamento 2283/2015 relativo a los nuevos alimentos (Novel Foods), con objeto de facilitar la comercialización tanto de alimentos nuevos e innovadores como de alimentos tradicionales procedentes de otros países fuera de la UE. Entre este tipo de alimentos, el Reglamento introduce la categoría de insectos enteros y sus partes destinados al consumo humano. Tradicionalmente, la entomofagia (ingesta de insectos) es un hábito alimenticio muy extendido en países de África, Asia, Latinoamérica y Australia, siendo muy poco común en Europa.
El calentamiento global es una realidad. Y muchos teóricos señalan a la ganadería intensiva como uno de los principales motivos por los cuales la salud del planeta exige medidas urgentes. Los métodos de cría habituales vienen de la mano de animales estabulados, que no ven la luz del sol y son alimentados a golpe de piensos artificiales. Estos mismos detractores del sistema de alimentación basado en los animales abogan por modelos alternativos y apuestan desde hace varios años por los insectos como una de las mejores fuentes de proteína animal a nuestra disposición. Es un tipo de proteína que incluye grasas saludables y minerales importantes para el correcto funcionamiento del cuerpo humano, como por ejemplo el calcio, el zinc o el hierro.
Para producir la misma cantidad de carne en comparación con la de vaca, los grillos necesitan 12 veces menos alimento, 200 veces menos terreno, 2.000 veces menos agua y producen 100 veces menos gases de efecto invernadero. Una gran diferencia cuando sabemos que el sector ganadero genera la mayor cantidad de estas emisiones nocivas, como el sector del transporte, y monopoliza dos tercios de las superficies cultivadas en la Tierra.
Según la FAO, se consumen insectos en 112 países. Tailandia ha desarrollado toda una industria a su alrededor, mientras en México los chapulines forman parte del consumo popular. En Europa, Bélgica ha sido el primer país en explorar este potencial. En 2013 se abrió paso en el mercado al autorizar una lista de 10 insectos (saltamontes, grillos o langostas migratorias) para consumo humano, un lustro antes de que la Unión Europea diera luz verde a una nueva política para agilizar las autorizaciones de nuevos alimentos, aún a sin mucho reconocimiento en la mesa de las casas europeas.
Algas gourmet
Ya no es tan complicado encontrar insectos en algunas tiendas gourmet o especializadas. Una de las pioneras es la bioingeniera Maité Mercier, fundadora de Little Food, la primera granja urbana en Bruselas de cría y producción de grillos, uno de los insectos que ha sido catalogado como un súper alimento. “Durante mis estudios comprobé que teníamos un problema sanitario y ecológico con el consumo de carne. Pensé en las algas y los insectos como alternativa pero creo que estos últimos encajan mejor en nuestra cultura culinaria y son más interesantes a nivel gustativo. La idea era encontrar una proteína verde para los consumidores sensibilizados con el medio ambiente y los aspectos nutricionales de la alimentación, y proponer una alternativa a la carne”, explica Mercier.
Visto el resto de investigaciones posteriores, ha quedado demostrado que los grillos son un alimento con numerosos beneficios nutricionales, en especial para los deportistas. Los estudios atribuyen a este insecto un alto valor en proteína, dos o tres veces mayor que el de las carnes de vaca o de pollo. Las proteínas tienen un papel enérgico durante un esfuerzo a largo plazo, pero su función principal es la reparación muscular después del ejercicio. Las proteínas son completas, lo que significa que contienen los nueve aminoácidos esenciales para la síntesis muscular. Los grillos también cuentan con un alto contenido en calcio, dos veces más que la leche; en hierro, con tres veces más que la espinaca; y en omega 3, tanto como el salmón.
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