El 21 de marzo es la fecha elegida por Naciones Unidas como el Día Internacional de los Bosques. Una buena ocasión para recordar la importancia de estos elementos naturales en nuestras vidas, vivamos cerca de ellos o no, y para subrayar la necesidad de gestionarlos de forma adecuada y tenerlos presentes en la educación. Los bosques, su ordenación y explotación sostenibles, incluidos los ecosistemas forestales frágiles, son “fundamentales para combatir el cambio climático” y por ese motivo “contribuyen significativamente al beneficio de las generaciones presentes y futuras”, como recuerda la propia ONU: “Los bosques también ejercen un papel fundamental en la erradicación de la pobreza”.
España afronta un problema directo como la desertificación. El último informe del Ministerio para la Transición Ecológica sobre esta materia lo deja claro: más de dos terceras partes del territorio español se pueden categorizar como áreas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. Aquella ardilla que podía cruzar España de norte a sur sin tocar el suelo gracias a los árboles se antoja hoy más que nunca un animal mitológico.
Factores climáticos como la sequía, humanos como los incendios o el uso no sostenible de los recursos y los geomorfológicos son tres claves que explican por qué el país continuará con su tendencia a la aridez en las próximas décadas. Casi 9 millones de hectáreas (un 18% del terreno) corre riesgo alto o muy alto de desertificación.
El cambio climático, por supuesto, también incide. “Actuará incrementando algunos de los factores que influyen en el aumento de la desertificación (aumento de temperatura, alteración de precipitaciones, aumento del riesgo de incendios, aumentos en la torrencialidad...)”, como resumen los expertos del ministerio. Estos problemas azotarán de manera especial a la España de clima Mediterráneo seco y semiárido.
El Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (ACC) trata de facilitar el ajuste de la naturaleza al clima real y futuro gracias a la intervención humana. Se considera que “una gestión anticipadora puede ayudar a preservar los ecosistemas en las nuevas condiciones del clima y a preservar sus posibles ventajas”, según el estudio ‘Los Bosques y la Biodiversidad frente al Cambio Climático’, este elaborado por el ministerio.
Labor purificadora
Los bosques desempeñan una labor esencial para purificar el aire y, por tanto, para mitigar el cambio climático. Cada año acumulan en España alrededor de 87 millones de toneladas de carbono; es decir, fijan cada año más del 24% del total de emisiones del país. España puede presumir además de ser el segundo país con mayor superficie forestal de la Unión Europea: 27,7 millones de hectáreas del total de 177,7 millones de la UE. Posee casi el doble de superficie forestal que Francia y cerca del triple que Alemania, según consta en un informe de la Sociedad Española de Ciencias Forestales. Sólo le supera Suecia.
La silvicultura, esto es, las actividades relacionadas con el cultivo, el cuidado y la explotación de bosques y montes, ha ayudado a que España cuente con una cifra cercana a los 7.500 millones de árboles. Una de las claves para mejorar la calidad y no sólo la cantidad es el incremento de la diversidad inter e intraespecífica en los bosques mediterráneos. Ahí reside la semilla del bosque del mañana. Por un lado, los bosques mixtos son más resistentes a las perturbaciones por fenómenos climatológicos y se recuperan mejor de catástrofes que los bosques monoespecíficos.
Experimentos sobre hipótesis apocalípticas
En Castilla y Leon, el gobierno regional y el ministerio han llevado a cabo varios estudios para mejorar la cantidad y la calidad de los bosques, pensando en la adaptación al cambio climático. Han clareado ciertas zonas de bosques para resalvearlas y realizar cortas de regeneración para permitir el desarrollo del nuevo arbolado. Todo ello con masas mixtas de pinos, robles, y hayas, buscando los que mejor adaptación puedan experimentar a temperaturas más altas y niveles de humedad menores. Los resultados son esperanzadores en cuanto a la gestión y posible adaptación de los bosques a un panorama apocalíptico.
Mirando al futuro de la selvicultura deben considerarse en conjunto todos los motores del cambio global, planteando un escenario de incertidumbre. Empleando herramientas como la experimentación, seguimiento, proyecciones a pequeña escala y anticipándose a posibles escenarios se buscará preservar el ecosistema, con la colaboración conjunta de investigadores y gestores. Para lograrlo, la Estrategia Europea Horizonte 2020 genera programas de investigación que integran agentes como empresas, ONGs y la administración pública. Esta suma ayuda a implantar medidas de ACC acordes a las demandas de la sociedad, como producir energía por biomasa, mantener la diversidad biológica, divulgar y sensibilizar sobre el ecosistema.
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