Estos días se celebra en Madrid el MadBlue Summit 2021 con apoyo del Ayuntamiento, la Comunidad de Madrid y el Gobierno de España, así como de importantes patrocinadores privados. Se trata de una ambiciosa iniciativa que pretende hacer de la capital un punto de encuentro de pensamiento y acción para el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas.
Una peculiaridad de MadBlue es la incorporación expresa del vértice cultural y creativo a una ecuación, la de la innovación, que con frecuencia se formula sin otros referentes que los meramente técnicos o financieros. La programación cultural del festival, dirigida por el comisario David Barro, expresa esta vocación diferencial.
Arte con capacidad transformadora
Este martes se ha inaugurado en la Sala de Bóvedas del Centro Conde Duque El crimen perfecto, exposición comisariada por Barro que condensa el enfoque cultural de MadBlue. Complementada con cinco instalaciones que ocupan diversos espacios del Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque de Madrid, puede visitarse hasta el próximo 18 de julio.
Los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030 sirven de trama básica del proyecto artístico del festival. Para Barro, estas coordenadas sostenibles ofrecen a los creadores la posibilidad de ampliar sus discursos plásticos y recuperar la empatía perdida con el público de un arte contemporáneo a veces demasiado ensimismado en sus dinámicas y procesos. También suponen una oportunidad de restablecer vínculos con otras disciplinas y potenciar la capacidad transformadora del arte.
«El ingrediente creativo es el que determina que una empresa sea más disruptiva. Sucedió en el pasado con Olivetti, luego con Apple y ahora con las compañías digitales: entre sus fundadores siempre ha habido una personalidad creativa. Por eso MadBlue plantea que el arte no debe tener miedo a relacionarse con este tipo de disciplinas y que debe restaurar esa conexión con la vida y con los propósitos prácticos», apuntó Barro.
De la resignación a la acción
Inspirada en la intuición de Jean Baudrillard –que sin apariencias el mundo sería un crimen perfecto sin criminal, víctima ni móvil–, la exposición propone a los artistas participantes una reflexión sobre el laberinto del progreso permanente propio de la modernidad y que ha desembocado en la actual crisis ambiental. Un camino en el que el ser humano ejerce a la vez de víctima y de verdugo, y en esa esquizofrenia asiste resignado a los efectos dramáticos de sus acciones. Los artistas buscan con sus obras romper esa melancólica bipolaridad y pasar de la resignación a la acción. Y con ello invitar al espectador a participar del cambio.
Quién sabe si inspirado por la vocación fundacional de MadBlue, orientada al cuidado de los océanos, el acceso a El crimen perfecto tiene algo de inmersión. Propiciada por el espacio de la Sala de Bóvedas de Conde Duque. El visitante realiza un pronunciado descenso y advierte de primeras la presencia inquietante de Rompiendo el mar, pieza de la artista balear Amparo Sard. Un volumen de fibra de vidrio, resina y plástico reciclado que parece atorado entre los altos muros del recinto.
Un mar que flota y se cierne
¿Un cetáceo? ¿Un ovni acuoso? ¿Un refinado objeto de chatarra? ¿Un féretro monumental? Con esa incertidumbre, con la contigüidad de lo bello y lo siniestro ha querido jugar Sard para «crear una tensión que remueva las emociones» del espectador. «Quizá por su cualidad líquida no siempre somos conscientes del desastre que padece el océano por la acción del hombre». Y por eso ha creado este pedazo de mar solidificado que, suspendido sobre una estancia desfiladero, amenaza con caer sobre quien se acerque.
De puertas adentro esperan las propuestas de artistas nacionales e internacionales de varias generaciones. El colombiano Alberto Baraya, la hispano argentina Gabriela Bettini, las brasileñas Sandra Cinto y Cinthia Marcelle, el portugués Baltazar Torres, el gallego Christian García Bello, la libanesa Mona Hatoum, la francesa Françoise Vanneraud o la decana de la exposición, la española Susana Solano, con una sugerente jaula-nasa que flota pesadísima sobre una alfombra.
Cuando el hogar es también prisión
De vuelta a la superficie, las instalaciones en los diversos patios de Conde Duque de Manolo Paz –bloques de redes multicolores apilados como balas de paja, recicladas y reciclables después de su instalación–, el invernadero rojo de Patrick Hamilton o el parque distópico –Línea rota del horizonte– de Carlos Garaicoa completan la propuesta artística de MadBlue.
Hoy se ha sumado el reputado artista español afincado en Nueva York Isidro Blasco, con una sugerente instalación arquitectónica, la más grande que ha realizado hasta la fecha. No Place Like Home es su metabolización del confinamiento, padecido accidentalmente en Madrid, lejos de su casa en Brooklyn. Construida a base de material de desecho, estable y a la vez en trance de venirse encima de uno, representa la ambivalencia del hogar, espacio seguro frente al exterior infectado por el virus, pero también prisión opresiva cuando salir está prohibido.
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